Curas, mandarines, nuestros maestros franquistas
Es imposible no empezar el año como lo acabamos, constatando el señorío de la mentira sobre nuestras vidas. Igual que el Gobierno manipula la cifra de muertos en carretera para su propaganda también triunfan los titulares que cantan el descenso del paro, omitiendo que en esta ocasión sólo el 8% es trabajo estable.
La mentira y la policía son los instrumentos de dominio del poder totalitario, es el caso de este Gobierno de franquistas y de ideología franquista. Es lo que hay, es lo que nos ocultan los poderes beneficiados y cómplices. No es cierto el discurso cínico que sostiene a esta inmoralidad, no es cierto que todos seamos corruptos, no es cierto que todos los políticos sean iguales, no es cierto que todos los gobiernos sean iguales.
Pero permitan un descanso y que trate de libros, no de literatura pues ahí cada uno debe navegar con su propia brújula y a la ventura, sino de dos libros que relatan esta cosa que padecemos, la maldición que es esta derecha española y que nos persigue a tantas generaciones, y que muestran los límites de la cultura española.
España cosa nuestra, de Oscar Pazos, es mucho más que lo que promete su cómica portada, bajo el tono constantemente irónico del autor lo que nos ofrece es una crónica veraz de los últimos años de la derecha política, esto es Mariano Rajoy y su mundo. Una interpretación muy documentada y cabal de un falso enigma.
Aparentemente Rajoy es un enigma, algo así como el de La carta robada de Poe, que está ahí delante de nuestras narices y nadie lo ve, en la realidad simplemente se trata de que lo que no vemos está velado por el poder, los poderes y los medios de comunicación. Todo el mundo que tiene poder sabe lo que es esta derecha, quién es Rajoy. Lo que hace el autor del libro es contarlo a quien no tiene poder pero quiere saberlo. Si realmente quieren saber con quién tratamos hay que darle una lectura.
Y voy con El cura y los mandarines, un libro que llega a lomos de una polémica absurda, una editorial calculó mal el daño que le haría publicar este libro y no supo gestionar explosivo tal, porque lo es. En medio, el inesperado zarandeo a la figura de Víctor García de la Concha. Reconozco trato y afecto hacia García de la Concha, así que no soy imparcial, pero como también puedo acreditar que no le debo nada y que hice y hago todo tipo de méritos para no ser reclamado desde cargo o academia alguna, ese triste invento borbónico del que no solo descreo sino que aborrezco, me atrevo a opinar desde fuera que creo que su labor en la RAE fue muy razonable para los intereses de esa institución y que hizo algunas cosas buenas que otros no hicieron. Sin embargo esa polémica inicial ha transformado el libro en un éxito editorial y de eso me alegro. Del mismo modo que el tema del libro no es en absoluto García de la Concha conviene aclarar por su bien que tampoco es una biografía de Jesús Aguirre, cosa que también lo envuelve y embosca, sino muchísimo más y algo mucho mejor.
El autor de ese libro es Gregorio Morán, y quien haya leído algún libro suyo puede omitir este párrafo entero. Creo que Morán es una figura desgraciadamente única en la actual cultura española y que encuentra desde hace años un lugar en la prensa barcelonesa, un ave exótica que no podría vivir en la prensa madrileña. Un autor que no es de fiar para ninguna institución. Sus libros, aún siendo magistral alguno de ellos, no recibirán reconocimientos institucionales, sin embargo quien quiera conocer la figura de Ortega y Gasset no podrá ignorar su El maestro en el erial, lo mismo para quien quiera saber de Suárez, Ambición y destino, o la historia del PCE, Grandeza y miseria del PCE. Si esos libros no son reconocidos como canónicos no es por su estilo o tono, sino precisamente porque están escritos desde fuera de todos los consensos que ahogan la realidad. Morán no es un desmitificador, es un desvelador.
