Tortura y represión
Las dos palabras que dan título a esta columna se refieren a hechos que no debieran producirse en un estado de derecho, en una sociedad evolucionada. Sin embargo, tortura y represión es lo que se ha ejercido y fomentado en los últimos días en nuestro cada vez más violentado país. Escribo con indignación, pero sobre todo con una profunda tristeza.
En Albacete se celebró un Congreso Internacional de Tauromaquia impulsado e inaugurado por Wert y Cospedal con unos fondos públicos de los que se han negado a cuenta a ningún medio; con unas actividades contrarias a los valores mínimos de la pedagogía, como fue el encuentro de ‘toreo de salón’ celebrado en la plaza del Altozano para enseñar a los niños –algunos de tres años- a torear y matar toros; con unas conferencias como la de profesor universitario Javier López-Galiacho, que propuso llevar la tauromaquia a la escuela porque “tiene mucho que enseñar” y la considera “un ejemplo de ética”. Estamos hablando de torturar animales.
Mientras tanto, en Madrid, el videoperiodista Jaime Alekos pasó dos días en los calabozos y Juzgados de Plaza Castilla tras ser detenido por los antidisturbios de la Policía Municipal por estar informando del desahucio y posterior demolición de la casa de Ofelia Nieto 29. Como a los otros seis detenidos, un residente y cinco activistas antidesahucios, le acusan de desobediencia, resistencia y atentado a una autoridad que asaltó violenta e ilegalmente el domicilio de una familia, en propiedad desde hace 50 años. Con admirable ética profesional, el periodista se limitaba a cumplir con su trabajo en primera línea del lugar de los hechos. Estamos hablando de una expropiación y un derribo que han tenido por objeto construir una acera de 6 metros.
Lo de Albacete ha sido un atentado a la Educación, a la Moral, a las arcas públicas y a la democracia. La Plataforma La Tortura No Es Cultura (LTNEC) ha denunciado que el Congreso de Wert, Cospedal y los torturadores de animales “no respeta las recomendaciones del Comité por los Derechos del Niño de la ONU”, que en sus revisiones de la situación de la infancia de Portugal (2014) y Colombia (2015) han instado a los gobiernos a “proteger a la infancia de la violencia física y psíquica de la tauromaquia”.
En España, alerta LTNEC, “se siguen subvencionando escuelas de tauromaquia, donde los menores, también becados con fondos públicos, practican clavando espadas en pequeños becerros hasta su muerte”. Qué tristeza. Y semejante canallada, con niños de una y otra especie, es la que Wert pretende que declare ‘Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad’ la UNESCO, un organismo cuyo principal objetivo es el fomento de la educación. Estamos en manos de sádicos y corruptos, que velan por un negocio chorreante de sangre animal e indefensión infantil mientras en Castilla-La Mancha los recortes en Sanidad y Educación son “sangrantes”, como denuncia también Alma Animal, organización de protección animal albaceteña.
Hasta la ANOET (Asociación Nacional de Organizadores de Espectáculos Taurinos) lamenta que “el mundo del toro está en quiebra, la fiesta se acaba”. Desde 2007, el número de festejos ha descendido en un 50%, mientras que ha aumentado la asistencia a espectáculos como el cine. Según una reciente encuesta de Ipsos Mori, solo un 7% de la población española dijo asistir a corridas de toros “más o menos una vez al año”. Un 71% se manifiesta explícitamente en contra. “La tauromaquia tiene los días contados porque así lo ha decidido la sociedad española”, explica Marta Esteban, presidenta de LTNEC. Pero Wert y Cospedal pagan la arena de la crueldad y ofrecen su vil apoyo a empresarios, instituciones y políticos salpicados, muchos, de corrupción. IU también ha denunciado en Albacete que la organización del Congreso no ha tenido el más mínimo recorrido institucional: ni un expediente, ni una comisión informativa, ni un presupuesto. Solo tortura y complicidad.
Y mientras, en Madrid, represión policial a admirables activistas y a periodistas éticos. Periodismo Humano, medio para el que trabaja Jaime Alekos, impulsó un comunicado de apoyo firmado por decenas de periodistas. Es indignante, y muy triste, que lo que haya que denunciar, a estas alturas de la presunta democracia, sea “un ataque directo al corazón de la libertad de información, del derecho a informar y a ser informado, y, como tal, a la Declaración Universal de los Derechos Humanos”. Jaime Alekos, que es un excelente videoperiodista, lleva años informando sobre desahucios y ya en 2013 registró los intentos de desalojo de Ofelia Nieto 29, es decir, los antidisturbios lo conocen y saben que está haciendo su trabajo. Su detención, tras ser obligado a tirarse al suelo y ser esposado, tiene todos los visos de un abuso de autoridad premeditado.
De nada sirvieron las numerosas llamadas de Javier Bauluz, director de Periodismo Humano, a la Policía Municipal, a la Policía Nacional, al Departamento de Prensa del Ayuntamiento de Madrid: como el resto de los detenidos, Jaime Alekos estuvo 11 horas sin asistencia letrada, sin información oficial sobre su paradero y pasando la noche en el calabozo. Hubieron de pasar 30 horas para ser puesto en libertad, imputado por delitos como el de tirar gasolina a los agentes, versión policial. Será que ahora las cámaras escupen gasolina.
Lo de Madrid ha sido un atentado al derecho a la vivienda, al derecho a la protesta y al derecho a la información. Un atentado a la democracia que va inspirando la implantación de la Ley Mordaza. Como en las dictaduras, nos tirarán al suelo, nos esposarán, nos aislarán, nos impedirán ejercer el periodismo. Solo queda una alternativa: echarlos de los gobiernos antes de que sea demasiado tarde. Para la familia de Ofelia Nieto 29 ya lo ha sido, como para tantas otras. Si llega a serlo también para los periodistas, como demuestra el caso de Jaime Alekos, ya no estaremos hablando de una democracia herida, sino de la muerte de la democracia.
Un fin de semana de tortura y represión es lo más parecido a esa sentencia de muerte.