No es corrupción: son los bonus de España SA
No lo llames corrupción: llámalo retribución variable. Bonus. Incentivos. Primas. Durante décadas la democracia española ha funcionado como una empresa. Como una gran empresa. España SA. Otro día hablamos de quiénes son sus propietarios, hoy solo me fijaré en sus directivos.
Todo este goteo interminable de casos de sobresueldos, pagos en negro, tarjetas 'black', cuentas en Suiza, comisiones, partidas de formación desviadas, puertas giratorias, gastos de viajes, comidas y hoteles a todo tren… No, no es corrupción estructural. En realidad es un sistema de retribución variable, como el que tantas compañías usan para motivar a sus ejecutivos.
Así que no son corruptos. Son profesionales. Y como tales, recibían su salario pero también todo un catálogo de bonus, complementos, primas. Que ya sabemos que la política está muy mal pagada. Estoy seguro de que quienes hoy son imputados se sienten así: ellos se limitaron a seguir una práctica muy extendida, según la cual el paso por la política admitía ciertos beneficios bajo cuerda. Desde Urdangarin a Rodrigo Rato, pasando por los mil y un corruptos señalados en el último lustro, todos muestran la misma sorpresa cuando les pillan: “¡Pero si yo no he hecho nada malo!”. Y, en efecto, parece que solo se beneficiaron de un sistema de incentivos muy extendido.
Llamemos a las cosas por su nombre, aplicando la neolengua del management: los sobresueldos en realidad son primas. Las mordidas por otorgar contratos públicos son comisiones por ventas. Los trabajillos al filo de la ley de incompatibilidades, bonus por resultados. La financiación ilegal, gastos de representación. Las comisiones por recalificar terrenos o agilizar tramitaciones, una merecida gratificación. Las cuentas en Suiza o Andorra, stock options. Los sillones en los consejos de las antiguas cajas o las tarjetas 'black', pago en especie. Los viajes y hoteles a todo trapo, simples dietas. Un ático en Marbella es un merecido premio por objetivos. Y las puertas giratorias, un sencillo complemento de jubilación, mientras que para expresidentes y reyes abdicados se reserva el premio gordo: el 'paracaídas dorado'.
Así ha funcionado la democracia española mucho tiempo, al menos para una parte de sus directivos. No todos, claro, sigue habiendo gente honrada que pasó por la política y salió con lo mismo que llegó, incluso con menos. Pero conocemos demasiados casos de ministros, diputados, consejeros, concejales y cargos de confianza para los que el servicio público ha sido un buen negocio, mesurable en aumento de ingresos, jugosas ofertas de empleo y crecimiento patrimonial.
Mientras la empresa funcionaba y daba beneficios, todo bien. Alegría, alegría. El país crecía, se urbanizaba, extendía infraestructuras (algunas útiles, muchas otras inútiles), daba músculo a las empresas para salir al exterior, engordaba fortunas, y algo salpicaba a quienes estábamos abajo. No mucho, pero suficiente para hacer la vista gorda, e incluso votar al que ya se sabía corrupto.
Pero cuando entró en números rojos, los empleados y usuarios (pues eso somos nosotros, empleados y usuarios, a ver si alguien se cree accionista o propietario de España SA) empezamos a ver con malos ojos los desmesurados bonus de los directivos más codiciosos. Y hoy sospechamos que hubo mucho más que un generosísimo plan de incentivos: también delitos societarios. Apropiación indebida, estafa y administración desleal. El saqueo de España SA por sus propios directivos.