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Viajen menos, lean más los periódicos

Antón Losada

Resulta bastante emocionante y, desde luego, enternecedora la creciente preocupación entre los grandes medios de comunicación españoles por la política de comunicación de su Gobierno. Es conmovedor, pero nos saldrá caro. Ya sabemos cómo acaba esto. Con una serie de publirreportajes y una copiosa factura en publicidad institucional. El resto es distracción.

Con cinco millones de parados, los salarios a la baja, la mitad de los jóvenes rotando de trabajo basura en basura de trabajo, una deuda nacional que iguala al PIB y las cifras de nuestra inversión social cayendo a los niveles de hace treinta años, sostener que la gente no percibe la recuperación porque el Ejecutivo la comunica mal parece un chiste o tiene que responder a un servicio público muy bien pagado.

La mayoría no percibe la recuperación porque, si la hay, no le llega ni tiene pinta de que vaya a hacerlo. Da igual quién se la cuente o cómo. Con powerpoint o sin powerpoint cuando algo que dices no es cierto y la gente no te cree, no tienes un problema de comunicación, como mucho tienes una mentira y cómo poco mientes fatal.

Los mismos medios que apuntaban un giro social y la búsqueda de una comunicación más amable tras el nombramiento de Alfonso Alonso como ministro de Sanidad, ahora aplauden la elección de Rafael Hernando como portavoz parlamentario y hooligan oficial. Ya estaba bien de tanto consenso y tanto rollo moderado, vienen a decir. Ya era hora de poner en su sitio a la oposición, la verdadera causante de los males de España, concluyen entusiasmados. Si organizáramos un campeonato para ver quién ha rectificado más, si los medios o Rajoy, los medios ganarían por goleada.

Mientras la prensa se preocupa por la comunicación del Gobierno y cómo mejorarla por un buen precio, el Gobierno se preocupa por la prensa que no se dedica a cantarle aleluyas y a llamar populista o radical a todo aquel que no proclama con entusiasmo sus verdades. En esta vuelta al pasado general que vivimos, parece que regresan los tiempos en los que el entonces ministro de Información y Turismo franquista, Manuel Fraga, recomendaba viajar menos y leer más los periódicos para evitarse problemas.

Sostener que el malestar social y las protestas ciudadanas se deben a la agresividad editorial de ciertos medios o programas, no a los desahucios, los recortes, los impuestos excesivos, la falta de trabajo o el descaro con el que las élites se siguen repartiendo el país, no es un chiste. Solo puede ser un trabajo sucio muy bien pagado.

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