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Podemos ganar desde las ciudades y los pueblos: una apuesta por las municipales

Juan Manuel Brun / Roberto Mazorra

Miembros del círculo Podemos Santander —

Uno los asuntos que más polémica está generando en el proceso constituyente que se está fraguando en Podemos es el relacionado con las elecciones municipales que se celebrarán el próximo año.

En el borrador político signado por Iglesias y sus colaboradores se apuesta por preservar la marca “Podemos” y solo concurrir a las municipales, llegado el caso, embutido en otras siglas o participando y/o impulsando candidaturas ciudadanas. En definitiva, el documento opta por no dar la batalla directamente como Podemos en las próximas elecciones locales.

Esta decisión – que por lo sabemos no concitó la unanimidad del equipo promotor- fue una decepción para muchos integrantes de Podemos, y por lo que hemos podido testar también para muchos de sus posibles votantes. Es obvio que no podemos acudir a las elecciones municipales de cualquier manera, pero nadie está proponiendo esa fórmula maximalista. En el grupo de trabajo en el que nos hemos integrado, coordinado por el equipo Rebite (Granada) y en el que participan más de una decena de círculos, se ha elaborado una adenda municipal (Claro que podemos.... Democracia ciudadana) llena de filtros, controles y cautelas con los que se pretenden minimizar los principales riesgos y temores identificados en el documento de Pablo Iglesias. Habría que acudir a las municipales solo en el caso de contar con una candidatura confiable, que hubiera superado además una serie de filtros y cumplido también una serie de condiciones.

Pero si estas circunstancias se dieran, nosotros nos preguntamos ¿por qué entonces no podemos ser Podemos?

Las elecciones municipales son una oportunidad histórica.

El municipio constituye el primer eslabón del poder político, la institución más cercana a la gente, con importantes competencias en la gestión del bienestar social; y, desgraciadamente, también el ámbito en el que afloran de forma más insistente las prácticas corruptas que hemos decidido erradicar. La gente confía en Podemos para despejar ese desolador panorama. Pueden existir, es cierto, iniciativas municipales tan fiables como las nuestras, pero son en general bastante desconocidas por la mayoría de la población. Si ya es complicado conseguir que la gente confíe en un proyecto incluso cuando lo conoce, ¿cómo conseguir conquistar esa confianza para un proyecto desconocido? Eso, sin contar con el baile de nombres y siglas que se van a generar a lo largo y ancho de la geografía nacional, que convertirá en muchos casos en misión imposible detectar el partido, movimiento o agrupación que apoya o en el que se integra Podemos. Por lo pronto se habla de que en algunos sitios intentaremos ganar con ganemos, en otros seremos somos, en otros iremos con las mareas, etc., con la consiguiente confusión para mucha gente. ¿No aprendimos una gran lección en las pasadas elecciones europeas, con la impresión del rostro de Iglesias en las papeletas?, ¿no comprobamos ahí lo importante que es a nivel estratégico – o meramente aclarativo- que la gente sepa a quién está votando, sobre todo cuando hay una veintena de papeletas encima de la mesa, con nombres en muchos casos similares?

Y tampoco perdamos de vista, las dificultades, digámoslo así, emotivas y consuetudinarias, de coger dos papeletas distintas, y votar con una mano a Podemos en las autonómicas y con la otra mano a otro partido diferente. La sensación para muchos sería cuanto menos extraña, al menos de principio por lo inusual. Es cierto que las costumbres absurdas o contraproducentes hay que cambiarlas, pero no es menos cierto que mientras no se cambian siguen siendo costumbres y siguen teniendo un peso innegable incluso para la adopción de decisiones de tanta trascendencia como esta. La gente no está acostumbrada a votar una cosa en las municipales y otra en las autonómicas, y nosotros además de propinarle un batiburrilo de nombres, les estamos pidiendo también que cambien una costumbre más o menos inveterada. Difícil.

Además, en muchos lugares candidaturas ventajistas o directamente corruptas se apropiarán del nombre de ganemos, somos u otros similares para confundir a los votantes y cosechar unos votos que no hubieran recolectado de no haberse generado esa confusión.

Las elecciones municipales son una gran oportunidad. Creemos que son fundamentales para consumar el fin del ciclo político al que aspiramos. La conquista del poder municipal podría jugar un papel fundamental en la posterior implementación de nuestras políticas de transformación social. Lo hemos comprobado –por desgracia- con el enorme poder que ostenta el PP a nivel municipal. Los municipios gobernados por la derecha se han constituido en muchos casos en la palanca –y no en el freno, como podían haber sido – de la salvaje escalada de recortes llevadas a cabo por su partido en el ámbito estatal. Tenemos que tomar nota de esto. Según los resultados que obtengamos en unas y otras elecciones, los municipios pueden constituirse en la palanca del cambio consumado a nivel estatal o ser el freno de ciertas políticas regresivas, en el caso de no haberse producido todavía dicho cambio.

