De Iglesias, Sánchez y Corbyn
Señoras y señores, supongo que a estas alturas de la película ya saben ustedes quién es Jeremy Corbyn. El nuevo líder del laborismo ha sacudido la política británica. Es un “radical, que pone en peligro la seguridad y a las familias”, según la derecha en Londres. A los conservadores les ha faltado poco menos que decir que los campesinos deben echar el cerrojo a las gallinas en el corral, porque llega Jeremy con hambre de comerse sus huevos crudos.
Claro que aquí en España somos más originales. En el país donde ya oímos que Zapatero quería vender el país a los terroristas y que Pablo Iglesias volvería a la cartilla de racionamiento, hemos llegado a un arduo debate entre Iglesias y Pedro Sánchez por ver a quién se parece más “Jeremías” Corbyn. Según Pablo, el nuevo líder laborista se parece a Podemos. Y, de paso, Iglesias aprovecha para darle al PSOE. Mientras que Pedro, arreándole también al líder de la coleta, ve a Jeremy más en la órbita socialista. Así que, visto el espectáculo, lo mismo a quien le viene mejor Corbyn es al PP. Podría pensarse incluso que acaba de abrir en España una tercera vía, que no es la de Tony Blair, de quien reniega, y tiene a Mariano Rajoy encantado, viendo el toma y daca entre Iglesias y Sánchez. Solo falta que salga Pablo Casado a decirnos que “Jeremías” es del Partido Popular, aunque aún no lo sabe…
Coñas aparte, lo de Pedro, Pablo y Corbyn, me ha llevado a recordar un momento, allá por 2013, en el que reuní, en el primer programa que presenté en la televisión, a Pedro Sánchez, Pablo Iglesias y, también, por cierto, al propio Casado, Albert Rivera o Alberto Garzón… Por entonces, Sánchez e Iglesias no estaban en el top de la política, ni mucho menos. Pablo ni siquiera estaba en Podemos, porque no existía, mientras que Pedro me había contado alguna vez cómo trataba de que en el PSOE contaran más con él y se lo curraba, por ejemplo, en algunas tertulias. Tiempo después, Iglesias se vio en una tesitura de cierto parecido con Izquierda Unida. Me confesó que había intentado que IU contara con gente como él en las elecciones europeas y, como no había manera, era una de las razones de que fuese a montar un partido nuevo. Pedro y Pablo, como Corbyn, decían que se podían hacer otras políticas y fueron a por ello. Al igual que el nuevo líder del laborismo británico, los dos, Sánchez e Iglesias, tienen ahora la difícil tarea de demostrarlo. Pablo y Pedro, Pedro y Pablo lideran hoy al PSOE y a Podemos. Los dos se baten por llegar a ser presidente del gobierno, por derrotar a la derecha y, antes, buscan asentar su liderazgo y referencias como Jeremy Corbyn, en su particular pugna por ver quién es el “gallo” de la izquierda (si es que se puede decir así, porque también está abierto el debate entre estar con los de arriba o los de abajo, o con los de un lado o los de otro). ¿Es posible que en duelos como estos don Mariano se frote las manos?
Lo cierto es que, más allá de los parecidos y diferencias con un político de la larga trayectoria de Corbyn, lo que está en juego en España es la capacidad de liderar una alternativa que movilice e ilusione. Por encima de las diferencias entre Iglesias y Sánchez, lo que se disputa y lo que quizás debiera unirles a Jeremy Corbyn es la respuesta a un tiempo de recortes, que solemos llamar crisis, pero que hemos visto que pone en situación crítica a unos ciudadanos más que a otros. ¿Quién lidera en España la contestación a este aumento de la desigualdad? Con unos líderes sindicales prácticamente desaparecidos, con una lucha sindical criminalizada interesadamente, puede que la ciudadanía busque referencias, carisma, liderazgos, que vayan más allá de quién se parece al líder del laborismo británico. ¿Quién ofrece ideas claras, valientes y, al mismo tiempo, sensatas y realizables para acabar con las cifras de ganadores y perdedores en esta crisis? Corbyn se opone al “austericidio” británico, mientras que, aquí en España, acabamos de saber datos como que, desde el comienzo de la crisis, se han duplicado tanto el número de multimillonarios, como el de personas que carecen de lo más básico para vivir.
Hay un sector de ciudadanos desencantados, con dudas, de los que dicen que todos los políticos son iguales o parecidos, que probablemente buscan en el fondo a quien creer cuando se les promete que los recortes serán esta vez en el paro, las desigualdades o… la corrupción. ¿Quién lidera el programa más fiable para recortar la politización de la justicia? Cada vez más gente se pregunta por qué hay autoridades judiciales que hablan de un sistema que castiga al “robagallinas”, mientras esperamos que empiecen los juicios de los grandes casos corruptos, como la Gürtel, los ERES, lo de Urdangarin o lo de Pujol. Son los propios jueces quienes hablan de falta de medios, de herramientas de trabajo obsoletas o de una insoportable intromisión política. ¿Quién practica y se gana cada día la confianza de que combatirá el intervencionismo político en la justicia o, digo más, en la libertad de prensa o en el derecho de manifestación? La elección de Corbyn por los laboristas abre puntos de sutura importantes para analizar.
Y después de todo esto y, seguramente, de algunas cosas más, puede que aquí en España llegara un tiempo de búsqueda de pactos postelectorales. ¿Quién estaría en disposición de liderar alianzas? ¿Y de sacarlas adelante? En esto recuerdo, por cierto, otra anécdota, que ocurrió más de un año después de aquel primer programa de televisión de 2013. Iglesias y Sánchez debatieron por única vez hasta ahora en la tele. Además el día en el que había abdicado el rey. Me quedé flipando un poco por su duro rifi rafe y después me enteré de que los dos, Pablo y Pedro, no hablaban. Es posible que en adelante les toque hablar mucho más. Las propuestas de Corbyn serían un buen motivo de conversación. Aunque, con la “c” de Corbyn, se me ocurren algunas incógnitas más: carisma, credibilidad, coraje, claridad o, en definitiva, capacidad de movilización. Puede que todo esto Rajoy lo dijera más breve y de otra manera: Corbyn, sé fuerte.