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Se va Hessel. Es nuestro turno.

El pensador francoalemán Stéphane Hessel

Rosa María Artal

Acaba de morir Sthèpane Hessel. Tenía 95 años. Su libro ¡Indignaos! ( 2011), 19 páginas, tamaño apenas de cuartilla, editado en Francia en una pequeña editorial y vendido a 3 euros, fue una sacudida que impregnó a medio mundo y caló particularmente en España. Un ataque frontal al neoliberalismo y sus políticas degradadoras, un llamamiento a la juventud para que tomara las riendas. Era un panfleto, el renacer del género y apareció en España con prólogo de José Luis Sampedro vendiendo varios cientos de miles de ejemplares. Tenían la misma edad, unos meses menor Hessel que no ha llegado a cumplir los 96 en Octubre.

Sin apearse ni de la vida ni de su constante lucha, ambos hombres arrostraron los achaques lógicos de la avanzada vejez para dar una lección de empuje y coherencia. Eran muy distintos. Hessel se crió entre la intelectualidad -hijo de una pintora, mujer singular e inconformista, y de Jules, judío alemán traductor de Proust-, en la familia que dio origen a la película Jules et Jim de François Truffaut. Debido a su origen judío el joven Sthèpane fue detenido y recluido en los campos de concentración de Buchenwald y Dora-Mittelbaus, donde fue torturado. Lejos de salir vencido, siguió su lucha y en 1948 sería uno de los redactores de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, el anhelo de un mundo mejor. Sampedro, a la par, aspiraba en su niñez otras culturas en Tánger, para comenzar a trabajar a los 16 años ya en España, tras ganar una oposición a funcionario de aduanas, y escribir libros que aguardarían incluso más de cuatro décadas en ser publicados. Casi un siglo ambos de trayectoria plena e insobornable compromiso. La preocupación por la deriva de la sociedad actual les unió.

Juntos estuvieron en un acto en España, organizado por la embajada francesa. Largas colas, sobre todo de compatriotas de Hessel en un día de lluvia. Le veneraban. Estaba por encima de todos. No había otro en Francia como él, decían. “No, en España no sentís lo mismo por nadie”, comentaron.

Hessel nos regaló “un pequeño prólogo también para Reacciona (2011), el libro que en España siguió su senda y que apareció casi simultáneamente a Indignaos. España se encontraba mucho peor, cobrábamos –sin ir más lejos- la mitad del sueldo de nuestros vecinos franceses. En aquél texto que coordiné, participaron José Luis Sampedro, Mayor Zaragoza, Baltasar Garzón, Ignacio Escolar, Àngels Martínez Castells, Lourdes Lucía, Juan Torres o Javier Pérez de Albéniz, entre otros. También fue muy influyente. Hessel abría la puerta a la convocatoria a hacer algo ante lo que nos sucedía:

“Frente a los peligros que enfrentan nuestras sociedades interdependientes, es tiempo de acción, de participación, de no resignarse. Es tiempo de democracia genuina. Tiempo de movilizarse, de ser actores y no sólo espectadores impasibles, progresivamente uniformizados, gregarizados, obedientes”.

Apenas han pasado dos años de aquellos días y parece una eternidad. Muy poco después arrancaría -y no por casualidad- el 15M como una eclosión de ciudadanía, llenando las plazas de España, enarbolando la indignación de Hessel. Luego llegó el cambio político en España, hacia más neoliberalismo. Luego llegó… mucha más injustica, mucha más desesperación, indignación... dosificada. Decía Hessel que “la dificultad agudiza el ingenio”.

Precisamos mucho del que ahora se va con el gran hombre francoalemán y universal. Sobre todo, el compromiso del que él nunca dimitió. Es necesario tomar el relevo. No son tiempos de desperdiciar la energía ni los terrenos ganados que se están yendo por un sumidero. El final de Indignaos cobra hoy todo su significado: “Una verdadera insurrección pacífica contra los medios de comuniciación de masas que no proponen otro horizonte para nuestra juventud que el del consumo de masas, el desprecio hacia los más débiles y hacia la cultura, la amnesia generalizada y la competición a ultranza de todos contra todos”. Llamando “a los que harán el Siglo XXI” a la acción porque “Crear es resistir, resistir es crear”. Él descansa ya, es nuestro turno.

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