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Todo para los bancos, nada para los griegos y asimilados

Varoufakis y el premio Nobel de Economía Joseph E. Stiglitz.

Rosa María Artal

La UE le ha ganado una primera batalla a Varoufakis. El presidente del Gobierno griego, Alexis Tsipras, ha nombrado un nuevo equipo negociador en el que su ministro de finanzas está pero con un papel más atenuado. Varoufakis es polémico. Un hombre que no cejaba en sus desafíos a la UE, persistiendo en su irracional actitud de no querer rebajar (más) la vida de los griegos. Se negaba a dar otro tajo a las pensiones, renunciar a la paralización de los desahucios o a aceptar el ajuste fiscal al modo que le reclaman.

Varoufakis argumentaba que ya han cedido a algunas exigencias como las privatizaciones (que es mucho ceder), pero a los mandos de la UE no les basta. El Eurogrupo “redobla sus amenazas a Grecia por no aceptar más recortes”, insistieron en la última y muy tensa reunión del Eurogrupo. Probablemente el nuevo Gobierno no rebajara sus exigencias, pero Varoufakis no puede estar solo en primera línea porque la gente pobre o que procede de países pobres ha de ser humilde y sumisa. Recordemos que en los tres meses transcurridos desde las elecciones Syriza no ha parado de retar a sus socios (o a los socios de sus antecesores de Nueva Democracia y el Pasok) osando querer paliar la crisis humanitaria que aquellos causaron con la ayuda de la troika. Incluido el BCE de Draghi, antiguo asesor en maquillajes contables, dado su alto cargo en Goldman Sachs.

Grecia les está sacando de quicio. De nuevo un editorial de un periódico español riñe al Gobierno de Tsipras por haber cruzado “las líneas rojas”. Y es cierto que las grandes fortunas griegas, esos grandes patriotas que se forraron con Gobiernos como dios manda, huyen. Amenaza una crisis de liquidez que en opinión de El País “resulta peligrosa, por cuanto podría generar en cualquier momento un accidente indeseado”. Al menos, que lo parezca, que parezca un accidente. Aunque ni siquiera hace falta.

Por cierto, también aquí disponemos de patriotas que tienen fuera de España ahorros, libres de impuestos, por valor del 12% del PIB. Algunos de los cuales los han conseguido de forma no ética pero legal como andamos viendo. Ignacio Escolar, en ReaccionaDos, cuestiona las cesiones fiscales en este terreno –además de aportando argumentos técnicos– con esta disyuntiva: “Es como decir que la mejor manera de evitar los robos es legalizar el hurto”. En ello andan.

Las fuerzas vivas de España están utilizando Grecia como reflejo en la política local. Resulta enternecedor escuchar a la jefa de opinión de El Mundo decir en los encuentros políticos televisados de los sábados: “El BCE financia las cosas de los ciudadanos” para oponer a Pablo Iglesias, secretario general de Podemos, que sus supuestos afines griegos le están haciendo un feo a tan benéfica institución: el BCE. En realidad y, según su estatus, la entidad “financia las cosas de los bancos” que prestan a los Gobiernos y con el margen suficiente para que se ganen unos buenos dineros.

Y es que la Europa neoliberal también utiliza a Grecia para influir en España. Al punto de preferir que caiga si con ello nos salvan a nosotros. El BCE, de hecho, emprendió una nueva política de compra de deuda pública como para una boda, en marzo, casualmente. Y mira por dónde al PP de Rajoy le ha tocado un buen pellizco. Nada a Grecia. Pero es que el Gobierno español ya supera el billón de euros de endeudamiento y eso es muy rentable. También en términos de sumisión por hipoteca.

Ese Gobierno español que da por perdidos 40.000 millones del rescate bancario (oficialmente, porque diversas fuentes lo cifran en más). De ese hablamos. Mientras seguimos echando pérdidas a la hucha del olvido. La última por el momento es que enterramos 12.000 millones para “recapitalizar” Catalunya Banc y hemos recuperado solo 216, el 1,7%. Catalunya Banc es el banco que compró a buen precio el BBVA. Como ocurriera con Nova Galicia, adquirida por venezolanos buenos. Igual que La Caixa se quedó en su día, aún más barato, por 1 euro, el Banco de Valencia. La misma cantidad que pagó el Sabadell por la CAM. Este lunes el juez Gómez Bermúdez pide el procesamiento de la antigua cúpula de la Caja Mediterráneo por saquear la entidad. Lo cierto es que el rescate millonario previo para sanearla ya lo hemos sufragado nosotros.

Conviene no olvidar que la UE “ayudó” a sus bancos con 1,6 billones de euros en los primeros momentos, hasta 2010, y que luego abrió un grifo crediticio muy favorable. Al tiempo que acudía a inyectar dinero público cada vez que estornudaban.

Por no extenderse en las políticas del PP en el sector, como la ley arbitrada en 2014 por la que “las deudas impagadas de las empresas pasan a ser inversiones de los bancos acreedores en el capital de las empresas”, como explica Juan Torres López también en ReaccionaDos. Con lo que se matan varios pájaros de un tiro, según el catedrático de Economía: ya no necesitan establecer costosas provisiones o aumentar su capital, porque ahora ya no son deudas de improbable o imposible cobro sino inversiones.

Como se ve, los partidarios de “pagar lo que se debe” sin mirarle ni los dientes y plantear intolerables retos para paliar crisis humanitarias tienen perfectamente claro que tan cumplidora medida rige para los ciudadanos y no para los bancos. De hecho, como no cesa de decir el propio Varoufakis, más del 90% del rescate europeo fue a parar a entidades financieras, no al Estado ni a los ciudadanos griegos. Es emocionante ver a españoles de bien dispuestos a entregar su pensión, su sueldo o su futuro para figurar como buenos pagadores en un sistema tan ecuánime.

No soy la única que se pregunta a qué precio nos sale que los bancos financien a la mayor parte de los partidos. Parece que no tienen suficiente con las subvenciones públicas y los hay que ni con los regalos de empresarios, como en el caso del PP.

Menos mal que The Economist se ocupa de España. No da un euro por Rajoy. Lo ha sentenciado: “Su futuro es tan incierto como el de los trabajadores españoles”. Y, como pasó con Zapatero, ese veredicto implica entrar en el corredor de la jubilación. A la espera de que nos obsequien con un artículo laudatorio sobre el nuevo valor neoliberal, Albert Rivera –que el líder de Ciudadanos podrá añadir a su nutrida egoteca–, condenemos a los osados Varoufakis del mundo empecinados en desafiar el poder de los que con tanto esmero cuidan… de sí mismos. Todo para los bancos, nada para los griegos. O españoles. O portugueses. Pasen, señoras y señores, al carril y depositen su voto libre e informado.

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