Cómo no depender de quienes nos están haciendo daño
“Nos manifestamos, hacemos campañas, entregamos ayuda social a familias necesitadas. Ahora también paramos desahucios”: Esta frase no es de un integrante de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, sino del Movimiento Social Revolucionario (MSR), un partido político español de ideología neonazi, afiliado a la Alianza Europea de Movimientos Nacionales. El MSR se define a sí mismo como “nacionalrevolucionario” y emplea una retórica anticapitalista. No detiene desahucios, solo acudió recientemente a uno, pero pretende presentarse como organización de carácter asistencial para ganar adeptos.
El pasado 12 de octubre, Día de las Fuerzas Armadas, algunos de sus integrantes se manifestaron en Madrid con carteles que reivindicaban “Una sanidad pública y de calidad”, “Una alternativa social y nacional”, “Ni izquierdas ni derechas”, “Por una alternativa Social y Nacional”, o “Contra la banca y la corrupción política”.
El fascismo siempre se ha nutrido de discursos populistas para ganar apoyos. Amanecer Dorado, en Grecia, es buen ejemplo de ello: Arremete contra los inmigrantes mientras distribuye comida -e incluso pisos- a familias griegas necesitadas, en un proceso basado en la xenofobia y la exclusión.
La historia demuestra que cuando llegan las crisis resurgen los fascismos. Grecia, Francia, España, son algunos escenarios en los que se detectan discursos preocupantes. En nuestro país, con una democracia construida sobre la impunidad del franquismo, aparecen fotografías de jóvenes con el brazo en alto, algunos discursos se radicalizan, se registran actitudes de desprecio y agresiones a inmigrantes y homosexuales, surgen amenazas contra quienes defienden los derechos humanos.
Los derechos no caen del cielo, se conquistan. La barbarie no se detiene por sí misma, hay que frenarla. El aumento de la pobreza y la desigualdad está despertando fantasmas en Europa. Algunos políticos agitan la xenofobia para arañar votos y apoyo popular. Otros simplemente optan por no condenarla más que con la boca chica y en susurros, olvidando que los principios y la ética, bien publicitados y explicados, podrían tener más rédito electoral que la cobardía.
En un comportamiento de manual, algunos dirigentes colocan a los inmigrantes en el punto de mira, para atribuirles buena parte de las causas de nuestros males, para reforzar el discurso falaz que sostiene que no es posible repartir equitativamente la riqueza. Pero, como dijo Lorca, queremos y merecemos “el pan nuestro de cada día”; queremos y merecemos “que se cumpla la voluntad de la Tierra, que da sus frutos para todos”.
Frente al intento de desmantelamiento de los servicios públicos, y antes de que la ultraderecha trate de instrumentalizar las necesidades de la gente al servicio del fascismo, es precisa una reacción eficaz a través de redes sociales alternativas e inclusivas, capaces de canalizar la solidaridad que tanta gente está dispuesta a ofrecer. La Plataforma de Afectados por la Hipoteca, las asambleas de barrio del 15M, las asociaciones vecinales, los centros culturales autogestionados, o la Red de Solidaridad Popular, creada hace seis meses, son algunos ejemplos esperanzadores en este sentido.
Este pasado fin de semana la Red de Solidaridad Popular (RSP) celebró su primer encuentro estatal, al que asistieron integrantes del 15M, yayoflautas, organizaciones políticas de izquierdas, organizaciones vecinales y no gubernamentales. Sus miembros explicaron cómo crean despensas de alimentos, cómo cultivan sus propios huertos, cómo ofrecen asesoría jurídica o cómo recogen material escolar y ropa, a través de un modelo basado no en el “yo tengo, yo doy”, sino en el “yo doy, yo recibo”.
Con el lema “organizar la solidaridad para defendernos del sistema” la RSP huye de modelos asistencialistas, caritativos o benéficos. Funciona de forma horizontal, buscando el empoderamiento de las personas afectadas por la crisis, implicándolas activamente en la gestión y organización.
El debate que se generó en el encuentro giró en torno a una pregunta que algunos de los integrantes formularon: “Cómo no depender de quienes nos están haciendo daño”.
Cómo no depender de quienes no están haciendo daño. Cómo esquivar el manotazo de unas políticas que nos condenan a ser semiesclavos a cambio de salarios que no nos permiten llegar a fin de mes ni cubrir necesidades fundamentales. Cómo vivir con dignidad. Cómo frenar el expolio contra la sanidad y la educación públicas. Cómo actuar frente a la impunidad de los millonarios que, como los dueños de la granja de Orwell, se aprovechan del mal ajeno, porque es la pobreza y la opresión de los demás lo que les enriquece.
Cómo lograr que los medios de comunicación tomen partido a favor de los intereses de la mayoría y en contra de los especuladores. Cómo reaccionar a sentencias como la pronunciada hace unos días por Emilio Botín, que se olvidó de incluir el pronombre personal de la primera del singular en esta frase:
“Este es un momento fantástico para España, llega dinero por todas partes”.
Cómo defenderse ante ataques como el de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE), que quiere despido gratis el primer año en todos los contratos fijos, recortes en la prestación por desempleo y el retraso de la jubilación a los setenta años, mientras los salarios de los altos ejecutivos siguen creciendo.
La solidaridad organizada es un eficaz escudo frente a las agresiones del sistema. Es un modo de ofrecer a la gente un lugar en el mundo, un hueco desde el que todos podamos dar lo mejor de nosotros mismos, un espacio que otorgue la identidad que se ha arrebatado a casi seis millones de personas desempleadas.
La solidaridad canalizada es capaz de crear conciencia política y de tejer, hilo a hilo, un modelo social alternativo, un modo diferente de entender la vida, una hegemonía cultural capaz de sentar las bases para una democracia representativa y real.
Como dicen en este emotivo vídeo en defensa de la educación pública, “Si no luchamos, ya hemos perdido”. Pero si luchamos, articulados, creativos, unidos, podremos reivindicar ese pan nuestro de cada día de Lorca, que es nuestro derecho a la educación pública, a la sanidad universal, al reparto justo de la riqueza, a la vivienda, a un trabajo digno, nuestro derecho a disfrutar de la vida, a intentar ser felices, a expresarnos libremente, a enriquecernos a través del arte.
Si no luchamos, hemos perdido. Pero si luchamos podremos ir construyendo ese otro mundo posible que soñamos, el único sensato, en el que se “cumpla la voluntad de la Tierra, que da sus frutos para todos”.