Mientras Morán viva siempre dará miedo porque, como un gurka de sí mismo, enfila posiciones a conquistar a degüello y con la consigna que se da a sí mismo de no tomar prisioneros. A pesar de ello siempre encuentra algún herido en la trinchera a quien no puede evitar perdonarle la vida. No comparto ideas ni algunas visiones de la realidad que Morán prodiga en sus artículos en La Vanguardia, pero son sus ideas y debe tener un lugar donde expresarlas. Tampoco tengo un mapa de sus fobias, que las tiene, pero sus filias me resultan familiares, son personajes en posición inestable, atrabiliarios muchas veces, normalmente aniquilados, finalmente muertos. Pero Gregorio Morán es un autor tanto de ficción, periodismo y ensayo, y cualquier libro suyo así hay que tomarlo, con la carga de subjetividad que todo autor pone en su mirada. No comparto todas las fobias de Morán o al menos intento matizarlas, pero su musa es precisamente ese impulso violento y, también, justiciero y sin esa agresividad no existiría su obra. A Morán, como cualquiera que teme, le temo y no sé si lo admiro pero me gusta que exista y que escriba, sus libros son únicos y necesarios. Casi diría que son “los verdaderos”. Si le dedico todo este espacio es porque este libro también lo es.
Si les interesa conocer cómo se construyó no solo el sistema cultural, la institución, sino también la ideología del Régimen actual, comprobarán que en esencia sigue siendo la cultura y la ideología nacional española y que las columnas que sostienen el tinglado de la cultura española se levantan sobre aquellos mismos viejos pilares. No es “la enciclopedia de la cultura española actual”, es mucho más y mejor, es eso y también su cuestionamiento. No es un libro académico sino un libro apasionado, un torrente de información, un trabajo hercúleo y un libro imprescindible.
Es un libro para lectores con coraje pero lo aprovechará más quien sea capaz de saltar por encima de la visión cáustica que impregna el texto, quien deje en suspenso el juicio sobre las conductas de muchas personas, intentando comprenderlas en el contexto de sus circunstancias. Y qué circunstancias las de la posguerra y el franquismo que les tocaron a generaciones que, todos los seres humanos en todas las épocas, querían vivir y medrar en el tiempo que les tocó. En el libro se entremezclan las figuras de arribistas descarados con otros incapaces del valor o simplemente cobardes. A Morán le hizo falta la implicación anímica, el empuje del guerrero que corta cabelleras, para cuestionar el edificio de la institución cultural española pero al lector le toca ser comprensivo y distante.
El mundo de poderes ideológicos que llega hasta nosotros es un fresco de cutrez, miserias, ranciedad y, por exclusivamente masculino, testosterona infecunda. Particularmente me sorprendo constatando como un tipo de mi edad todavía se formó en las sombras y fantasmagorías de aquella cultura española. Dejando aparte la cultura en lengua gallega, que Morán ignora absolutamente quitadas las menciones a Cunqueiro, las referencias literarias y culturales que me correspondieron fueron todavía proyectos y obras que Morán detalla entre el final de los cincuenta y la década de los sesenta: Ínsula, Destino, Tiempo de silencio, Papeles de Son Armadans…Los años analógicos se arrastraban y duraban más que estos segundos digitales. El libro detalla cómo el franquismo, el antifranquismo y toda y tanta miseria impregnó nuestras vidas y cómo eso se prolonga, se prolonga.
Si quieren saber cómo se instituyeron las firmas y figuras de la cultura y por que, si quieren conocer los mecanismos de canonización e institución en la cultura española tienen que leer el libro, cómprenlo, pídanlo prestado o a las bibliotecas. Este libro es un bien desde el punto de vista cívico.
Para hacernos adultos tenemos que envejecer y así poder ver con distancia a nuestros padres, sólo así podremos comprenderlos y, si es el caso, perdonar. Del mismo modo para hacernos adultos como ciudadanos tenemos que conocer quienes fueron nuestros maestros, este libro nos informa sin permitirnos complicidades o fingir ignorancia. Este libro es un bien desde el punto de vista personal.
El paso siguiente sería reconocer qué cosas nos enseñaron, qué ideas y qué visión de las cosas nos transmitieron. Qué hay de ellos en nosotros.