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Las cucarachas

Javier Gallego

Si estalla la Tercera Guerra Mundial o Corea del Norte se lía a lanzar misiles, refúgiense en Génova. Ahí estarán a salvo, está claro. El PP es como las cucarachas. Sobrevive a cualquier desastre nuclear. Ya pueden caerle encima las bombas atómicas de Caja Madrid, Bankia, Bárcenas, la Gürtel o la caja B, que ahí siguen al frente del Gobierno de la nación. Ya podemos ver a Rato y Blesa entrar ayer en la Audiencia Nacional a declarar como imputados por el escandalazo de las tarjetas jetas, que ellos siguen a lo suyo, como si tal cosa. Como si aquí no pasara nada. Y lo peor es que van a llevar razón: no les pasa nada. Les pasa mucho menos de lo que les debería pasar. El PP es como las tarjetas negras: la corrupción no les deja rastro. Pierden votos. Bastantes. Pero ni tantos como deberían, dadas las circunstancias, ni han muerto como moriría cualquiera al que le cae una bomba encima. Cualquiera que no sea una rata ni una cucaracha, claro.

Esto en un país decente no pasa. En un país decente, ningún Gobierno habría podido aguantar en el poder después de que un juez haya dictaminado que su partido tenía una caja B con la que se financió ilegalmente y que con ese dinero hizo una reforma su sede por valor de casi un millón de euros. En un país decente, un Gobierno decente habría dimitido después de que se supiese que su tesorero tenía 50 millones de euros en Suiza y repartía sobres de sobresueldos entre los miembros del partido. En un país decente, un presidente decente habría dimitido después de que le pillaran mandándole mensajes de ánimo a ese tesorero cuando ya se sabía que había defraudado. En un país decente, un partido decente habría saltado por los aires después de que se descubriese que daba dinero público a paladas a una trama ilícita como la Gürtel formada por amiguetes íntimos de un presidente del Gobierno, de presidentes de comunidad autónoma y de ministras de Sanidad. En un país decente cualquiera de estas cosas habría acabado con el Gobierno y habría tocado de muerte al partido, pero está visto que este Gobierno y su partido no son decentes y en este país todavía hay mucha indecencia que barrer.

En cualquier país decente, los ministros dimiten porque les pillan copiando una tesis. Aquí la ministra de Sanidad ni se disculpa después de haber provocado el contagio del ébola en España por tomar decisiones arriesgadas y equivocadas. Aquí el ministro del Interior ordena expulsiones ‘en caliente’ que violan nuestra Ley de Extranjería y la lista completa de los Derechos Humanos, y no se le mueve ni uno solo de los cuatro pelos que le quedan. Aquí hemos visto morir a 15 personas ahogadas en las aguas de Ceuta porque fueron repelidas por los disparos de la Guardia Civil y hemos visto al ministerio mintiendo al respecto y ocultando información, pero no hemos visto ni siquiera un atisbo de arrepentimiento o petición de perdón. Ayer vimos un vídeo de la Guardia Civil apaleando a un inmigrante en la valla de Melilla hasta dejarlo inconsciente y sacarlo atado de pies y manos, pero ni hemos visto ni veremos al ministro dimitiendo. Hemos visto cosas que no creeríamos pero lo más increíble es lo que no hemos visto: un miembro del Gobierno reconociendo un error y presentando su dimisión.

Ayer vimos también desfilar hacia la Audiencia Nacional como imputados de un fraude al amiguete de Aznar que el expresidente colocó al frente de Caja Madrid, Miguel Blesa, y a quien Aznar iba a colocar al frente del PP, a Rodrigo Rato, exministro de Economía, expresidente del FMI y después de Bankia, buque insignia del partido. Y ya es la segunda vez que estos dos se sientan en un juzgado para responder por haber hundido la caja y al país con ella. Resulta que el milagro español del que presumía Aznar consistía en transformar nuestro dinero en vino carísimo. Pues ni por esas el PP echa a Rato del partido. Dos semanas después de que estalle la bomba, aún dicen que se lo están pensando. De qué nos vamos a extrañar si por cada cargo que le imputa un tribunal, a Rato le dan un cargo en el Banco Santander y en Telefónica. O sea, que el partido, el banco y la empresa más importantes del país tienen y mantienen en su plantilla al tipo que nos ha costado 22.000 millones de euros y se gastó 99.000 euros en negro del dinero de los ahorradores de Bankia. Esto en un país decente no pasa.

La distancia entre un país y la verdadera democracia es igual al tiempo que sea capaz de aguantar la corrupción, y aquí hemos aguantado lo inaguantable. Que parece que se nos olvidan todas estas cosas porque pasan como si no pasaran de verdad, y lo cierto es que te pones a recordarlas juntas y te parece mentira que hayan sucedido y no se hayan llevado al Gobierno por delante y al PP detrás. En eso Rajoy es un fiera. En hacer como que no ha pasado hasta conseguir que la gente lo medio olvide o lo recuerde tan vagamente que ya no le parezca para tanto. Esto es como cuando entras en una alcantarilla. Al principio el olor a mierda es insoportable pero luego acabas por acostumbrarte. Pues el PP, lo mismo, es una cloaca en la que llevamos metidos demasiado tiempo. Pero si puedes vivir en una alcantarilla, o bien eres una rata o te has convertido en cucaracha.

Javier Gallego es director de Carne Cruda. Escucha aquí el último programa. Javier Gallego es director de Carne Cruda. Escucha aquí el último programa.Escucha aquí el último programa

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