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Moción de censura o complicidad

Mariano Rajoy y Esperanza Aguirre, en una imagen de archivo.

Carlos Hernández

Falta mucha mierda por salir a flote, casi toda, pero ya sabemos lo que ha ocurrido, lo que ocurre y lo que ocurrirá si alguien no lo remedia. Las grabaciones realizadas por la policía a los investigados en la operación Lezo han puesto rostro, voz y entrecomillados a los planes de esa mafia corrupta que nos gobierna desde hace años. La reacción política de la oposición ya no puede limitarse a la petición de dimisión de una sexagenaria, de un secretario de Estado presuntamente chivato, del fiscal Procorrupción o del ministro que maneja los hilos. Si se van, pondrán a otros que actuarán exactamente igual que los dimitidos. Los líderes de Ciudadanos, Unidos Podemos y el PSOE saben perfectamente que será así.

A pesar de las presiones, las amenazas y las represalias, buena parte de la judicatura, de la policía, de la fiscalía y de la prensa está haciendo su trabajo. Este grupo de incorruptibles, representado en estos días por la figura de Eloy Velasco, nos ha ido poniendo encima de la mesa todas las pruebas. Cajas B, sedes remodeladas con dinero negro, sobresueldos, campañas pagadas por empresarios a cambio de adjudicaciones de obra pública, corruptos que son avisados por altos cargos del Gobierno y/o de la judicatura, ministros que se reúnen con investigados y que les mandan SMS de apoyo, “periodistas” que actúan como mamporreros de quienes tratan de ocultar los hechos, más “periodistas” que son colocados en RTVE para defender los intereses de la mafia, delincuentes que conocen con antelación el nombre del nuevo fiscal Anticorrupción y que celebran su designación como si de una absolución sobrevenida se tratara.

Políticos, fiscales, empresarios, periodistas… todos unidos para evitar que los españoles sepan lo que ya es una gran evidencia: no había piezas podridas en el cesto; todas las manzanas habían sido preparadas para que su fermentación diera como fruto una rica sidra con la que financiar el partido y, de paso, con la que alimentar algunas bodegas privadas.

Esa es la razón por la que no limpian en el PP, por la que siempre defienden a ultranza a los sospechosos hasta el mismo momento en que son metidos en un furgón camino de Soto del Real, por la que sus abogados intentan anular los procesos y retrasar las investigaciones, por la que se destruyen discos duros, se destierra a magistrados como Baltasar Garzón o se destituye a fiscales honestos como el que investigaba la corrupción en Murcia. No limpian y no lo van a hacer porque si lo hicieran, ellos, con Rajoy a la cabeza, tendrían que salir por la puerta.

Sabemos, pues, lo que han hecho y sabemos que tratarán de encubrirlo por todos los medios a su alcance que no son pocos, ya que manejan los resortes del Estado. Es la hora, por tanto, de que el resto de partidos políticos haga su trabajo como lo han hecho denunciantes, fiscales, policías y magistrados. Hombres y mujeres que se han jugado, con su valiente actuación, mucho más que un mejor o peor despacho en el Congreso de los Diputados.

PSOE, Unidos Podemos y Ciudadanos deben actuar ya, evitando que se sigan utilizando los medios estatales para impedir la depuración penal, administrativa y política de responsabilidades; y eso solo se consigue desde el Gobierno. Las tres formaciones tienen que sentarse a negociar la forma de derribar al Ejecutivo de la corrupción, la policía política y la justicia teledirigida. Sus líderes no paran de repetir que su principal preocupación es el bienestar de los españoles y, sin embargo, están demostrando que solo miran por los intereses estratégicos de sus partidos. Cada día que pase, cada nuevo dato que conozcamos dejará en evidencia al PP, pero también a las demás fuerzas políticas por su premeditada pasividad.

Ciudadanos no puede seguir manteniendo por más tiempo la doble excusa en la que sustenta su respaldo al PP. Ya no se sostiene el argumento de que su apoyo sirve para elevar el nivel de exigencia y de transparencia; ahí están para demostrarlo las reuniones del ministro Catalá, los conchaveos en los despachos de Interior o los ceses y nombramientos de fiscales. Tampoco puede seguir apelando al miedo a Pablo Iglesias. Los españoles saben que Podemos y sus confluencias gobiernan en ayuntamientos y comunidades autónomas sin quemar iglesias ni devorar niños al amanecer. Su gestión en Madrid, Barcelona, Zaragoza o la Comunidad Valenciana puede, como todas, ser más o menos discutible; sin embargo, no solo no se han dedicado a montar una trama corrupta de dimensiones colosales para saquear el dinero público como ha hecho el PP, sino que están reduciendo la deuda y saneando las cuentas. Ya no cuela señor Rivera escudarse en Venezuela para defender el Chicago de los años 20.

Podemos, por su parte, puede seguir adelante con su 'tramabús' y con todas las iniciativas que considere oportunas para denunciar… pero tiene también que utilizar los cinco millones de votos para actuar ahora, eficazmente, contra esa trama. Lo mismo debe hacer el Partido Socialista que no puede seguir preocupado únicamente de ganar tiempo para recomponerse, sin que parezca importarle que ese tiempo sea utilizado por otros para proteger a delincuentes y perpetuar una democracia de bajísima calidad.

Es obvio que no se trata de una tarea fácil, pero la gravedad de los acontecimientos obliga. PSOE, Unidos Podemos, Ciudadanos y otros grupos políticos deben buscar y encontrar una fórmula para sacar del poder democráticamente a este PP. España necesita un Gobierno de transición que se dedique, prioritariamente, a limpiar a fondo la mierda. Hay que dotar de medios a los jueces para que puedan investigar, nombrar fiscales independientes, acabar con la policía política, devolver el mando a los comisarios honestos y restaurar la pluralidad en los medios de comunicación públicos.

No sirve una convocatoria electoral anticipada; no se puede jugar en un terreno repleto de trampas y con un trío arbitral que todos sabemos que ha sido sobornado. Limpiemos primero y votemos después. Sonará todo muy utópico y, sin embargo, solo hay que mirar el reparto de escaños en el Congreso para ser consciente de que las cuentas salen. Solo hay que querer limpiar. ¿Querrán?

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