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Hepatitis C: historia de una infamia

El nuevo ministro de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, Alfonso Alonso, recibe la cartera de manos de su antecesora en el cargo, Ana Mato, durante la toma de posesión de su cargo. / Efe

Antón Losada

Adam Smith, ese recaudador de impuestos para la Corona británica que tanto invoca nuestra derecha cuando se pone liberal, sostenía que la obligación del Gobierno era evitar infligir a los gobernados más “injusticias, vejaciones e incomodidades de las estrictamente necesarias”.

Este Gobierno puede que sea muy liberal e incluso lea a Adam Smith, pero desde luego lo practica poco. En el caso de los enfermos de hepatitis C, no ha podido causarles más injusticias, vejaciones e incomodidades. Ni hecho adrede.

Cuando los enfermos empezaron a movilizarse reivindicando el tratamiento con Sovaldi, intentaron despacharlos con el argumento que lo ha legitimado todo durante estos años: es muy caro y no nos lo podemos permitir. Cuesta trabajo imaginar mayor injusticia que decidir quién vive o quien sufre, o muere, a cuenta del precio de un medicamento, como si fuéramos a las rebajas.

Pero esta vez no coló decir que salía muy caro y no se podía hacer otra cosa. Hasta a una sociedad tan depauperada como la nuestra le cuesta tragarse que alguien que haya podido contagiarse en un hospital o por donar sangre deba asumir semejante sacrificio.

Forzado a renunciar a la injusticia, el Gobierno se entregó a la vejación. Con Ana Mato al frente comenzaron meses de mentiras, falsas promesas y humillaciones innecesarias. Toda la sensibilidad y el tacto exquisito que el Ejecutivo ha deparado hacia la propiedad y confidencialidad de la multinacional farmacéutica Gilead, evitando incluso que sepamos cuánto cuesta realmente el fármaco, se ha tornado en frialdad y desconfianza hacia las peticiones de los enfermos.

Además de no cumplir ni una sola de las promesas hechas durante estos meses, el Gobierno parecía empeñado en convencernos de que los enfermos de hepatitis C son unos exagerados que inflan las cifras para acceder a dosis masivas de Sovaldi, no se sabe bien con qué oscuras intenciones.

El nuevo ministro, Alfonso Alonso, parece haber cambiado la humillación por la incomodidad como estrategia de gestión hacia unos afectados a quienes de momento ni se va a molestar en recibir. Como si no hubieran esperado ya bastante, acaba de crear una comité para elaborar una estrategia nacional y tenerles en lista de espera como mínimo otro mes más.

Cuando le pregunten, ya verán cómo nos cuenta que es cosa de los médicos y no una ocurrencia suya de político, para ver si a base de ponérselo más difícil los enfermos de hepatitis C se cansan, se desmovilizan o al menos consigue que dejen de salir en los medios.

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