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“¡Pi, pi, piiiii, gilipollas, loco, quítate de ahí!”

Gumersindo Lafuente

Inauguramos en Madrid, es verdad que a trancas y barrancas y en una versión eléctrica que plantea muchas dudas, una nueva etapa de civilidad. La incorporación de la bici como transporte urbano cotidiano se ha ido produciendo poco a poco, pero ahora, con el estreno de un sistema de alquiler público parece que se le va a dar el gran empujón.

Mucho antes sucedió esto en otras ciudades europeas. Algunas tenían esta tradición de siempre, otras como París, Londres, Sevilla o Barcelona se pusieron a pedalear en la última década.

Madrid, siempre con el lastre de la cortedad de miras de sus alcaldes (Gallardón, antes, ahora Ana Botella), llega muy tarde y sin la necesaria educación de los que hasta ahora han sido los amos de la ciudad, los coches y los que los conducen.

Todo está organizado para ellos, para su comodidad, para su circulación. Los peatones han de correr apresurados para cruzar un semáforo, los automóviles circulan a sus anchas, casi siempre más rápido de lo permitido, casi siempre imponiendo su tamaño, su amenaza.

No puede ser este más que un texto militante. Caminar, ir en bicicleta, son aportaciones de civilidad para una ciudad cada día más deshumanizada, incluso imperiosa necesidad para mantener el aire lo suficientemente limpio para que no nos envenene a todos. Pero la reacción de los hasta ahora reyes del asfalto empieza a ser muy agresiva.

Voy en bici de manera cotidiana (algo que me hace ser más feliz y me permite estar más sano) y es cada vez más frecuente tener que aguantar los insultos de los conductores. Pitidos, impaciencia, groserías, prepotencia. Me dirán que estorbamos, que a veces vamos por donde no debemos, que tenemos que circular por la derecha, que hay que ponerse el casco, que nos saltamos los semáforos... Lo siento, incluso aunque fuese verdad, son meras disculpas para intentar justificar la mala educación. Intentos desesperados para seguir disfrutando del uso casi en exclusiva de un espacio urbano que debería ser de todos. Lamentos vanos de los que están a punto de perder sus privilegios.

Ciclistas, estamos ante una gran oportunidad. Ocupemos la calle. Circulemos con tranquilidad y educación por donde la ley nos lo permite. No nos dejemos acosar. Demostremos que hay otras maneras de ser ciudadanos.

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