Rajoy y Mas, un amor de conveniencia
Cuando ya empezábamos a pensar que no iba a quedar más remedio que recurrir a algún servicio de citas virtual para que Mariano y Artur pudieran encontrar ese momento para hablar e intercambiar sensaciones y experiencias, ellos solos se han encontrado. Como en las grandes historias románticas, todo empezó con un inocente correo electrónico, luego vino una llamada y ya estamos buscando día para la cita. En unas horas parecen haberse disuelto como azucarillos esos complejos problemas protocolarios y aquellas hostiles amenazas constitucionales que nos han tenido bloqueados durante meses. Donde sólo reinaba la incomprensión, ahora mandan las ganas de compartir y dialogar.
Lo bonito sería pensar que ambos han cambiado de actitud por amor a la concordia y porque al fin han comprendido que la política está para resolver problemas, no para inventarlos. Pero nos estaríamos engañando. Lo hacen por puro interés. Ahora van a hablar por la misma razón que antes no querían ni verse, por pura y simple conveniencia.
Hasta las elecciones europeas, tanto Rajoy como Artur Más creían que el conflicto permanente les salía rentable y suponía un buen negocio electoral. Convergencia podía mantener viva su carrera con ERC por el predominio en el espacio nacionalista catalán marcando el paso desde la Presidencia de la Generalitat. Al Partido Popular le daba un argumento de batalla en el resto del Estado para mantener alerta a los suyos, señalándoles un enemigo común y poniendo en evidencia las contradicciones de los demás. El gran perjudicado era además el gran enemigo común como alternativa de gobierno: los socialistas, españoles y catalanes.
Después del 25-M, las cuentas de andar todo el día haciendo épica con el desafío soberanista ya no parecen cuadrar tan bien. El bosque del monumental desastre electoral del PSOE ha tapado los árboles de los malos resultados obtenidos por un Partido Popular que ve cómo su electorado más fiel se desmoviliza y los viejos reclamos que antes servían para recuperarlo ya no funcionan. CiU ha visto impotente cómo ERC parece escaparse definitivamente en las encuestas mientras se siente cada vez más arrastrada por una dinámica que ni lidera, ni controla.
La gente quiere soluciones, ya tenemos bastantes problemas. Si los gobiernos de Madrid y Barcelona no saben suministrarlas, la gente buscará quien sepa construirlas por cualquier medio necesario. Hay tanto miedo en el PP ante las municipales y autonómicas que Rajoy ya no va a tener que dar tantas explicaciones en su partido para poner en marcha una reforma constitucional que casi todo el mundo reclama. En CiU intuyen tan imparable el sorpaso de Esquerra si se mantienen el el carril actual que todo cuanto les pueda permitir un cambio de dirección les parece bien.
El escenario de unas elecciones plebiscitarias en noviembre ya no le conviene. Ni a Mariano Rajoy, ni a Artur Mas. Por eso ahora serán todo lo razonables que deban ser, hablarán cuanto haya que hablar, negociarán lo que haya que negociar y se pactará cuanto se deba pactar. Se acabaron los dramas y los desafíos. Toca hacer política. No hay mejor madre para la virtud que la necesidad.