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Opinión - ¡Nos comerán! Por Esther Palomera

Insurrección (versión Beta)

Concentración de protesta en Barcelona.

Elisa Beni

¡Abramos los ojos de una vez! Lo que estamos viviendo es algo nuevo, diferente, disruptivo. Por más comparaciones melancólicas o históricas que quieran hacerse desde uno u otro lado, asistimos en realidad al despertar doloroso a un nuevo siglo con marcos y  dinámicas completamente diferentes a las conocidas hasta ahora. Esta revelación es decisiva, porque mientras gobernantes, políticos y ciudadanos no seamos conscientes de la novedad radical de lo que acontece, seguiremos intentando usar instrumentos del siglo XX para encauzar rupturas y dinámicas sociales del siglo XXI. Creo que es exactamente lo que está sucediendo ahora. 

En Catalunya está teniendo lugar claramente una insurrección, pero no una con las dinámicas viejunas y agotadas de los siglos pasados sino una insurrección en versión Beta, una especie de primer ensayo de lo que constituirá la dinámica de la revolución o la involución política en el nuevo siglo. No sería la primera vez que en España se viven acontecimientos que barruntan lo que se extenderá por Europa. Si esto es así, si la gestión que los impulsores del procés han puesto en marcha fuera una iluminada prueba de laboratorio de cómo se van a producir las rupturas sociales y políticas a partir de ahora, entonces deberíamos plantearnos si los viejos y conocidos instrumentos de que disponemos podrán estar a la altura. 

La insurrección que se está produciendo en Catalunya plantea en realidad una pregunta profunda y difícil para la que no sé si tenemos respuesta. Ni unos ni otros. Y si no la tenemos, entonces es que Puigdemont y los suyos llevan razón y tenían un diseño capaz de ganar el pulso. La pregunta es: siendo que las democracias están basadas en el Estado de Derecho y en el monopolio del uso de la fuerza por parte de este ¿sigue siendo cierto que las democracias pueden usar ese poder coercitivo ante insurrecciones pacíficas y disruptivas como la que se nos plantea? Acabamos de ver la dificultad. Y si las sociedades ya no toleran el uso de ese poder coercitivo ¿qué otros instrumentos quedan para volver a restablecer el imperio de la ley sin el cual no hay convivencia democrática posible?

Las insurrecciones en versión Beta no solamente plantean el dilema de la desobediencia pacífica a las leyes de un estado democrático como algo honorable y valeroso sino que navegan a toda máquina por ese océano de la posverdad sobre el que flota todo el dilema que hoy asuela España. La posverdad no es una mentira o una manipulación. La posverdad es la capacidad de prescindir de la realidad o de la verdad. No importa. No existe. Da exactamente igual. Ante ese muro elástico, todos los intentos de introducir hechos, razones, argumentos rebotan una y otra vez. No, no estamos ante una manipulación de nadie. Estamos ante una realidad virtual y paralela en la que habitan muchos millones de personas de modo que, desde su orilla, somos nosotros, los otros, los que nos movemos en la constelación de lo inexistente. Por eso resulta a veces tan vano invocar el diálogo cuando se trata de un muro cósmico el que nos separa, como si viéndonos alargáramos la mano y ésta se extendiera en un espacio o tiempo infinito imposible de recorrer. 

Algunos llaman a eso el triunfo del relato de los independentistas frente al relato de la realidad pero, si fuera sólo eso, insisto, estaríamos en un escenario conocido y yo honestamente pienso que estamos en una mundo distinto que se empezó a gestar y dio su primer vagido en el 15M pero que, desde luego, no acabó allí. Cierto es que algunos de nuestros dirigentes políticos jamás han creído que con aquellas movilizaciones comenzaba una nueva y desconocida era y así nos ha ido y nos va. 

La idea de que Catalunya es para algunos un laboratorio en miniatura para lograr la fractura y la disrupción que pretenden, viene refrendada por la extraña colección de apoyos y movimientos europeos que se han producido a favor. La ultraderecha europea, representada en Farage, Wilders o Strache se ha posicionado en el Parlamento Europeo claramente a favor de los insurrectos. ¿Eso es por afinidad ideológica con el procés? ¿es porque creen realmente en su bondad democrática frente al franquista Estado español? Absurdo. No, no es por eso sino porque como dijo en un tuit Farage “esa será la forma en la que lidie la UE con los que disientan en el futuro”. Olvidó añadir que, por lo tanto, si la apuesta sale bien esa nueva insurrección 2.0 será el camino a seguir para fracturar definitivamente la estructura de vida europea. 

En el lado diametralmente opuesto, las fuerzas disruptivas de la política española, Podemos fundamentalmente, también ven claro que éste es el momento y la causa que puede permitir fracturar lo que denominan el régimen de 78 y el sistema monárquico para instaurar esa democracia 2.0 que es, según sus términos, la real. 

Así que asistimos no sólo a una forma de revolución nueva que bloquea los tradicionales modos disuasorios de los estados modernos -uso de la violencia legal entre ellos- sino también con un ensayo de cómo podrían disgregarse de forma novedosa los regímenes actuales. Los que hayan seguido la conexión rusa, que algunos afirman sobre vuela el modelo, se darán cuenta de que también cuadra con este nuevo escenario. Insisto ¿qué medios tiene un estado democrático para hacer prevalecer la ley ante masas pacíficas y no revolucionarias que se insurreccionan en sociedades que no toleran el uso de la violencia legal? Ojo porque ni los que jalean a los policías desde los costados más rancios del ring están en realidad preparados para asumir la violencia. Al menos no cerca y al menos no en primera persona. Y probablemente sea lo lógico a partir del modelo de sociedad que tenemos.  

No tienen que estar de acuerdo con lo que expongo ni tomar partido. Sólo pretende ser una reflexión constructiva, porque si el escenario es nuevo y el fenómeno desconocido ¿nos van a servir los que sólo tienen soluciones procedentes del pasado, rígidas y analógicas ante una revolución que podríamos llamar digital?

Si la respuesta es la que yo creo, avanzamos a palos de ciego en un territorio totalmente ignoto con consecuencias desconocidas. Fíjense que los nativos políticos digitales, los que han llegado a la escena pública ahora, lo tienen meridianamente claro. Sería un alivio que alguien, entre los que creemos en el marco de convivencia del que disfrutamos, se diera cuenta de todo ello aunque me temo que la historia suele ser contumaz y nos regala pocos visionarios. Madrastra España. 

 

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