Spotlight, Marty Baron, el Washington Post y... Felipe González
Hace unas semanas nos enteramos de que el Washington Post lleva tres meses por delante del New York Times en tráfico digital. Sí, el Post, ese periódico mundialmente famoso por descubrir el escándalo Watergate que acabó con la dimisión de Richard Nixon, pero que en los primeros años de este siglo estaba cayendo en picado en influencia y negocio y terminó siendo comprado en 2013 por 250 millones de dólares por el fundador de Amazon. Pues bien, de la mano de Jeff Bezos y dirigido por Marty Baron, sin estridencias, silenciosamente, ejecutando con paso firme una estrategia que por evidente casi ningún directivo de la prensa tradicional se ha atrevido a poner en marcha y, sobre todo, haciendo buen periodismo, está de nuevo en la pelea, y de qué manera.
El miércoles de la semana pasada estaba trabajando en Miami y tuve la suerte de asistir a un pase de Spotlight organizado por la Knigth Foundation. La película, que se estrena hoy en los cines españoles y está nominada para seis premios Oscar, cuenta cómo el equipo de investigación del Boston Globe (atención, dirigido entonces por Marty Baron) descubrió que la Iglesia Católica de Massachusetts estaba ocultando una gran cantidad de casos de abusos sexuales perpetrados por distintos sacerdotes de Boston. La serie de artículos publicada por el Globe, que arrancó el 6 de enero de 2002, tras meses de intensos trabajos previos bajo presiones de todo tipo, además de ganar el Pulitzer, provocó la renuncia del todopoderoso cardenal Bernard Law, arzobispo de Boston y de alguna forma animó a muchos periódicos de todo el mundo a indagar este asunto y descubrir que en otros lugares estaba ocurriendo lo mismo. Periodismo de servicio público en estado puro.
Mi fortuna ese día fue doble, además de ver una gran película, que recomiendo, en el Coral Gables Art Cinema de Miami estaba el mismísimo Marty Baron y una vez finalizada la proyección tuvimos ocasión de dialogar con él. Irónico, comentó que la película era muy fiel a lo que sucedió y que quizá el único cambio significativo era lo guapo que salía él mismo en el filme, interpretado por el actor Liev Schreiber. Contó cómo al principio de la investigación lo que más les sorprendió fue que no se trataba de un único sacerdote que abusaba de niños, había docenas y docenas de casos. Y cómo no se conformaron con contar solo eso. Querían ir más allá de las cifras. Se trataba de saber cómo había reaccionado la Iglesia, qué hicieron cuando empezaron a llegar las denuncias, qué medidas tomaron, o si sencillamente se limitaron a ir cambiando a los curas de parroquia con lo que se daba lugar a que se repitiesen los abusos. Periodismo.
Baron también habló del “milagro” del Post, claro. Enlazando con el espíritu de su trabajo en el Globe (que dirigió entre 2001 y 2012), aseguró que lo más importante para un periodista es ser independiente y estar la servicio de su comunidad, despegándose mucho de los intereses de los influyentes, acercándose más a los de la gente.
De la historia reciente del Post se pueden sacar muchas conclusiones. Allá van, a modo de sugerencias para los dinosaurios de la prensa tradicional hispana, algunas ideas de por qué al tándem Bezos/ Baron le está funcionando el invento:
- Más voces, más nichos informativos. Multiplicar el número de colaboradores, no necesariamente en plantilla. Romper el cascarón y abandonar el ombliguismo de los antes poderosos medios impresos. Y mimar el micronicho temático.
- Multiplicar en consecuencia el contenido. Velando porque sea de calidad, útil y original. Y fomentar la investigación periodística.
- Poner la tecnología en el centro de la redacción. Trabajar codo con codo con los desarrolladores. Dejar volar su creatividad y darles protagonismo (en el Post tienen hasta su propio blog).
- Obsesionarse con la innovación, intentar estar siempre en la vanguardia, probar cosas nuevas sin descanso. Y estar en todas las plataformas y dispositivos con personalidad propia.
- Luchar por el tráfico social, es el lugar donde se decide ahora casi todo. Animar a los periodistas a que tengan protagonismo en las redes.
- Recuperar las newsletter, pero humanizadas, personalizadas. El Post está utilizando la poderosa base de datos de Amazon.
- Mejorar la velocidad de descarga del contenido. Algo que nos obsesionaba allá por los primeros 2000 vuelve a tener gran importancia. El diseño y la usabilidad al poder.
- Y promocionar con campañas agresivas pero inteligentes las suscripciones. El Post está dando lecciones también en este campo.
Y aterrizo todo esto por fin en la pista española. Quizá es un aterrizaje un poco forzoso, pero después de ver la seriedad y la constancia del trabajo del Post y el ejemplo palmario de servicio público del Boston Globe, cabe esperar algo más de alguno de nuestros mejores periódicos.
Embarullados por la crisis económica, hace tiempo que dan bandazos en sus estrategias y cuando empieza a irles bien, enseguida tienden a perder el hilo y a complicarse. Y si nos fijamos en la pura información, muchas veces es sorprendente lo lejos que están de la comunidad a la que deberían servir. Ya sé que el ambiente político es complejo y que eran más cómodas las mayorías sucesivas y la alternancia de dos que trajinar con la diversidad. Pero es lo que hay, y refleja una realidad que un medio -si quiere seguir siendo referencia- no solo no puede ignorar, debe, aunque sea desde una posición crítica, comprender y respetar.
En este sentido me ha llamado la atención la entrevista que ayer publicó El País, periódico en el que he trabajado muchos años y al que deseo lo mejor, por cierto. Felipe González no dice en ella nada sustancialmente nuevo ni que pueda sorprendernos, pero el despliegue se justifica en palabras del Antonio Caño, director del diario y autor de la pieza, en que la influencia de González “dentro de su partido y en la sociedad no solo no ha decrecido en este tiempo [desde que dejó de ser presidente], sino que ha aumentado ahora que el país vive la zozobra de una crisis política de muy difícil solución y de consecuencias inciertas”. Sinceramente, hay que estar muy mal informado (algo grave en alguien que ocupa ese puesto), muy lejos de la realidad o vivir en una burbuja muy extraña para seguir pensando en 2016 que Felipe González ocupa ese lugar en el imaginario colectivo de la sociedad española.