Uno de los argumentos más recurrentes que se esgrimen en contra de acudir a las municipales es que una mala ejecutoria de Podemos en un puñado de municipios podría comprometer el buen resultado que se augura para las generales. Nosotros percibimos este asunto de otro modo, ¿no sería posible lo contrario?, ¿no sería posible que una ejecutoria honesta y valiente de nuestros concejales y alcaldes convencieran a muchos escépticos de que el cambio es posible y eso nos impulsara en las generales? ¿No se ha pensado que estar en las instituciones ayudaría a que mucha gente empezara a percibirnos como una alternativa real de gobierno?

Siendo realistas, las posibilidades en uno y otro sentido están francamente acotadas. Las elecciones generales son sólo seis meses después de las municipales, y no olvidemos que en medio de ellas discurre además el periodo estival. No hay tiempo material de aplicar políticas municipales que vayan más allá de lo simbólico (los presupuestos municipales, por ejemplo, se presentan a principios de año). No hay tiempo para perpetrar desaciertos tan graves que pongan en peligro las perspectivas electorales que tenemos para las elecciones generales. Es más, resulta más sencillo pensar en la posibilidad contraria; esto es, que crezcan las expectativas electorales y la ilusión y la esperanza de la gente en nuestro proyecto, adoptando en los ayuntamientos una serie de medidas de carácter simbólico, de gran marchamo ético que den idea de los cambios que podemos llegar a suscitar.

Estar en los municipios, creemos, es una gran oportunidad

Seguro que muchos de los contrarios a presentarnos a las municipales se preguntarán: ¿Oportunidad para qué?, ¿para sacar un número testimonial de concejales en muchos municipios? No lo creemos, pero aún este caso gozar de este carácter no estaría nada mal. Testimonial viene de testimonio, que supone según la Real Academia de la Lengua, prueba, justificación y comprobación de la certeza o verdad de algo. Estar en los ayuntamientos nos permitiría ser testigos directos de las prácticas corruptas que estamos denunciando y nos permitiría además conocer más de cerca los instrumentos que permitirían luego erradicarlas. Esta cercanía haría que nuestras denuncias y propuestas para frenar estas prácticas ganaran en consistencia y credibilidad ante la ciudadanía.

Entroncado con lo anterior, es obvio que nuestra irrupción en los Ayuntamientos tendría también un carácter disuasorio para la generación y difusión de esas prácticas. La connivencia entre los partidos de la casta ha permitido la floración impune de esos desmanes, pues unos y otros esperaban aprovecharse de ellos cuando les llegara su turno de gobierno. Esta “omertá” tácita desaparecería o al menos se limitaría al estar nosotros en las instituciones.

Si ya desde fuera de los ámbitos de poder estamos cambiando ciertas dinámicas, ¿no se multiplicaría ese efecto profiláctico si estuviéramos no en la periferia de las instituciones, sino dentro de ellas?

Hay otro asunto que nos parece también importante destacar. No acudir a las municipales puede desmotivar a gente que acude a los círculos y asambleas de Podemos con la intención de transformar la política local.

Dentro de la comisiones, por ejemplo, de extensión, hay mucha gente que se ha estado reuniendo con vecinos, asociaciones y movimientos sociales con la intención de conocer los problemas que se suscitan en la esfera local. Todo esto lo hacen con la esperanza de solucionar los problemas que han ido detectando. La gente no se reúne para hacer literatura municipal, sino para transformar la realidad municipal. ¿Cómo va a afectar la decisión de no acudir a las municipales a la gente que acude a los círculos para cambiar la realidad local? ¿Podemos arriesgarnos a perder un capital humano tan importante?

Y al final, ¿cuál es la razón por la que asumimos todos estos riesgos que hemos apuntado?, ¿cuál es el motivo para perder lo que podría ser , dentro de la de incertidumbre que tiene lo conjetural, una oportunidad posiblemente histórica? ¿Para preservar nuestra marca? ¿Para llegar limpios y con las perspectivas intactas a las elecciones generales? Aparte de otras consideraciones, esa pretensión es ilusoria. La marca Ganemos u otras similares, independientemente de que concurramos con ellas en diez o en cien territorios, independientemente de que lo hagamos a nivel individual o colectivo, se va a asociar a Podemos irremediablemente. Si nos integramos en esas candidaturas –incluso aunque lo hagamos solamente de forma individual pues la gente no hace esta disociación tan fácilmente sobre todo si las caras son similares en uno y otro proyecto – se nos van a imputar sus errores, no habrá “reserva de marca”. Además, asumimos todos los riesgos sin posibilidad siquiera de limitarlos, pues no tendremos control real sobre las decisiones que se nos van a imputar.

Pero por encima de todas las razones que acabamos de esgrimir hay para nosotros una razón con mucho más peso y que tiene que ver con respetar lo que somos –o al menos lo que hemos dicho que somos – y con respetar a la gente que está confiando en nosotros y que nos ve como algo distinto al resto de partidos políticos. Jugar con las palabras, con los signos, con las siglas, promover agrupaciones de electores que nos van a agrupar en la mayoría de las ocasiones a nosotros mismos, intentar, a través de subterfugios nominales, sustraernos de las consecuencias de nuestros propios actos, no es el mensaje de fortaleza, de limpieza y de honestidad que deberíamos mandar. Ese no es el mensaje que la gente demanda de Podemos.

Si nosotros mismos parece que no confiamos en nosotros, ¿por qué entonces va a confiar en nosotros la gente?

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