Cuando el atracador es tu banco o tu Volkswagen Golf
El Gobierno de España, el nuestro, el que supuestamente representa y defiende los intereses de todos, ha movilizado a los abogados del Estado, esos altos funcionarios a los que pagamos sus salarios con nuestros impuestos, para lograr que los bancos no nos devuelvan lo cobrado indebidamente por la cláusulas suelo de las hipotecas.
La Comisión Europea estima que estas cláusulas no son legales y exige la devolución íntegra de lo cobrado de manera abusiva, en contra de lo ordenado por una sentencia del Tribunal Supremo, que con el peregrino argumento de evitar “trastornos graves con trascendencia en el orden público económico” limitó la devolución solo a partir de la fecha de la sentencia, “perdonando” a los bancos -pobres- el retorno del resto del dinero.
Es inaudito. En un país en el que los bancos han desahuciado sin piedad a personas con pocos recursos. En el que los directivos de una de las mayores entidades han dilapidado millones de euros sin control en viajes, regalos y banquetes. En el que casi todo un sector, el de las cajas de ahorro, se ha hundido por la mala gestión o corrupción de sus responsables, controlados por los políticos... El Gobierno, en vez de defender a los ciudadanos, se pone de nuevo del lado de los más poderosos.
Pero esta no es una excepción. El señor Rajoy y sus ministros tienen mucha experiencia en esto de olvidarse de los derechos fundamentales. Por eso tampoco puede sorprender que sea precisamente España el país que ha pedido mayor permisividad en el otro escándalo que nos asalta desde hace unas semanas. ¿Que Volkswagen truca sus coches diésel para que parezca que contaminan menos? Pues arreglemos el asunto subiendo los límites de los gases contaminantes. Lo de la salud, el cáncer de pulmón y las partículas en suspensión es lo de menos. Total, de algo hay que morir. Lo importante, lo urgente, lo fundamental, es ponerse del lado de la industria, a favor del tramposo -¡once millones de coches, once millones de mentiras!-, no vaya a ser que se enfade y se lleve sus fábricas a otra parte.
Y luego se extrañan de que algunos se quieran separar de España. Yo, indignado, también quiero independizarme, pero de este gobierno abusador de los débiles y protector a ultranza de los poderosos.