Ultrajar la naturaleza sale gratis
Si un delincuente entrase en el Museo del Prado y rociara con un espray de pintura negra Las Meninas, la noticia saltaría al instante a la primera plana de los digitales, se incorporaría con urgencia a las tertulias de radio, abriría todos los telediarios y generaría una gran conmoción social.
De igual modo, si un perturbado accediese a la Basílica del Pilar y se atreviera a profanar la sagrada imagen de la virgen causándole algún daño, sería inmediatamente detenido y encarcelado en espera del ejemplar castigo que le sería impuesto por tan incalificable agravio.
Sin embargo, ultrajar uno de los principales santuarios de la naturaleza mundial, Doñana, considerado por los expertos como el humedal más importante de Europa, resulta anónimo y sale gratis.
Expoliar sus recursos hídricos hasta desecar más de tres cuartas partes de la marisma, convertir su subsuelo en un almacén de gas, acorralarla de gasoductos, dragar el río que la alimenta o reiniciar la actividad minera que la llevó a la UVI no tiene crítica ni castigo.
Al final, y como casi siempre, ha sido de nuevo la gran infantería civil la que se ha tenido que movilizar en las calles para denunciar este ultraje a nuestra naturaleza, esta profanación del gran templo de la vida salvaje en Europa, ese lugar sagrado al que acudimos millones de fieles para disfrutar de la serenidad, la paz y la belleza de sus aguazales.
Si Doñana fuera un edificio religioso nadie osaría cavar sus cimientos para construir un depósito de gas, ni rodear los accesos de canales y zanjas. Si Doñana fuera el estadio de un prestigioso club de fútbol nadie se atrevería a cortarle el agua, ni dejaría resecar su césped. Ninguna autoridad lo permitiría por miedo a la respuesta social que causaría y, por supuesto, ninguna compañía se atrevería a semejante infamia por el daño que provocaría a su imagen corporativa. Pero Doñana solo es naturaleza: nada más que naturaleza.
Los informes científicos demuestran que su acuífero, el corazón de agua que late bajo su piel y que ha mantenido todas las riquezas que afloran en su superficie, tardará más de cincuenta años en recuperarse del expolio que está sufriendo. La situación es tan esperpéntica que a día de hoy resulta imposible calcular la cantidad de agua que se está extrayendo desde los miles de pozos ilegales que riegan las miles de hectáreas ilegales destinadas al cultivo de la fresa. Porque la comarca de Doñana se ha convertido en el far west del agua: pinchas, bombeas, y a regar.
“Si Mariano Rajoy y Susana Díaz no actúan con urgencia y contundencia frente al robo de agua en Doñana, el humedal más importante de Europa acabará convertido en un desierto”. El secretario general de WWF España, Juan Carlos del Olmo, un naturalista de bota que conoce bien la biodiversidad de la marisma porque se la ha pateado a fondo, está absolutamente consternado. Como todos los que amamos la naturaleza y tenemos allí nuestra indiscutible patria.
La perplejidad nos atenaza. No salimos del asombro. En cualquier otro país de la UE Doñana sería un lugar intocable. Aquí sin embargo están asaltando el paraíso ante nuestras propias narices y les está saliendo gratis.
El próximo jueves 1 de diciembre, el Gobierno de España deberá acreditar ante Naciones Unidas las medidas correctoras que va a llevar a cabo para que Doñana siga siendo Patrimonio de la Humanidad. En caso contrario, el humedal más importante de Europa perdería esa condición y pasaría a formar parte de la lista del Patrimonio Mundial en Peligro de la Unesco, a la que van a parar lugares de países en guerra o de los estados más corruptos del tercer mundo.
Coincidiendo con la fecha, desde este diario vamos a lanzar una nueva acción divulgativa en defensa de Doñana y en soporte de la campaña de WWF para salvarla. Os invitamos a sumar vuestro apoyo: Doñana nos necesita más que nunca.