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Ruin, no me insultes

Rajoy, candidato del Partido Popular, y Campo Vidal, moderador del debate a dos.

Jesús Cintora

“Es usted ruin, mezquino y miserable”, le decía Mariano Rajoy a Pedro Sánchez, a la vez que pedía al líder del PSOE que no le insultara… Y hasta parpadeaba Rajoy, mientras acusaba a Sánchez de “tener un problema en los ojos que le impide ver la realidad”. De coña. No sé si José Mota conseguirá superarlo en el especial de Nochebuena. Tragicomedia total, en un debate muy bronco. Faltó algún plano detalle de espinillas doloridas bajo la mesa, mientras Campo Vidal fruncía el ceño en insistía en hablar de Cataluña, cuando el debate sobre la corrupción, que increíblemente no había planteado, se ponía en todo lo alto.

Pedro Sánchez Castejón pasaba de ser el deseado de unas cuantas suegras a convertirse en la envidia de esos españoles deseosos de decirle a Rajoy cuatro cosas a la cara. Mientras, el presidente del Gobierno afirmaba que “Bárcenas ha devuelto el dinero”, a la vez que acusaba al contrincante socialista de mentir... Trepidante. Sé fuerte, Mariano, parecía resonar en las entrañas del autor del teorema de los vasos y los platos. Y Sánchez miraba sus papeles y se regodeaba en el honor que a otros candidatos se les ha hurtado: cantarle las 40 al candidato del PP y que Rajoy mostrara la verdadera cara de quien dista mucho de ser ese rostro afable que cuece mejillones al vapor. En toda cocina hay trapos sucios.

¿Cueces o enriqueces? Parecía decirle el líder del PSOE al presidente, que insistía, cada dos por tres, en que va a crear “dos millones de puestos de trabajo”. En las anteriores elecciones prometieron “tres millones y medio de empleos” y hoy tenemos cien mil personas menos de población activa. Los impuestos han bajado 5.000 millones, sí. Pero antes Rajoy los subió más de 23.000. Campo Vidal se estaba quedando sin tiempo para Cataluña y en Hong Kong se lo estaban perdiendo porque ya no tenemos la corresponsalía de Castilla-La Mancha TV de Nacho Villa. Podrán verlo en diferido simulado.

En definitiva, vaya cierre de ciclo. Ahí vimos a Rajoy, que embarra, interrumpe y corta si le sacas las vergüenzas al aire, igual que limita la labor de los periodistas o saca una ley mordaza si hace falta. Sánchez jugó la que puede ser su última carta y quiso demostrar que no es solo ese niño guapo que algunos quieren pintar. Incluidos unos cuantos en su propio partido que no creen en su liderazgo. Pero que la bronca no impida ver lo que viene, porque la baraja se ha abierto y eso ya es innegable. Pase lo que pase el próximo domingo, la partida ya no será igual. Muchos no supieron verlo y hacen sus trampas y juegos de manos por evitarlo, pero hay vientos de cambio que no se pueden reprimir. Basta con mirar un par de años atrás para ver que algunos no estaban en contacto con la calle y no imaginaban, ni por asomo, que el reparto del poder se haría con nuevos partidos y, sobre todo, con un necesario cambio generacional. Van a estar ahí. Veremos en qué medida, con qué pactos, equilibrios y, sobre todo, con qué capacidad de maniobra, pero hay otros que vienen empujando. Si hacen más o menos, eso el tiempo lo dirá. Entretanto, en el debate, yo eché en falta a Marcelo, el ángel de la guarda del ministro Fernández. Que baje y ponga paz. Ay, Marcelo, Marcelino, y traiga algo más de pan y que viva el vino.

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