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Voluntarios mantienen abierto un centro para drogodependientes cerrado por los recortes

Alejandro López / Alejandro López

“Fue residencia del traumatólogo de Franco”, cuentan como anécdota al entrar en esta finca de campo, aislada y rodeada de huertas. Los días rompen con el canto de un gallo y el rumor de un arroyo. Hasta febrero, alrededor de 180 drogodependientes al año recibían asistencia integral en los tres edificios de este centro terapéutico El Batán, a unos 40 kilómetros de Madrid, en Chinchón.

El centro, como la derribada narcosala de Las Barranquillas, ha sido otro de los recursos sacrificados por la Agencia Antidroga de la Comunidad de Madrid dentro de los recortes del servicio. Sin embargo, el empeño de unos 40 profesionales por mantener la asistencia les llevó a encerrarse en él, el 29 de febrero, y a trazar ahora el proyecto Garaldea (La casa de todos), de momento al margen de la administración, para seguir ganando vidas a la droga voraz.more

El complejo pertenece a la Obra Social de Bankia y era gestionado por Proyecto Hombre hasta su clausura. “Lo ocupamos después del cierre inicialmente a modo de protesta. Nos reunimos luego con residentes, antiguos profesionales y colectivos como Madres contra la droga y nos instaron a continuar”, explica Rafael, psicólogo en uno de los pisos de reinserción cerrados por la Agencia e implicado en el proyecto. Buscan recuperar el servicio que prestaba quebrando los roles del sistema tradicional y tratando a los drogodependientes como iguales.

Cerrado por la Agencia debido a su estado de ruina, basta con dar un paseo para ver que los edificios han sido objeto de reformas recientes. Aulas y habitaciones equipadas, cocinas, ordenadores, extintores… “Incluso se gastaron 20.000 euros en poner aparatos de aire acondicionado cuatro meses antes del cierre”, comenta incrédulo Kemuel, antiguo trabajador de la narcosala de Las Barranquillas, derribada en Nochevieja con los retrovirales aún dentro. Ellos y dos vigilantes que comparten el encierro son la única barrera contra el expolio de las instalaciones. “La Guardia Civil nos ha dado las gracias por ocupar el sitio”, asegura frente a un corral con gallinas y pavos.

Según Almudena Pérez, directora de la Agencia, los recortes no existen, sino que obedecen al cambio de las adicciones. El cierre de El Batán ha sido compensado con 40 plazas de ingreso y otras 20 de día en la Clínica Doctor León de la capital (Retiro). En ella se han alquilado dos plantas con 12 trabajadores, frente a los 60 de El Batán. Una aritmética complicada para mantener la eficacia.

Los “ajustes” han supuesto, no solo la pérdida de 200 profesionales en el sector desde enero, sino un cambio en el enfoque del tratamiento a drogodependientes, que aumenta la dosis de medicamentos y que orilla la recuperación psicosocial y la reinserción, denuncian los trabajadores. La droga se lleva la voluntad, pero también los hábitos de higiene, el orden en las comidas y de vivir en sociedad. “Se justifica con el cambio de perfil de los drogodependientes, se dice que son cocainómanos con un nivel adquisitivo medio, pero el 40% aún es gente enganchada a la heroína, según la última memoria de la Agencia, de 2010”, señala Kemuel.

Al cambio en los sujetos sigue el argumento de la ausencia de demanda para cerrar recursos como los pisos de inserción. Sin embargo, los trabajadores señalan que la Agencia “ha taponado las solicitudes” con argumentos como defectos en la redacción de peticiones o formularios mal rellenados. “En Batán se dejaron de aceptar solicitudes desde octubre del año pasado, para que cerrarlo no supusiera un escándalo”, explica Rafael.

Ahora el centro del Batán retoma su actividad esperando la cesión del servicio que le devuelva a la legalidad. Las habitaciones están listas.

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