La eterna punta del iceberg
Este domingo se emitió el Salvados que muchas esperábamos con impaciencia. No era para menos, que un programa como el de Jordi Évole se llamara Machismo mata prometía mucho. Quizás algunas (yo la primera) pusimos demasiadas expectativas en él, sobre todo porque otros Salvados han logrado concienciar a la sociedad de una forma brutal, como el dedicado al accidente de metro de Valencia. La repercusión que tiene siempre este espacio unida a la promoción de Évole, en la que aventuraba que muchos se iban a sentir incómodos viendo el programa, me hizo creer que quizá conseguirían volver a hacer saltar algún resorte a nivel social.
Antes de nada quiero decir que, como feminista, agradezco mucho que se trate este tema en prime time. Pero quisiera también hacer una crítica constructiva para este y otros programas venideros sobre el machismo, para el que pueda tener interés, que nunca está de más.
El principio fue inmejorable. La primera entrevistada fue la magistrada Francisca Verdejo, cuyo discurso, además de intachable, contenía información muy valiosa para apuntalar conceptos ya sabidos pero con los que el neomachismo sigue jugando para crear confusión, como el de las denuncias falsas: en diez años, la jueza aseguró haberse encontrado con tan solo dos casos.
También dejó clara una cuestión que no parece haber calado aún: la mujer maltratada no tiene un perfil determinado, y esto transmite un mensaje claro: ninguna debería bajar la guardia al ver ciertas señales por tener uno u otro carácter (como muy bien ejemplificó después Marina, la superviviente de maltrato en la que Évole centró el programa).
La magistrada defendió también el uso del concepto “terrorismo machista”, que aún muchos se resisten a usar. Y se resisten, quiero pensar, porque en el imaginario español el terrorismo está unido inexorablemente a ETA, y parece que nada pueda ser peor que ETA. Pues bien, el machismo ha asesinado mucho más que ETA y una jueza respaldó el domingo el uso de dicha expresión, lo cual debería servir a muchas para legitimar su uso a partir de ahora.
El lenguaje juega un papel muy importante en la lucha feminista (y en todas), por eso este detalle que parece menor es un tanto que, en mi opinión, se marcó el feminismo.
La jueza también dio un tirón de orejas a los medios de comunicación, y es que no solo no están aportando en la lucha contra el machismo, sino que están restando. Cuando Évole le pregunta en qué se están equivocando, ella contesta que muestran demasiadas imágenes, que hacen demasiadas encuestas a pie de calle con valoraciones de vecinos y que dramatizan siempre. Y aquí viene la gran equivocación que creo que cometió el programa: hacen, paso por paso, justo lo que la jueza aseguró no debían hacer y que repetían sistemáticamente los medios: Salvados dio casi todo el espacio del que disponían a que dos mujeres maltratadas relataran y describieran con todo lujo de detalles (primero la denunciante que aparecía de espaldas y luego Marina) los golpes, los moratones, las quemaduras, las violaciones…
El programa se llamaba Machismo mata, pero no explicaron cómo mata el machismo, explicaron cómo matan los golpes. Pero es que el cómo matan los golpes lo sabemos ya todas. Se centró el foco del machismo en la violencia de género y no en toda, solo en la física y psicológica. Marina lo dijo muy bien: la violencia de género es solo la punta del iceberg, y Salvados se centró, como muchos otros programas, en ella. Ya todos conocemos la punta del iceberg, ya sabemos que son asesinadas de 60 a 70 mujeres cada año, pero eso no explica por qué mata el machismo. Alguien decía en redes, y creo que con mucha razón, “no veo la diferencia entre este Salvados y un Informe Semanal con víctimas pixeladas de sucesos”.
El único entrevistado que arrojó un poco de luz sobre por qué y cómo mata el machismo fue el psicólogo Jorge Freudenthal, que nombró el sistema patriarcal sobre el que se sustenta todo lo demás. Es una pena que no le dieran más espacio a él o alguna otra profesional que profundizara en qué es eso del patriarcado, palabra que parece que nos hayamos inventado las feministas y que muy pocos toman en serio a día de hoy.
Creo que ha sido la primera vez que he escuchado hablar del patriarcado en prime time. Pero si se nombra de pasada y no se aprovecha esta ocasión para profundizar en él, que es la base del problema, ¿cuándo se hará? Hemos tardado más de 800 asesinadas (desde que se contabilizan) en escuchar esta palabra, ¿cuántas más hacen falta para que se centre de una vez la atención en él?
El machismo no acabará hasta que los hombres empiecen a sentirse interpelados por el discurso feminista, y esto pasa necesariamente por la asimilación de qué es el sistema patriarcal y cómo ellos mismos lo están perpetuando cada día con actos, comportamientos y expresiones de todo tipo, desde las artísticas a las verbales. Pero el discurso feminista no tuvo cabida en el programa. El movimiento que pelea cada día por la abolición de dicho sistema pareció no tener el suficiente peso como para ser nombrado siquiera. La palabra maldita, feminismo, no se pronunció ni una vez a lo largo de la hora que duró el programa.
Si Salvados pretendía hacer un retrato de la mujer media maltratada, desde luego lo clavó. Si lo que quería era aportar algo para la eliminación de la lacra, se equivocó de estrategia, de forma y de contenido. No creo que se pueda culpar de esto al formato o al tiempo disponible. Más bien creo que se debe a la falta de concienciación real de cómo y por qué el machismo, efectivamente, mata. De lo arraigado que está en nuestra sociedad. Y también, me temo, se debe a la falta de formación e información.
Esto quedó claro cuando Marina (que no deja por esto de ser una valiente a la que sólo cabe laurear) dijo que “nadie sabe lo que sufre una mujer o un hombre víctima de violencia de género”. Los hombres no pueden sufrir violencia de género. Por definición, solo las mujeres pueden sufrirla y solo ellas son protegidas por la Ley Integral de Violencia de Género (de hecho, en el teléfono 016 de atención a las víctimas de violencia machista que el programa rotuló en varias ocasiones no se atiende a hombres). Pudo ser un lapsus, pero tampoco el equipo supo identificar el error por lo que, tal cual, se emitió, eternizando la confusión que ya hay.
En resumen, creo que la sociedad no necesita tanto el relato pormenorizado de qué es el maltrato (del que ya hemos visto millones de imágenes, esas imágenes que la jueza criticaba) como el relacionar las muertes directamente con nuestro día a día: publicidad sexista, propaganda de prostitución cada día en las ventanillas de nuestros coches, cosificación del cuerpo femenino, insultos a mujeres (políticas, deportistas…) cada día en editoriales y artículos de prensa redactados por hombres con renombre: periodistas, políticos, etc.
Los hombres, todos, para sentirse interpelados, necesitan entender que nos agreden cuando hablan de nosotras como objetos, cuando valoran más nuestro físico que nuestra profesionalidad, cuando copan nuestros espacios, cuando se sienten empoderados para hacer cualquier tipo de juicio sobre nosotras, cuando nos callan para opinar sobre temas del que nosotras sabemos objetivamente más y mejor, cuando nos infantilizan, cuando nos siguen con la mirada por la calle, cuando… podría seguir hasta el fin de los días, porque hay ejemplos y matices en cada detalle.
Pero en Salvados no vimos nada de eso, probablemente un hombre que no golpee no se vio reflejado como parte del problema. Los hombres que pudieron sentirse avergonzados este domingo serían, en todo caso, los que golpean. Y el machismo no mata porque algunos hombres (la minoría) golpeen. El machismo mata porque todos los demás perpetúan el sistema que hace que esos golpeen.