Envejecer en el siglo XXI
La asamblea general de Naciones Unidas institucionalizó en 1990 el 1° de octubre como Día Internacional de las Personas de Edad, y un año más tarde adoptó los Principios de las Naciones Unidas para las Personas de Edad. Desde entonces se han venido aprobando diferentes planes de acción sobre el envejecimiento, para el desarrollo de una sociedad para todas las edades.
En los últimos tiempos y acentuado por la crisis, el envejecimiento de la población está en la agenda política, pero sólo para situarlo como un problema. Un problema para la sostenibilidad del sistema nacional de salud, para el mantenimiento de las pensiones, o para la viabilidad del Estado del Bienestar por la alta demanda de cuidados de los mayores. El envejecimiento, en lugar de interpretarse como un logro del progreso de nuestra sociedad, se interpreta ahora como una amenaza para el bienestar colectivo.
La realidad es que en todo el mundo estamos viviendo una auténtica revolución demográfica. En el año 2030 habrá más personas mayores de 60 años que niños menores de 10 años. En 2050, habrá 2.000 millones de personas mayores en el planeta, la mayoría de los cuales serán mujeres, y el 80% vivirá en países en desarrollo. Este rápido envejecimiento de la población (y todos formaremos parte de este colectivo) nos tendría que llevar a superar esos mensajes negativos y poner en valor el papel cada vez más importante que las personas mayores desempeñarán en nuestras sociedades. Bien a través del trabajo voluntario, transmitiendo su experiencia y conocimientos, cuidando a sus familias o participando activamente en la fuerza laboral remunerada.
Ya hoy en día, las personas mayores contribuyen enormemente a la sociedad. Por ejemplo, en toda África –y en el resto del mundo– millones de adultos enfermos de sida son cuidados en sus hogares por sus padres. Al morir los pacientes, sus hijos huérfanos (actualmente 14 millones menores de 15 años en países de África solamente) son cuidados por los abuelos.
El papel crucial de las personas mayores no se limita a los países en vías de desarrollo. En España, por ejemplo, el cuidado de personas dependientes y enfermas es en buena parte llevado a cabo por personas mayores (especialmente mujeres). El promedio de minutos ocupados por día en la provisión de esos cuidados aumenta exponencialmente con la edad de los cuidadores: 201 minutos si el cuidador pertenece al grupo de edad 65-74, y 318 minutos si su edad es 75-84 –comparado con solo 50 minutos si el cuidador está en el grupo de edad 30-49.
Otro dato que evidencia que las personas mayores son un valor para la sociedad lo refleja el hecho de que un 47% de hombres mayores y un 24% de mujeres mayores participan activamente en la fuerza laboral; y en países en desarrollo, hasta el 90% de las personas mayores trabajan. Sin embargo, tales contribuciones al desarrollo sólo podrán ser aseguradas si logramos superar la discriminación por razones de edad y conseguimos que disfruten de adecuados niveles de salud y de ingresos, para lo que se requiere políticas públicas decididas.
El Fondo de Población de Naciones Unidas, junto con la organización HelpAge Internacional, en su informe Envejecimiento en el Siglo XXI: Una Celebración y un Desafío, reconoce ya el reto que representa el envejecimiento si se quiere maximizar el potencial de nuestra población mayor. Por eso las cuestiones relativas al envejecimiento tienen que reflejarse adecuadamente en la agenda de desarrollo más allá de 2015, incluido el establecimiento de objetivos e indicadores concretos.
La falta de indicadores claros que permita medir el bienestar de los mayores en nuestros países ha provocado que justo en este año 2013 la organización HelpAge Internacional y el Fondo de Población de Naciones Unidas presenten el 1 de octubre en todo el mundo el Índice Global sobre Envejecimiento (GAWI). Se trata del primer índice global para clasificar a los países según el bienestar social y económico de las personas mayores, y nos aporta datos para comprender mejor la calidad de vida de las personas en edad avanzada. Permite, por otro lado, comparar cómo los Gobiernos están apoyando el envejecimiento activo, clasificando 91 países para identificar cuáles ofrecen mayores beneficios y cuáles encaran las mayores dificultades.
Al reunir toda la información disponible, el Índice destaca aquellos países con políticas y estrategias exitosas que permiten asegurar un mayor bienestar para sus ciudadanos mayores y quienes directamente optan por el desastre.
Una de las conclusiones del mencionado informe es que la mejor forma de optimizar la vida de las generaciones futuras de las personas mayores es mediante la inversión en salud, educación y empleo para los jóvenes de hoy. Sabemos que millones de personas mayores aún se enfrentan a condiciones de vida muy difíciles y a la falta de acceso a los servicios esenciales. Un dato relevante, sin embargo, es que el PIB de un país no garantiza el buen vivir de las personas mayores, aunque se demuestra que les va mejor en los países nórdicos, Europa Occidental, América del Norte y algunos países de América Latina y Asia del Este, mientras que no les va tan bien en muchos países africanos y otros países de Asia oriental y meridional. No obstante, los resultados también indican que en los países en etapas similares de desarrollo económico y social, las personas pueden tener muy diferentes experiencias siendo mayores, y que las personas mayores en algunos países de ingresos bajos y medianos les va mucho mejor que a sus homólogos en algunos países más ricos.
España aparece en el número 22 de ese índice; puntuamos bien en salud, aunque peor en empleo, y aún contamos con un alto índice de pobreza y exclusión (16%).
Llegamos a la conclusión de que el dinero no lo es todo, y que las políticas progresistas de bienestar social en todo el ciclo de vida tienden a obtener beneficios en la tercera edad. Nunca es demasiado pronto para prepararse (países con poblaciones jóvenes pueden beneficiarse de la inversión en sus personas mayores) y el envejecimiento requiere una acción, particularmente garantizar la seguridad del ingreso, el acceso a cuidados de salud asequibles y el fin de la discriminación por edad.
Esperamos que el Índice Global sobre el Envejecimiento enriquezca el debate sobre el desarrollo humano sostenible, más allá de la relación entre la inversión en el envejecimiento y el crecimiento económico. Tenemos que apoyar las capacidades y opciones de las personas a medida que envejecen, para el beneficio de todas las edades y, desde luego, eso requiere un camino contrario al del recorte de las pensiones y al de los copagos en la sanidad pública. Probablemente el posicionamiento de España en este índice, empeorará notablemente si se sigue por la senda de los recortes en políticas públicas esenciales; lo mismo que ocurrirá en la esperanza de vida, lamentable después de haber conseguido junto a Japón, ser el país con mayor esperanza de vida del mundo.