Un antitaurino linchado en público como un toro
El activista antitaurino Oscar del Castillo saltó el pasado jueves al ruedo de Las Ventas. Solo y comprometido contra la humillación, tortura y muerte que allí se practica, el valiente fundador de la asociación Gladiadores por la Paz pretendía, una vez más, denunciarlo de esa manera pacífica que consiste en lanzarte a esa arena empapada de sangre y babas para mostrar el lema de tu camiseta y el mensaje de una pancarta. En esta ocasión, la camiseta de Oscar recordaba a Rompesuelas, el último toro alanceado en Tordesillas, el pasado septiembre. La pancarta del Gladiador decía 'Los animales no son nuestros esclavos', haciendo así referencia al nombre de su grupo activista, inspirado en los circos romanos donde los esclavos luchaban a vida o muerte por sus vidas.
No era la primera vez que se llevaba a cabo un salto al ruedo como forma de protesta, ni la primera vez que lo hacía Oscar del Castillo. Tampoco la primera que se producía un forcejeo entre la cuadrilla torera o la policía y los activistas, ni que estos eran detenidos. El propio Oscar ha pasado más de una noche incomunicado en los calabozos de este sistema jurídico, que no detiene a ninguno de los que maltratan pública y cruelmente a un animal por el simple hecho de que se trata de un toro, que queda excluido de la legislación vigente de protección animal. La muerte del toro que precedió al salto de Oscar llegó después de una tortura de numerosas estocadas y descabellos fallidos, que hasta los propios aficionados llegaron a abuchear (tal sería el grado de crueldad), pero los violentos contra los animales quedan impunes mientras los pacíficos que los defienden son reprimidos.
Lo que no había sucedido hasta ahora es lo que le pasó a Oscar del Castillo tras su acción, y que debería haber ocupado las portadas de todos los medios. El activista fue perseguido, agredido y arrastrado por la arena de Las Ventas por la cuadrilla del torero Luis Miguel Encabo y por su apoderado, Jorge Arellano, que además representa a la Asociación de Jóvenes Empresarios Taurinos (Asojet). Esa horda de violentos lo llevó hasta el burladero y le dio una paliza que incluyó patadas por todo el cuerpo, la cabeza y la cara. Los agentes de la Policía Nacional lo sacaron del ruedo, pero Oscar siguió recibiendo golpes y agresiones en los pasillos laterales, también por parte del público. Uno de esos golpes le hizo perder un diente incisivo.
Oscar del Castillo fue objeto, como los toros (aunque, como él mismo dice, con mayor fortuna que ellos), de un linchamiento público, que desde las gradas se jaleó con insultos y gritos de “matadle, matadle”. Esa es la calaña taurina. Calaña que incluye a los propios toreros, a la cuadrilla, al apoderado, a los ganaderos, al público que disfruta viendo torturar a un animal y a los medios taurinos. Como Canal Plus. Todo el episodio fue grabado por ese canal de televisión, que es uno de los principales cómplices mediáticos de este maltrato a los animales. De momento, tanto Canal Plus como el periodista (o así) Dacid Casas y el ex torero Emilio Muñoz, que retransmitían y comentaban la tortura, recibirán la denuncia interpuesta por el abogado de Gladiadores por la Paz, Víctor Valladares.
Mientras Oscar del Castillo era brutalmente agredido, esos dos voceros del mal no solo no manifestaron su repulsa por los métodos violentos de reaccionar y sacar del ruedo a un activista pacífico, sino que se dedicaron a hacer comentarios despectivos sobre él, se permitieron la indignidad moral y profesional de acusarle de alterar el orden público (cuando su orden consiste en ver vomitar sangre a un animal agonizante y a pesar de que, para no poner en peligro la vida del torero, Oscar saltó al ruedo cuando el toro ya había sido retirado) y afirmaron tener “pruebas” (¿¡cuáles!?) de que los activistas están “financiados, pagados por instituciones interesadas” (¡¿cuáles!?). Todo ello aderezado con perlas periodísticas como que los animalistas son “mercaderes de la violencia, del totalitarismo”. Lo dicen los de las estocadas y los descabellos.
El letrado Valladares ya denunció a Telemadrid y al periodista taurino Miguel Ángel Moncholi por injurias y calumnias contra los activistas de Gladiadores por la Paz que hace pocos días llevaron a cabo una sentada pacífica en la entrada de la plaza de torturas de Las Ventas. Moncholi los llamó “delincuentes”, adjudicándoles varios delitos que no cometieron, entre ellos el de atentado contra las fuerzas del orden público. Mencionó en particular a Oscar del Castillo, y ya no debe quedar tampoco impune la falta de ética periodística, que supone un inaceptable linchamiento mediático.
Todas estas agresiones que sufren los activistas, y que en el caso de Oscar del Castillo ha alcanzado niveles de grave intencionalidad, al buscar hacerle daño en una zona vital como es la cabeza, se producen, además, en presencia de niños y niñas, que tienen permitida la entrada a la plaza. No solo asisten a una violencia hacia los animales contra la que alerta el Comité de Derechos del Niño de la ONU, sino a agresiones contra personas pacíficas. Esa formación en la violencia es la que están recibiendo, y tendrán referentes para ponerla en práctica. Una violencia que combaten, con las solas armas de la conciencia, valientes como Oscar del Castillo.