¡Es la casta, imbécil!
El golpe de mano de una facción del PSOE para hacerse con el control del partido es el síntoma más inequívoco de lo que puede llegar a pasar en este país para impedir que lleguen al poder los que no deben. Es la demostración de que la oligarquía, los que de verdad mandan, utilizarán todos sus resortes para que la izquierda de verdad no llegue al poder. Los que les dan miedo o, simplemente, dan muestras de ir a alterar su status quo no gobernarán. Cueste lo que cueste.
Ese es el pecado de Sánchez. Eso ha desatado la furia cainita. Por eso ha salido Felipe González de sus consejos de administración. Todo se ha precipitado cuando ha sido evidente que Pedro, ese Pedrito al que ante todo creen imbécil, tenía un plan B. Un plan que consistía en no dar el poder a la derecha e intentar el gobierno que desalojara a Rajoy. Ese que debería haberse hecho efectivo tras las primeras elecciones. Entonces no le dejaron formalmente explorar esta posibilidad. Ahora habían visto que todo se estaba cociendo para intentar muñir una opción que, tic-tac, llegara en el momento justo en el que sólo quedara eso o nuevas elecciones. No han querido arriesgar más y han decidido hacer saltar la banca. Alguien ha dado la voz de alarma: ¡desactiven eso ya! Así que los que podían hacerlo se han dispuesto a cortar el cable aprovechando las luchas de poder y personales que, además de todo, también enfrentan a los miembros de un partido centenario.
Los argumentos formales esgrimidos por los levantiscos no resisten un mínimo análisis. Los malos resultados electorales en Euskadi y Galicia -que no han sido buenos pero tampoco peores de lo esperado- son sólo una escalera para tomar el castillo. Es evidente que algunos de los sublevados vienen de varias debacles electorales propias. El análisis de los datos por años de los socialistas indica un declive que se remonta a Zapatero y, desde luego, demuestra que la sangría de votos por la izquierda ha sido constante. Pretender que Susana Díaz y su nacionalismo español y olé va a mejorar los datos de la formación en Euskadi, Catalunya, Galicia o, incluso, Madrid, es querer venderse una mula que no anda. No, no será el discurso populista y centralista el que recupere el espacio político para el PSOE. Siguen muy encegados porque, en realidad, sí son los rebeldes los que están pensando en términos de conservar espacios de poder y han perdido el contacto con la realidad de este país.
El segundo argumento, el de que Sánchez lleva a la destrucción al PSOE, es también de traca. Pretender que es él, con su postura contraria a colaborar para que gobierne la derecha, el que desangra al proyecto socialista es insostenible. Pensar que facilitando un gobierno de Rajoy el PSOE va a volver a ser el que era es no conocer al votante de izquierdas. Ese votante que es el que han perdido.
Indignarse por lo que está sucediendo no tiene que ver con ser de unos o de otros. Les confieso que Pedro me cae bien, Pablo también y que me divierto mucho con Carmona. Todos han sido compañeros de bancada. No, yo me indigno con lo que veo porque sólo leo un mensaje en todo lo que está sucediendo: no hay esperanza de que gobierne la izquierda en este país. Sólo la hay de que lo haga una izquierda domesticada y dócil a Bruselas que los poderes oligárquicos y fácticos admitan. Lo siento pero eso es lo que yo interpreto en cada nota discordante que oigo resonar en la sintonía de este país que es tan mío como de la casta. A fin de cuentas la casta no tiene país porque el dinero no tiene patria.
Por eso está pasando también que la derecha se muestra tan animada con los del alzamiento y lo mismo le sucede a los poderes mediáticos, incluso a los de la camiseta progresista, que son sobre todo poderes económicos. Por eso a las izquierdas varias y fratricidas, incluso a los que hasta ahora le han denostado, Sánchez les parece un mártir de una esperanza que se diluye como un azucarillo.
El tema de fondo es la democracia de la que disfrutamos. No sólo nosotros sino occidente en general. Pensemos si no estamos metidos en una comedia de la que no vemos la tramoya y en la que nuestra aparente libertad de elección es sólo una mascarada. Ese es el gran debate de toda Europa ahora. La verdadera secesión es la de los ricos. Nos han abandonado porque el dinero ha roto con la sociedad y con el país. Ha roto incluso con la democracia. Y lo estamos comprobando.