La austeridad es una mierda
Mario Draghi no peregrinó a Compostela con Angela Merkel y Mariano Rajoy para comer queso y pimientos de Padrón. A lo mejor por eso ha tenido una revelación y se ha lanzado a inundar de dinero los mercados europeos. Mientras Angela y Mariano bailaban la muiñeira de la recuperación sobre sus raíces vigorosas, SúperMario hacía de “Mini yo” y se pasaba al bando de los traidores que piensan que estamos recortando por encima de nuestras posibilidades.
El renacido MiniMario ha empezado a acercarse al coro de alarmistas que siempre hemos sostenido que el problema está en la demanda, el empleo es la clave, la estanflación no es una leyenda urbana y la austeridad es una mierda moralista que sólo sirve para justificar el infligir dolor a millones en beneficio de unos cientos de privilegiados para quienes no rigen sus leyes. La economía trata de la administración de los recursos escasos. Cuantos más millones pretendes ganar, más austeridad debes predicar. Cuanto más anheles subirte el sueldo, más deberás bajárselo a los demás.
La propaganda oficial repite que tras un lustro de exitosa austeridad, ahora que podemos, Draghi ha aprobado un paquete de medidas de impulso económico bajando tipos y comprando deuda. También va a penalizar a los bancos por ganar miles de millones pidiendo dinero barato al BCE y prestándolo a los estados con intereses de usurero. En otras palabras, el problema es el gasto, pero la falta de gasto, no el exceso y siempre ha habido dinero y riqueza a patadas, pero se dedica a la especulación porque el sufrimiento sale más rentable que dar crédito y fabricar coches o televisores o construir hospitales y carreteras.
Con esa hipocresía diplomática imprescindible para llegar tan alto, el gobernador del BCE ha confirmado con sus decisiones que todo aquello que nos decían que debíamos hacer y estábamos haciendo tan bien, está mal y ahora van a hacer todo lo contrario sin reconocer siquiera que lo sabían y lo hicieron solo porque era bueno para los negocios.
También la OCDE acaba de admitir que no se puede seguir bajando más los salarios porque no va a quedar casi nadie a quien venderle todas esas cosas que producimos tan baratas. Que Amancio Ortega o Emilio Botín sean cada vez más ricos causa nulo impacto sobre la demanda y tampoco genera más crecimiento.
No es que estuvieran equivocados todos estos años y ahora se hayan percatado de su error. Más bien los torturadores empiezan a darse cuenta de que ya no se puede torturar más al preso sin matarlo.