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Sáhara Occidental, nuestra Palestina cercana

Economistas Sin Fronteras

Alejandro Repesa —

Casi nada se habla del Muro de Cisjordania, que perpetúa la ocupación israelí de tierras palestinas y, de aquí a poco, será quince veces más largo que el Muro de Berlín.

Y nada, nada de nada, se habla del Muro de Marruecos, que desde hace veinte años perpetúa la ocupación marroquí del Sahara Occidental. Este muro, minado de punta a punta y de punta a punta vigilado por miles de soldados, mide sesenta veces más que el Muro de Berlín.

¿Por qué será que hay muros tan altisonantes y muros tan mudos? ¿Será por los muros de la incomunicación, que los grandes medios de comunicación construyen cada día?

Eduardo Galeano

En 1402 se inició la conquista de las Islas Canarias por parte de la Corona de Castilla, que culminó en 1496. Veinte años antes, en 1476, con la llegada al trono de los reyes católicos, Diego García de Herrera, conocido como el señor de las Canarias Menores, construyó la primera instalación naval en la costa atlántica africana, Santa María de la Mar Pequeña, que luego se llamó Ifni (frente a la isla de Lanzarote), a la que siguieron algunas más con objeto de controlar los peligros que pudieran acechar a las tropas reales que combatían en el archipiélago canario. Su carácter era defensivo respecto del exterior, pero se mantenían buenas relaciones con los nativos de la zona.

La población saharaui era nómada, pasaba su vida en constante desplazamiento buscando pastos para su ganado, por lo que eran conocidos como los “Hijos de la Nube” debido a la incesante persecución de la ansiada lluvia para sus rebaños de cabras y camellos, elementos fundamentales en la vida de los saharauis.

Ellos no se metían en las guerras que en el norte mantenían entre sí los sultanes marroquíes. Tampoco éstos entraron nunca en el Sáhara Occidental, ya que, por el interior, el perfecto conocimiento del desierto que tenían los saharauis, en particular las poderosas tribus Erguibat e Izarguien, suponía un peligro para quien lo intentara; y por la costa atlántica, a partir del siglo XV, se encontraba la entonces potente flota naval española, que, sin duda, persuadía a los sultanes marroquíes de adentrarse por el mar.

Más recientemente, en 1881, durante el reinado de Alfonso XII, el gobierno de Cánovas mandó construir una fortaleza en la península de Río de Oro, al sur del Sáhara, que bautizaron con el nombre de Villa Cisneros. Tres años después, en 1884, el mismo gobierno firmó con los saharauis un tratado que colocaba el territorio bajo el protectorado de España, sin que se registrara oposición internacional alguna (incluida la del sultán de Marruecos).

No obstante, las tropas españolas nunca penetraron en el Sáhara Occidental, limitándose a sus instalaciones costeras, hasta que en 1934 se firma con las tribus saharauis un acuerdo, por el que desde entonces pasa a denominarse “Sahara Español” (aunque ya hacía 50 años que España llevaba en la región de manera oficial), y ese año ondeó por primera vez la bandera española (entonces la tricolor de la República), en el interior del territorio saharaui, concretamente en Smara, la ciudad santa de los saharauis.

Cuando en 1956 se independiza Marruecos de España y de Francia (desde 1912 era protectorado de las dos naciones), el sultán Mohamed V se autoproclama rey, produciéndose ciertas convulsiones en la zona, por lo que en 1958, a fin de proteger el entonces Sahara Español, el gobierno de Franco le convierte en la 53 provincia española con capital en El Aaiún, considerando desde esa fecha a todos sus habitantes ciudadanos españoles de pleno derecho, hasta el punto de que tenían representación en las Cortes Generales (aún podemos ver telediarios anteriores a 1975 en los que los representantes saharauis, la Yemma General, se sentaban en los escaños de las Cortes de la Carrera de San Jerónimo, con sus inconfundibles turbantes y sus majestuosas túnicas).

Al ingresar España en la ONU en el año 1955, debe someterse a sus dictámenes; y así, diez años más tarde, en 1965, la Resolución 2072 de Naciones Unidas proclamó el derecho del Pueblo Saharaui a la autodeterminación, y España, aunque se mostró renuente en un principio, no tuvo más remedio que terminar por convocar el citado referéndum y anunciar su celebración para 1975. Siendo a partir de entonces cuando, con intención de paralizar el proceso, surgen más enérgicamente las reivindicaciones marroquíes sobre el Sáhara Occidental.

