STOP puritanismo en el feminismo
Un centenar (se dice rápido) de artistas e intelectuales francesas han criticado el “puritanismo” de la campaña #MeToo, recalcando la importancia de la “libertad de importunar” de los hombres (a las mujeres, claro), ya que entienden que dicha libertad forma parte de “la libertad sexual” de los señores.
“La violación es un crimen. Pero el flirteo insistente o torpe no es un delito, ni la caballerosidad una agresión machista”, han publicado en Le Monde.
Y es que hemos ido demasiado lejos en el feminismo. Nos hemos quejado de tanto que ya es como si no nos quejáramos de nada. Hemos desvirtuado el movimiento y la lucha.
Porque denunciar la violencia “real” es necesario, pero el flirteo, el tocar una rodilla, la caballerosidad bien entendida... ahí nos hemos equivocado. Me explico.
¿Qué tiene que ver tocar una rodilla sin consentimiento con violar a alguien?
Que los hombres se crean con el derecho de tocar nuestro cuerpo cuando ellos estimen oportuno, no significa que sea una agresión machista. Es cierto que las mujeres no nos creemos con ese derecho, pero eso es porque lo que nos han enseñado es justo lo contrario: esperar a que se fijen en nosotras, esperar a que nos pidan salir, esperar a que quieran darnos el primer beso, esperar a que saquen el anillo y nos pidan matrimonio. Así dicho, ahora parece un poco puritano, pero no, en realidad puritano es pelear contra la prepotencia de los señores, y contra su libertad sexual. Voy a intentar explicarlo mejor, que aquí creo que no me ha quedado convincente.
A ver, a ellos les han enseñado a tomar la iniciativa, a hacerse con el control, a dirigir la acción cuando ellos quieran, precisamente porque a nosotras nos han enseñado a esperar. Si nosotras esperamos y ellos también se ponen a esperar, si nosotras respetamos su espacio y su tiempo y ellos se ponen a hacer lo mismo, ¡el amor se va a acabar! ¡No habrá relaciones! Nos extinguiremos.
Aquellas que pelean para que los hombres pierdan la libertad de importunarnos (o a insistirnos, machacarnos, estorbarnos, fatigarnos, incomodarnos, incordiarnos, molestarnos, cansarnos, acosarnos, vulnerarnos, que son sinónimos) son la verdaderas puritanas. No hay nada más bonito que un hombre te “robe” un beso, sentir sus babas sobre tu boca mientras tú bailas en un pub, o cruzas la calle o subes en ascensor. No hay nada más romántico que la mano de un señor rozándote en el metro, que la sientas pegada a tu culo, no te hace falta verle ni la cara, porque la sensación ya es de sentirse como en casa.
¿Qué fue de aquella costumbre tan femenina y nada puritana de callar cuando sentías que un desconocido te hacía sentir su erección en la pierna o en el culo? ¿Qué hemos hecho con el arte de hacer como si nada pasara, de avergonzarnos por lo que otro estaba haciendo? ¿De no decir ni esta boca es mía sino simplemente apartarte como si no te hubieras dado cuenta y te fueras del lugar por otro motivo? ¿De quedarte para ti que un compañero de trabajo, día tras día, te insistía para ir a la cama? ¿Qué fue de ese miedo nuestro tan elegante y bien llevado, cuando un hombre te respiraba en el cuello? Ese miedo que te petrificaba y que te hacía salir de esas situaciones deprisa pero sin correr, para no parecer una “histérica”, para no enfadarlo por si era peor. O ese miedo controlado, por las noches, sin mirar atrás, apretando el paso hasta el portal y pegando el suspiro de tu vida cuando llegabas a casa y cerrabas por dentro.
Estamos perdiendo eso. Ahora hay mujeres que se ponen a gritarles a esos hombres en mitad del vagón, hay muchas que se enfrentan a esos hombres que sólo hicieron gala de su caballerosidad en un pub, y que incluso los amenazan si vuelven a tocarlas.
Las mujeres estamos perdiendo el norte y poniéndonos muy violentas, manifestaciones por todo, revolucionadas por cualquier cosa, por un acoso aquí, por una agresión allá, saliendo a la calle a gritar todas juntas por cosas que antes llevábamos bien.
¿No será mejor hacer caso a las compañeras francesas y volver al redil?
Volver a los tiempos en que ignorábamos que esa prepotencia de los hombres, que sienten que pueden tocarnos, en realidad está sustentada y aceptada por la sociedad en la que vivimos. Olvidar todo lo que hemos aprendido sobre la importancia del consentimiento. Volver a los años en los que pensábamos que el acoso callejero sólo nos pasaba a nosotras, y que nos asustábamos porque éramos tontas. Esos años estupendos en los que llegábamos a casa y no le contábamos a nadie que un hombre nos había acorralado para enseñarnos el pene, porque pensábamos que la culpa era nuestra, de nuestra ropa, de nuestra decisión de coger por un camino que no era el mejor.
Yo creo que todo merece la pena si el objetivo es la liberación sexual de los hombres, que es poca, porque a ver si de tanto quejarnos de opresión al final vamos a acabar siendo nosotras las que los oprimamos a ellos no dejándonos usar para su placer. No seamos unas puritanas, por favor, lucha feminista sí, pero respetando al hombre y sus escasas libertades.