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Sociedad 5.0

Andrés Ortega

Algunos dirigentes empresariales, políticos y sociales -mucho menos las sociedades, y aún menos, en este país-, además de cada vez más estudiosos y expertos, empiezan a ser conscientes de que la llamada Cuarta Revolución Industrial va a provocar, está provocando ya, graves disrupciones sociales, aunque aporte también enormes ventajas de progreso. Puede generar mucha más destrucción neta de empleo del que cree, y más desigualdad. ¿Cómo hacer aprovechar al conjunto de la sociedad de estos enormes cambios? De Japón, una sociedad más igualitaria que la norteamericana o muchas de las europeas, llega el concepto de Sociedad 5.0, aún difuso. Se trata de generar una “sociedad super-inteligente”, que fusione el ciberespacio con el mundo físico a través de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) y en la que todos se aprovechen de esta Industria 4.0. Las TIC se han de utilizar también para crear una “infraestructura social” que ponga en valor la propia sociedad.

La idea la está impulsando el Gobierno de Shinzō Abe. En el último Foro Económico mundial de Davos la presentó Hiroaki Nakanishi, CEO de Hitachi.  Como explica Koh Nkajima, de la Oficina de Asuntos Internacionales de Keidaren, la CEOE japonesa, el objetivo, además de los industriales y otros, es lograr una sociedad que maximice los beneficios sociales, fusionando los mundos digitales y físicos para conseguir un mayor bienestar social. Objetivo nada fácil de alcanzar.

Las tres metas principales del informe sobre el 5º Plan Básico de Tecnología y Ciencia de Japón en el que se contiene este concepto, son en primer lugar, “proporcionar la cantidad necesaria de productos y servicios para la gente necesitada cuando lo necesite”. Segundo, responder a varias necesidades sociales de modo que todo el mundo pueda recibir servicios de alta calidad. Y tercero, “proporcionar una vida activa y confortable”, para todas las edades, géneros, regiones y lenguas. Y pretenden conseguirlo a través de innovación abierta, creación colaborativa y plataformas de servicios.

Aquí en España, con algunas notables excepciones, estamos atrasados en nuestras reflexiones al respecto. En el aspecto industrial,  Alemania tiene su plan Industria 4.0; Estados Unidos su Partenariado para la Manufactura Avanzada y China el programa Made in China 2025. La Unión Europea lo incluye en sus Objetivos 2020 y en su idea de Mercado Único Digital, aunque en algunos aspectos va por detrás del cambio de la realidad en un mundo acelerado. La Comisión Europea está a punto de sacar sus propuestas para una Industria 4.0 en la UE. El Gobierno español saliente publicó en 2014 un plan de reindustrialización, aunque está claro que España, país que se ha desindustrializado, se quedará lejos de alcanzar el objetivo europeo de que la industria represente el 20% del PIB para 2020. El País Vasco es la comunidad que mejor ha enfocado esto aquí. Pero salvo en Alemania, de la dimensión social de estos cambios y cómo afrontarlos, se habla poco desde las instituciones y gobiernos. De ahí el interés del concepto japonés.

Con el fin de conseguir una sociedad súper-inteligente, explica el plan japonés, es necesario conectar varias “cosas” a través de la red, crear sistemas más avanzados de estas cosas, e integrar varios sistemas diferentes para que puedan coordinar y colaborar entre sí. Solo en Japón, 30 millones de dispositivos estarán conectados a Internet para el año 2020, el famoso Internet de las Cosas, que va a permitir recoger, analizar y aplicar a todos los sistemas una amplia variedad de datos, “con el fin de producir continuamente nuevos valores y servicios”. Parte de que “cada línea de negocio tradicional tiene un equivalente digital en potencia”. Aunque hay ya muchos negocios -y empleos- que están desapareciendo de la mano de la economía digital.

El debate político en España suele quedarse en cómo hacer frente a la brecha digital. Pero los programas de los partidos al respecto en las últimas elecciones han sido muy pobres. La economía digital, que está cambiando rápidamente nuestras vidas y las va a cambiar más en el futuro, está bastante ausente de estos programas.

Sin duda la brecha digital es importante, no solo entre personas, sino entre países. Un estudio del centro Bruegel sobre algo que tiene mucho que ver, la brecha de innovación,  llega no solo a esta conclusión sino a la de que la forma en que se han utilizado los presupuestos públicos y el mix de  políticas empleadas por los Estados miembros de la Unión “han tendido a agravar la brecha dentro de la UE”. Esta, señala, “necesita comprender mejor su creciente división interna en innovación si quiere lograr su ambición de convertirse en un líder mundial de la innovación”.

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