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Albert Rivera, el príncipe azul del Ibex 35

Ana R. Cañil

Más allá de que, con la lucidez y generosidad que le caracteriza, Rafael Hernando ayude en la campaña electoral a Albert Rivera a costa de “Naranjito”, el despegue del líder de Ciudadanos y su partido en las últimas semanas es un fenómeno nuevo. A diferencia de Podemos, C's tiene pasado. Ya han transcurrido diez años desde que el 5 de junio de 2005 una quincena de intelectuales y periodistas -Francesc de Carreras, Arcadi Espada, Félix de Azúa o Albert Boadella entre otros- publicaran el manifiesto Por la creación de un nuevo partido político en Cataluña, embrión de la futura organización que en julio de 2006 se constituyó en partido, eligiendo como presidente al abogado -y jugador de waterpolo- Albert Rivera, entonces de 26 años.

Durante esta década, Rivera ha liderado una formación catalana que ha sobrevivido al auge del nacionalismo, a veces con enorme dificultad. Pero ha sido hace menos de dos meses cuando ha reventado las encuestas, hasta el punto de que en la misma Cataluña es ya la tercera fuerza, pisándole los talones a CiU. En el resto del país, es el partido que más rapido avanza en voto, por encima de Podemos que ralentiza su crecimiento. ¿Bastaba con que Rivera anunciara que se presentaba en el resto del territorio nacional para dispararse así? Es una de las razones, pero ni mucho menos suficiente para que C's prendiera como lo está haciendo.

“En Cataluña hace tiempo que recoge el voto transversal entre PP y PSOE, pero eso no vale para el resto de España, donde atrae al votante del PP que quiere a un partido limpio, a aquellos votantes populares que un día fueron de UCD y el CDS”, argumenta el sociólogo y profesor de la Autónoma de Barcelona Gabriel Colomé, uno de los profesionales a quien en estos momentos más consulta Pedro Sánchez. “Además, cuenta con un importante apoyo mediático -continúa- que le han visto como la opción clara para frenar a Podemos. Sitúan a Ciutadans como un partido de centroderecha, cuando sus fundadores le situaban en el centroizquierda aquí en Cataluña. Además, Albert lleva años pateándose los platós, tertulia a tertulia”.

Precisamente ese amplio apoyo mediático tiene como base el enorme respaldo que Rivera despierta en el establishment nacional. Ciudadanos es la perfecta solución al desgaste del Gobierno de Mariano Rajoy, que no frena a Pablo Iglesias. La presentación del programa económico de Ciudadanos en Madrid -nueve folios y medio- de la mano del economista estrella Luis Garicano, un liberal de la London School of Economics que lleva años viviendo fuera, lo que en sí mismo debe de ser un aval académico tal y como transmite a menudo el interesado, ha tranquilizado a las grandes empresas y al poder financiero. Con Rivera -abogado, que no economista- Garicano parece haber encontrado el hueco que buscó y no obtuvo al lado de Zapatero primero y de Rajoy después.

Pero los expertos ven más razones para el ascenso meteórico del político catalán. “Los votantes del PP tienen una enorme orfandad, el voto del PP no para de bajar y su alternativa natural no es Podemos. En el centroderecha, Ciudadanos desplaza al PP, es la primera fuerza en estos momentos y Rivera ha encontrado el hueco y lo ha aprovechado”, reflexiona el politólogo Ignacio Urquizu, profesor en la Universidad Complutense y asesor de Metroscopia, quien coincide con Colomé en lo importante que está siendo el apoyo mediático.

Hace unos días, Rivera estuvo en el Foro ABC y “se vieron desbordados. Hacía mucho tiempo que el ejecutivo de corbata no mostraba tal interés por ver de cerca a un político” argumenta Urquizu, quien sigue defendiendo que la formación de Albert Rivera pone de manifiesto algo que el politologo viene avisando desde hace tiempo, y es que el PP no tiene tanto voto oculto como algunos expertos han estado calculando para cocinar las encuestas. “La gente no oculta el voto popular, se habían ido a la abstención” remata el profesor de la Complutense, para quien además el político catalán representa otra  corriente ya padecida en los otros partidos, la de lo nuevo contra lo viejo, lo fresco contra lo caduco. El cierre de una etapa en la política española.

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