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Euskadi, borrón y... ¿cuenta nueva?

Javier Vizcaíno

A la hora en la que empiezo a escribir estas líneas apresuradas, ni Patxi López ni Antonio Basagoiti han puesto su cargo a disposición de sus respectivos partidos. Están tardando. Su absurda y anacrónica estrategia frentista les ha conducido a las derrotas más vergonzantes que se recuerdan en los últimos años. Ambos tienen acreditado un amplio historial de desconocimiento estratosférico del país que pisan... y que han llegado a cogobernar.

Sí, ya sé que les puede parecer extraño que inicie esta reflexión con los perdedores en lugar de con quienes han obtenido la victoria. Siendo meritorio el amplio triunfo del PNV —que hasta un minuto antes de cerrar las urnas habría firmado 25 escaños—, no se puede explicar sin perder de vista la actitud de los dos partidos que se han dado tan sensacional morrazo. La campaña en rojigualda y llena de muros y asustaviejas que ya no hacen efecto en casi nadie de este pequeño país ha sido la culminación de tres años y medio de despropósitos. El primero, por parte del PSE, entregarse en marzo de 2009 a un PP que no ve más allá de mapas del tiempo y banderas.

¿Cómo hacer política con quien no estás de acuerdo más que en la cacharrería identitaria? De ninguna manera. López ha firmado el peor Gobierno de la Comunidad Autónoma. Sin paliativos: el peor. Que no les cuenten que la culpa es de la crisis, que por brutal que sea —y más que va a ser—, es una broma comparada con la de los noventa, cuando la media de paro era del 24%, subiendo hasta el 50 en no pocas localidades industriales. Y que tampoco les alivien el luto con la milonga de que se empeñó en hacer una política de izquierdas, porque es mentira. En recortes no le ha andado en absoluto a la zaga a Rajoy.

Les dejo para otro día el relato de los mil y un disparates que han jalonado el mandato del que se gusta nombrar como el primer lehendakari socialista. Baste con que les diga que la compleja suma de individuos que compone lo que llamamos sociedad vasca se ha ido dando cuenta de todos y cada uno de ellos. Ya no está ETA como comodín del público para despistar.

Y puesto que he mencionado la ex-bicha, aquí aparece el segundo gran titular de la jornada electoral: el tremendo sorpasso de la Izquierda Abertzale. Quien se haya sentido sorprendido por cómo EH Bildu se ha erigido en la segunda fuerza politica vasca es que sabe bien poco de esta pecaminosa tierra. Si algo ha frenado al soberanismo más radical ha sido la existencia de un grupo terrorista. ¡Anda! ¿No era al revés? Pues no. Como se demostraba cada vez que unos comicios coincidían con una tregua, los votantes de esa opción se multiplican en ausencia de sangre. Esa es la auténtica derrota de la banda: que los votos se hayan demostrado más útiles que las armas.

Felicidades, de paso, a las luminarias que pensaron que la ilegalización era el camino para borrar del mapa unas ideas. Ha ocurrido exactamente al revés de lo planeado. Los siete parlamentarios que había antes de la ley seca ideológica se han multiplicado por tres... a añadir al Gobierno de Gipuzkoa y una representación también récord en Madrid.

Pero ahora viene la suma que de verdad acongoja en lo que Arzalluz bautizó como “más allá de Pancorbo”: PNV y EH Bildu han sumado 48 parlamentarios, es decir, dos tercios de la cámara. Eso también es inédito. ¿Se iniciará un proceso secesionista de aquí a poco? Miren ustedes, ahí me pillan. Si hay algo que caracteriza a la política vasca es que casi siempre —recalco el casi— ocurre algo diferente a lo que parece más lógico. Otra cosa es que los vascólogos tengan cintura y enseguida nos convenzan de que cualquier fenómeno ya lo tenían previsto y documentado.

Habrá que ver si la lucha por la hegemonía abertzale no acaba siendo el gran obstáculo para lograr, oh paradoja, algo a lo que aspiran unos y otros. Si PNV y EH Bildu se lían a ponerse recíprocamente de estalinistas y/o neoliberales derechosos, Rajoy y los contertulios de Intereconomía pueden estar tranquilos. Otra cosa es que hicieran caso a lo que sí parece —esta vez recalco el parece— un sentimiento creciente en esta sociedad: cada vez son más los quieren cortar amarras con España.

Ese es el balón que yo seguiría. Lo único verdaderamente nuevo que ha ocurrido en los últimos años y se ha acentuado (esto sí) con la situación económica es que ha surgido un soberanismo que no se basa exclusivamente en lo historicista ni en lo étnico. Hay cada vez más vascos que piensan, sin dramatismos, que su país iría mejor si pudiera elegir sus propias recetas. Pero de eso les hablo otro día, que hoy la pretensión era otra.

Permítanme un apunte final: la izquierda no soberanista, el quinto espacio, se ha quedado fuera del juego parlamentario por acudir a las urnas dividida en tres. En ese enunciado juraría servidor que hay una lección que aprender.

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