Marcando las diferencias
En este debate sobre las elecciones europeas en que Europa estuvo ausente, quedó bien claro que el candidato del PP, Miguel Arias Cañete, vive en un país de las maravillas, tan “maravillosas” como lo fueron, a su juicio, las condiciones del rescate bancario que pagan la mayoría de los ciudadanos españoles no solo con sus impuestos, también con los recortes que ha aplicado el Gobierno de Rajoy a las prestaciones sociales esenciales y a los derechos laborales. Pero la candidata del PSOE, Elena Valenciano, llegó dispuesta a amargarle la fiesta, no tanto por atacar a su contrincante como por demostrar a los votantes indecisos y a los cabreados con el tijeretazo de Zapatero, que PSOE y PP no son lo mismo. Ese es el objetivo fundamental de los socialistas, la única manera que tienen de intentar recuperar el voto, porque si algo les ha hecho daño en los últimos años ha sido el eslogan, precisamente del 15-M, de que los dos grandes partidos hacen las mismas políticas. Ese empeño es el que permitió también que en la TVE controlada por el PP se desgranara la infinita lista de problemas sociales que sufren hoy tantos españoles.
Por resumir. Cañete se dedicó -en un original debate leído- a cantar las alabanzas de la política del Gobierno de Mariano Rajoy que, según él, ha conseguido que España vuelva a ir bien, y a atacar a los socialistas sin piedad -y sin preocuparse por la veracidad ni la actualización de los datos aportados- porque tienen, según se desprendía de sus palabras, la costumbre de hundir el país. Es decir, que el candidato del PP arremetió con la herencia que Rajoy se comprometió a no utilizar políticamente en su debate de investidura, hace dos años y medio, y que se ha convertido en su único argumento de legislatura y de campaña electoral. Pero Valenciano se empeñó en desgranar las consecuencias de las políticas de recorte aplicadas por el PP y las penurias que causan en cientos de miles de españoles que se han quedado sin ayudas a la dependencia, sin becas, sin subsidios de desempleo, sin derechos laborales y civiles. “Hay que reducir el déficit y pagar la deuda, pero sin que nos cueste la vida”, dijo en su intento de recuperar votantes perdidos en 2011 y de achicar el espacio a su izquierda.
Así que el debate fue una reedición de lujo del “y tú más” al que se dedican en las sesiones parlamentarias. Y ninguno acabó de explicar qué motivos hay para que los ciudadanos se decidan a ir a votar el domingo 25, ni habló mucho de Europa. Solo la socialista insistió en que con un cambio de mayorías en la Unión Europea se podrá acabar con el austericidio, se harán políticas de crecimiento, se fomentará el empleo y se flexibilizarán las exigencias de reducción del déficit. Pero ahí el popular pareció aliarse con los grupos a la izquierda del PSOE al asegurar que la socialdemocracia apoya esas políticas austericidas en Europa. Olvidando, de nuevo, los matices. Porque minutos antes se había visto en Euronews un debate de los cinco candidatos que pueden optar a la presidencia de la Comisión Europea y ahí quedaron claras las diferencias entre el socialdemócrata, Martin Schulz, y el democristiano luxemburgués, Jean-Claude Juncker, y eso que Schulz es alemán y su partido gobierna ahora en coalición con Angela Merkel.