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Del Yak-42 a Trump, “Los santos inocentes” como referencia

Los santos inocentes (1984), película de Mario Camus sobre la novela de Miguel Delibes (1981)

Rosa María Artal

Quizás lo más sutil como ideología se da cuando El señorito Iván coacciona a Paco, el Bajo a seguir rastreando las aves abatidas en la cacería con la pierna rota. Cuando le insiste incluso a proseguir la tarea a pesar de que –como le explica el criado en un grito sordo de dolor y pidiendo disculpas desde el suelo– “se me ha tronzado el hueso otra vez”. Los Santos Inocentes, Miguel Delibes (1981), una de las obras cumbres de la literatura española, nos sigue explicando a la derecha más cerril y egoísta. Esa que, fortalecida, se enseñorea ya no solo del suelo patrio, sino de puntos clave de la sociedad mundial.

La milana bonita muerta por capricho, el servilismo, el arrastrarse literalmente como un perro para complacer al amo, el sometimiento de la hija con aspiraciones, la pobreza infinita, la lógica agraviada del retrasado mental, son impactos que mitigan la raíz del problema: ni la salud ni la vida importan a los deseos de El Señorito Iván. Son piezas sustituibles de su mundo.

El señorito Iván está en la soberbia de Federico Trillo, y en el desdén que demuestran muchos de sus correligionarios hacia las víctimas del Yak-42. “No lo van a mandar a Perejil”, dice el vicesecretario Fernando Martínez-Maillo. “Tal vez se está extralimitando la responsabilidad”, añade el ministro del Interior, Juan Ignacio Zoido. “Ni pedir perdón, ni culpa”, sentencia el ministro de Justicia (de Justicia), Rafael Catalá. En el PP no son partidarios de privar al abogado de la organización del puesto en el Consejo de Estado que quiere. Aún hoy, 14 años después y con los informes claros sobre la mesa, se manifiestan en esa vergonzosa superioridad.

María Dolores de Cospedal podría identificarse con varios papeles de la novela de Delibes, pero ha optado por la concordia. No ha insultado a las víctimas como varios de sus compañeros y ha dicho asumir el informe del Consejo de Estado que responsabiliza al Ministerio de Federico Trillo del accidente y que iniciará una nueva investigación. Lo haga o no, para los familiares la entrevista con la nueva ministra ha sido reconfortante. El tiempo lo dirá. Sí ha conseguido devolver con éxito la patata caliente que le había dejado en su mano el Gobierno.

Cuando se ha oído a la derecha española en su salsa, es fácil deducir lo que realmente comentan del caso Yak-42 quienes se han atrevido a despreciarlo en público. La tropa está a su servicio. Ya no les obliga el juramento de “morir por la Patria” (tras la modificación parlamentaria de 1999 quedó suprimido) pero sí a obedecer al mando. Y el ministro y sus ayudantes lo eran. Había que ahorrar o no se sabe qué –porque sigue sin aclararse la razón de contratar a una compañía pirata disponiendo de buenos aviones propios–. Son gajes del oficio. Te rompes la pierna dos veces como Paco a las órdenes del Señorito Iván, o te subes al avión y se produce “un accidente” mortal. Luego el banquete o el funeral y zanjado.

Es una forma de vivir. La que se compra, por 7 millones de euros, un palacete para la Universidad del Rector de los plagios y luego se lo ocupan unos nazis y se les deja ahí. La que destina a un estudio de impactos de la publicidad gran parte de los fondos para pagar la luz a personas sin recursos. Ha ocurrido en la Xunta de Galicia. De las 40.000 familias previstas, 35.000 se quedaron sin ellos. Da idea de la indiferencia con la que abordan los problemas de las personas y son múltiples los ejemplos similares. La que lanzan globos sonda para aumentar el repago farmacéutico a los pensionistas o baja la cuantía de las becas, mientras protege los intereses de la banca o las grandes empresas afines. 60.718 millones de euros nos ha costado ya el rescate bancario. Una actitud ante la vida. Nadie como la entonces diputada del PP Andrea Fabra lo dijo mejor al inicio de la primera legislatura del PP ¿lo recuerdan? Fue el punto más sincero del programa del PP.

Leemos que, en Gran Bretaña, los dueños de los restaurantes Harrods exigen el 75% de las propinas que dan los clientes. Un nada anecdótico símbolo de un trabajador sometido y humillado. Lo peor es que también les roban la salud. Con varios muertos ya, Cruz Roja califica de “emergencia humanitaria” el estado del Sistema Público de Sanidad británico. Por los recortes. Y aquí llevamos los mismos caminos, algo más adormecidos por los revulsivos mediáticos, tan oportunos. Mandan los mismos. Y ya dejó bien claro el ideario la ministra Dolors Monserrat: “Antes la Sanidad era más injusta y no se quejaba nadie”.

Los niños solos que deambulan por las calles de Grecia, ya no cuentan. Ni los que trabajan en condiciones de esclavitud. Ni los refugiados que mueren de frío varados en las fronteras. Los señoritos Iván tienen otras prioridades: ellos mismos y su presunta superioridad. Paradójica.

Esa casta embrutecida, torpe y soberbia que va a coronar próximamente a su principal exponente en el país más poderoso de la tierra, se cree poseedora de todos los derechos. Con absoluta naturalidad. Crecen sus réplicas a lo largo de Europa. Hasta algunos medios españoles se apuntan a la cruzada ultraderechista, citándola como referencia moral.

Todo es posible gracias a los que como Paco, el bajo, se arrastran olisqueando el mandato del amo. O los que, como su mujer, Régula, definen su aceptación en un “A mandar, que para eso estamos”. Y, sin duda, a quienes con grandes aspavientos de repulsa política hacen posible gobiernos de Rajoy y sus homólogos. Esperando que haya quien no repare en la correlación necesaria.

Aunque siempre hay alguien que se levanta. Con el peso de los años y toda la fuerza de la razón, la actriz Meryl Streep alzó su voz emocionada en la entrega de los Globos de oro para advertir que “la falta de respeto invita a la falta de respeto” y “la violencia incita a la violencia”. Para invocar al periodismo decente al que ataca Trump y todos los Trump del mundo: “Necesitamos que la prensa defienda y saque a la luz todas las historias, que hagan que los poderosos respondan de sus actos. Todos tenemos que apoyar a nuestros periodistas porque los vamos a necesitar”.

Siempre ha sido así. Con desigual éxito. Los hay que acuden solícitos en “socorro” del triunfador y quienes velan por la cordura afrontando los riesgos. Ahora se trata de dilucidar de nuevo si puede más la fuerza bruta en el poder que la inteligencia. Toma tu corazón roto y conviértelo en soporte para la dignidad colectiva.

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