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¡Pedro, no nos falles!

Gumersindo Lafuente

Se acerca la vuelta al cole. Los anuncios de El Corte Inglés, infalibles, nos lo anuncian en la radio. Y los odio. El final del verano me ha sumido durante años en la mayor de las tristezas. Se acababan las disculpas y las trampas. Llegaba el momento de la verdad, de enfrentase al colegio, al vértigo de no haber hecho las tareas, a los exámenes de septiembre, a pasar de curso por los pelos.

Lejos por la edad de todo eso, aún me siguen estremeciendo las publicidades que nos abocan al inevitable regreso a la realidad más auténtica de lo cotidiano. Del trabajo, la familia, las facturas, los impuestos y demás. Sin embargo, este no ha sido un verano cualquiera. Ha sido diferente. Extraño, intenso, duro, apasionante y también decepcionante.

Tuvimos un principio amargo. Perdimos la Eurocopa y vimos pasar al cometa Obama por España tan rápido, que a nuestros políticos todas las fotos que se hicieron con él les salieron movidas. La buena imagen de Vueling, trabajada durante años, se esfumó en tres días de caos y enseguida pasó a sustituir a Ryanair en los chistes de retrasos. Felipe González nos agobió con entrevistas, declaraciones y artículos con su renovado sentido de la responsabilidad histórica. Se nos murió Emma Cohen mientras media humanidad (al menos eso decían los periódicos) andaba cazando pokemons. Y llegó el atentado de Niza, de una brutalidad tan estremecedora, que parece mentira que casi lo hayamos olvidado. Pero ni era el primero, ni, por desgracia fue el último. Este ha sido en ese sentido uno de los veranos más aterradores de los últimos años.

Y ya sin tregua, vivimos una intensa noche de golpe de estado en Turquía, seguido de una verdadera caza de brujas. Y nos empezamos a preocupar por la salud de la banca italiana, pero nos libramos in extremis de la multa de Bruselas por superar el déficit. Supimos también que había problemas para llamarle Lobo a un niño y que un toro mató a Víctor Barrio en una plaza de Teruel, lo que algunos desalmados aprovecharon para burlarse en las redes sociales. Y estamos rematando agosto entre la tragedia del terremoto de Italia, esas catástrofes naturales que se cobran vidas de inocentes y tras las cuales siempre queda la duda de que algo se ha hecho mal cuando uno ve casas enteras junto a otras hechas añicos; la esperanza por la paz en Colombia; y el problema sin resolver de los refugiados.

Tuvimos Juegos Olímpicos. Fueron en Río, en Brasil. Y a pesar de los malos augurios, todo funcionó. De hecho, fuera de lo deportivo, la noticia la protagonizaron cuatro nadadores norteamericanos que denunciaron haber sido atracados a punta de pistola. Todo mentira para tapar una noche de juerga y desenfreno. También llamó la atención el machismo enquistado en los titulares de los medios, sobre todo de los deportivos. Quiero creer que aquí, la buena noticia es que eso haya sido noticia.

Pues bien, en estos intensos días estivales, sometidos a todo tipo de incertidumbres, España sigue sin elegir presidente y con un gobierno en funciones. Y por lo que vemos, parece que nos va mejor así que con un mal gobierno. Algunas carteras han ido quedando vacantes. Un escándalo, un nuevo nombramiento, cada vez son menos los ministros. Y para sorpresa de los agoreros, hasta la economía va mejor de lo esperado. Es verdad que en el Congreso no se aprueban leyes, pero sufriendo los recortes en libertades y prestaciones sociales de las aprobadas en la legislatura de la mayoría absoluta del PP, casi es bendita esta parálisis.

Además, cuánto estamos aprendiendo de los impulsos renovadores de Albert Rivera y sus elegantes muchachos. Las negociaciones con el PP están siendo muy didácticas. Ahora vamos a saber el verdadero significado de la palabra corrupción. Eso sí, todo por España, por responsabilidad histórica y con las bendiciones del señor González Márquez y bajo la atenta mirada de Cristina Cifuentes, que por si no se han enterado, no se ha ido de vacaciones, tan preocupada que está ella por nosotros. Eso sí, no se ha cansado de echarle en cara al resto de la humanidad el tomarse unos días de asueto.

No les digo más, se ha puesto tan pesada, que me empieza a caer bien Pedro Sánchez en Ibiza y su firme decisión de no respaldar de ninguna manera un gobierno presidido por Mariano Rajoy. Debe ser que el calor, los anuncios de El Corte Inglés y el agobio de que llegue septiembre me está afectando gravemente. ¡Pedro, no nos falles!

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