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Cataluña: lecciones de la historia para no repetir

Jesús López-Medel

Llegan ya las elecciones catalanas. Aunque algunos pretenden ampliar sus efectos, son sólo, en principio, unos comicios parlamentarios autonómicos. La institución que resulte electa podrá actuar dentro de su ámbito de decisión, su Ley Fundamental, fundamentalmente el Estatuto de Autonomía pero no más allá como pretenden unos. Pero no trataré tanto el tema legal sino otra dimensión: como se ha llegado hasta aquí y cómo el paisaje después de la batalla puede ser muy semejante al de hoy. Una elección en unos comicios se hace en función de varias circunstancias, votando con el corazón y/o la razón. Ojala pudiesen armonizarse.

En todo caso, se perfilan dos bloques. Uno es como el cemento, muy sólido, el pro-independentista (aunque la amalgama de radicales de izquierda con la burguesía es singular) y, el otro, que ofrece unos matices diferenciados pues mientras que Albiol (PP) y otros quieren mantenerles españoles a la fuerza, otros, más inteligentemente, ofrecen integración en el Estado Español pero basado en unas reglas más respetuosas y con más margen de decisión de Cataluña. Incluso algunos nacionalistas moderados como Unió y Durán, son devorados.

En breve se sabrán los resultados, pero cualquiera que sean, será estrecho entre los que insisten en la existencia de dos bandos. Y deberá, más que seguir el pulso, hacerse una reflexión de cómo actuar, lo cual exige repasar cómo y por qué se ha llegado hasta aquí, para evitar la repetición de errores por unos y otros, y para cambiar actitudes y estrategias.

Quiero referirme, primero, a un factor que desde Madrid ha sido muy negativo: la creación durante varios años de una catalanofobia generadora de gran daño. Los separadores nacionalistas españolistas han fomentado durante largo tiempo tal clima que han alimentado, clarísimamente, el independentismo. Todavía hay atisbos. La calificación de la Diada por Cristina Cifuentes como un “espectáculo vergonzoso”, hace muy pocos días, acaso le de algún voto en Madrid pero hace muchísimo daño a España en Cataluña.

Tras el entreguismo total de los presidentes, (ahora lobistas), González y Aznar, que se echaron en brazos de Pujol, declarándole gran hombre de Estado, cediéndole todo lo que pedía e incluso, (el diseñador de joyas) salvándole de sus delitos, vino la siguiente etapa.

Comenzó con la legislatura segunda de Aznar, pasando a ser desde el más entregado a Pujol al más anticatalán. Su gran prepotencia se manifestó en actitud agriada y de odio hacia todo lo que no fuese él y su pensamiento único, entre el cual estaba, su idea de España. Fue tan hostil en ese periodo a Cataluña que logró que en una legislatura, Esquerra Republicana pasase (en 2004) en el Congreso de sólo 1 diputado a 8. Con esa insistencia del concepto de “patriotismo constitucional” (queriendo lavar su falta de afecto a la Carta Magna), Aznar alimentó el catalanismo cada vez más exacerbado y el independentismo. Aplicó un concepto nacionalista español excluyente que me recordaba (salvando las distancias bélicas) a Milosevic en Serbia, queriendo imponer un modelo de nacionalismo que causaba urticaria en algunas zonas. Ya ni hablaban de la “España plural”.

Luego llegó Zapatero cuya aparente nuevo talante, parecía volver a otros tiempos. Pero para obtener para sí unos resultados importantes, fue capaz de todo, sobre todo de lo más genuino en él: la irresponsabilidad. La absoluta relatividad del sistema territorial, como en otros temas, le llevó a un total rendimiento o, peor, de indiferencia o alarmante indefinición sobre el modelo de España. Prometió que no tocaría el proyecto de Estatuto de autonomía que enviasen desde Barcelona, teniendo allí a un disparatado (pero más culto que él) Pascual Maragall. Y llegó a las Cortes un texto que el PSOE y el PP, recortaron muchísimo.

Desde Cataluña, se sintieron, con motivo, engañados no ya por ZP sino por el Presidente del Gobierno de España. El Estatuto, que iba muy lejos en algunas cosas, más que limado, sería muy mutilado. El planteamiento jacobino de recortes, algunos comprensibles y bastantes otros desmesurados, fueron tomados en Cataluña como un engaño y traición, alimentando esa fobia a Madrid.

No obstante, sometido a referéndum, fue aprobado por el pueblo catalán. En ese tiempo, a esa actitud del PSOE, hay que sumar la posición del PP que hizo una campaña atroz no ya sólo frente al Estatuto, sino frente a todo que representase catalanismo. Dirigentes políticos y la gran caverna mediática madrileña, contribuyeron a ello. Junto a abundantes frases ofensivas, presentaron un recurso de inconstitucional que, a lo ya recortado, suponía una anulación de su sentimiento identitario y la capacidad de autogobierno. Eso se unía al hecho de que el Estatuto andaluz, casi simultaneo, contenía 42 preceptos idénticos a los impugnados en Cataluña pero que para el sur no fueron recurridos. Esto intensificaba la idea de la fobia desde Madrid hacia ellos.

El Tribunal Constitucional, nada menos que cuatro años (2010) después del referéndum (2006), laminaria lo poco que quedaba de novedoso. En una sentencia lamentable por la tardanza y su floja argumentación jurídica, volvía, como poder central, a agraviarles. Así lo sintieron y así fue. Un error más, una humillación más.

La etapa más cercana desde Madrid, se caracteriza por un inmovilismo y una falta de cintura de Rajoy. Ello contribuyó a enquistar el problema en lugar de intentar buscar alguna solución (fundamentalmente el cupo financiero) que, acaso, podría haber parado la deriva. Pero el tancredismo habitual el personaje, hizo que el catalanismo soberanista fuese incrementando su presencia y fuese enalteciéndose en un sentimiento más allá de razones.

Pero, salvo para dogmáticos, las culpas no son solo de una parte. También debe observarse que las actitudes descritas, encontraron un caldo de cultivo muy característico: el victimismo con que aquellos errores eran aprovechados por los dirigentes catalanes. La idea de nación es, desde luego, muy anterior a Mas y la tiene una parte importante del pueblo catalán, incluso un sector que valora a España y querría seguir aquí.

Pero a partir de un momento, entre agravios, (o supuestos) económicos, cuentos tergiversadores de una realidad y manipulaciones totalitarias de TV3, medio público, se ha llegado a una situación de difícil salida. Con la bandera (Mas dejó la senyera oficial por la estelada), supo tapar una política social interna claramente de derechas y muy regresiva, con nada que envidiar a los recortes de Rajoy. También la abundante corrupción que ha acompañado la historia de esta comunidad y Convergencia con la significada indignidad del patriarca Pujol. Todo ha sido tapado por una huida hacia adelante, como si fuesen, con su pretendida independencia, a vivir en el país de Alicia (Sanchez Camacho, no por Dios).

Los resultados serán muy ajustados y aunque por poco (si se cuentan en bloques) gane una u otra opción, el punto de partida el lunes va a ser el mismo que antes. La importancia de reconstruir la fractura social, de admitir el pluralismo no excluyente en Cataluña, de tender puentes, de que se cumpla la ley no como “arma”, tal y como ha hecho Rajoy, sino como cauce posibilista, reformándola y sabiendo buscar puntos que faciliten una mejor integración y cauce de decisión desde el respeto a Cataluña pero también desde el respeto a España.

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