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Liquidación por cese

La secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, y el ministro de Educación, José Ignacio Wert. / Efe

José María Calleja

En el amplio catálogo de liquidaciones por derribo del Estado de bienestar al que asistimos, resulta especialmente demoledor constatar cómo casi dos millones de jóvenes, entre los 19 y los 25 años, ni estudian ni trabajan, aunque tengan formación.

Asistimos a la angustia de los desahuciados, a la desesperación de los robados con las preferentes, a los pensionistas menguantes, a la frustración abismal de los adultos parados crónicos, a las mujeres expulsadas del mercado laboral cuando acababan de llegar a él; a la gente que vive en el umbral de la pobreza o, directamente, ha caído en lacerantes situaciones de miseria. El nivel y la variedad de nuestras situaciones de destrozo es muy alto y, en este paisaje, ver cómo decenas de miles de jóvenes que han estudiado no tienen trabajo, no siguen estudiando, no pueden tener una mínima esperanza de futuro y se ven resignados a vivir en casa de sus padres, en el mejor de los casos, resulta descorazonador.

Según los datos de la OCDE, el porcentaje de jóvenes que ni estudian ni trabajan ha subido un 69% en España.

Vemos cómo se presentan en masa miles de personas para un número exiguo de plazas en los sectores más chocantes, cómo se aceptan trabajos por 200 o 300 euros y cómo miles de jóvenes han llegado a la conclusión de que su futuro, de existir, está en otro país.

En este paisaje, resulta doblemente insultante el plan de Wert para mandar a la calle a los estudiantes que no tengan dinero para pasar los cursos sacando entre un 5 y un 6,4. Plan que parece que finalmente no saldrá adelante, pero cuya enunciación ha servido para reflejar de manera cruda el concepto que el todavía ministro tiene de la Universidad, del estudio y del país en que vive.

La idea de la que parten los de la FAES es que en España hemos estudiado en la Universidad por encima de nuestra posibilidades. Cree Wert firmemente que solo pueden estudiar en la Universidad aquellos que salgan directamente colocados en una empresa –en la situación actual estudiarían unas docenas de jóvenes–, que en la Universidad no caben todos y que ya está bien de tanto universitario.

Lo cierto es que uno de los avances más significativos de los años democracia ha sido el aumento en el número de universitarios. Nunca tanta gente ha estudiado en la Univeridad española como ahora. Esto es algo bueno para el nivel de formación de un país, para cualificación de sus gentes, para su calidad de vida.

Digo esto siendo consciente de la frustración que supone estar preparado, notablemente preparado en muchos casos, y no encontrar ningún trabajo o tener que sobrevivir en empleos que nada tienen que ver con la cualificación adquirida.

Pero el que haya muchos estudiantes universitarios no es bueno solo porque estar bien preparado ofrece más posibilidades de encontrar trabajo que estar menos cualificado; es que la formación universitaria de calidad redunda en el nivel de calidad de vida de la gente.

Afortunadamente, el plan de Wert para echar de la Universidad a la gente que menos tiene no ha salido adelante, pero ha quedado claro qué lo movía.

Como en tantos otros sectores, cuando se quiere dar el hachazo se echa la culpa a los sujetos recortables, los estudiantes en este caso. Se les afea haber vivido en una supuesta Jauja y se dice que todos los recortes son para “mantener el sistema”.

Lo cierto es que, como en otros sectores, también aquí se aprovecha la crisis para tumbar ese Estado de bienestar en liquidación por cese del negocio.

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