Las insistentes presiones de Marruecos respecto de sus derechos sobre esa parte del Sáhara, pese a la mencionada Resolución de Naciones Unidas, obligó a que la decisión se sometiese al Tribunal Internacional de Justicia de la Haya, el cual en septiembre de 1975 dictaminó: “Este tribunal niega cualquier derecho histórico o territorial de Marruecos sobre el Sahara Occidental”, y además recomendó el Alto Tribunal “celebrar el Referéndum de Autodeterminación decretado por la ONU”.

No obstante, en contra de la legalidad internacional, dos meses después, el 14 de noviembre de 1975, principalmente por presiones de Francia y de EEUU, y tras producirse la “Marcha Verde” (al parecer, organizada por Henry Kissinger en colaboración con la CIA), se firman los acuerdos tripartitos de Madrid, por los que España entrega una parte del Sahara Occidental a Marruecos y otra a Mauritania, dejando sin ninguna protección a los saharauis (que desde 1958 también eran españoles), teniendo que huir muchos de ellos a la región argelina de Tindouf.

En febrero de 1976, tras proclamar la República Árabe Saharaui Democrática, los saharauis declaran la guerra a Marruecos y a Mauritania (Mauritania se retira del Sáhara en 1979, apropiándose Marruecos de la parte que aquélla abandonó), durando la guerra 15 años. Marruecos construyó un muro de 2.700 kms de longitud, sembrándolo de minas para proteger los territorios que ya empezaban a recuperar los saharauis por el este, en la zona de Tifariti. Siendo a partir de esa fecha, en abril de 1991, cuando la MINURSO, la fuerza de paz de la ONU se hace cargo de las fronteras para mantener la paz hasta la celebración del referéndum ordenado por la ONU, que estaba señalado para Noviembre de ese mismo año. Pero, estamos en 2014, han pasado 23 años más y Marruecos sigue haciendo caso omiso de ese mandato.

A los saharauis les ha ocurrido como a los palestinos, ya que, desde 1967, en que tuvo lugar la Guerra de los Seis Días, Cisjordania y la Franja de Gaza han estado bajo ocupación militar israelí, siendo para los palestinos un estado de excepción permanente.

En 1979, el Consejo de Seguridad de la ONU en su Resolución 446 declara que “la creación de asentamientos por parte de Israel en los territorios árabes ocupados no tienen validez legal”.

Y sin embargo, las cosas siguen igual desde entonces, ni Israel ni Marruecos obedecen los dictámenes de Naciones Unidas, encontrándonos ante estas dos agresiones coloniales, la de Palestina, llevada a cabo por europeos, y la del Sáhara Occidental, por árabes. Con el agravante de que los gobiernos de Israel y de Marruecos, los ilícitos ocupantes de esos territorios, violan en ellos los derechos humanos de forma sistemática, desoyendo las leyes internacionales y sin que organismo mundial alguno les obligue a cumplirlas.

Como tampoco han hecho nada nuestros distintos gobiernos democráticos por restituir la terrible injusticia que España cometió con el pueblo saharaui en el ocaso del franquismo. Tristemente, parece ser que la conocida frase “si quieres la paz, trabaja por la justicia” no significa nada para ellos, ya que parecen estar subordinados a intereses superiores al de la justicia.

No obstante, los saharauis siguen luchando por sus derechos, y lo hacen firme pero pacíficamente, como Aminetu Haidar, conocida por el sobrenombre de “La Gandhi saharaui”, que permaneció en huelga de hambre en el año 2009 durante 32 días en el aeropuerto de Lanzarote, volviendo a su país sin ceder al chantaje marroquí, ni al del gobierno español, que, para no incomodar al rey Mohamed VI, le ofreció la nacionalidad española a fin de que depusiera su actitud, a lo que la activista se negó, y además no quiso otra nacionalidad que no fuera la suya, la saharaui. Y el ejemplo caló tan hondo en su pueblo que al año siguiente, como icono de su lucha, montaron el campamento de Gdim Izik a las afueras de El Aaiún ocupado, conocido como el campamento de la dignidad, que tan cruel y despiadadamente arrasaron poco después las tropas marroquíes.

Y la ignominia continúa, pues la ausencia de guerra no supone que haya paz en el Sáhara Occidental.

Este artículo refleja exclusivamente la opinión de su autor.

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