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¡Viva (la marca) España!

Antonio Orejudo

Esto es lo que dan de sí nuestros políticos en un caso de emergencia nacional. El fiasco de los desahucios los ha retratado a todos una vez más. No es que nos sorprendamos a estas alturas de su incompetencia, pero conviene recordar estas cosas cuando alguien se pregunte de dónde viene la convenida decadencia de la clase política. Pues viene de aquí, viene de que está la gente tirándose por la ventana y de que los dos partidos mayoritarios son incapaces de acordar unos mínimos.

Bueno, los mínimos sí los ha sacado el PP; sin acuerdo, pero los ha sacado. Y tan mínimos: es tal la cantidad de desgracias por las que tiene que pasar una familia para aplazar dos años el desahucio, que casi lo de menos es que le quiten la casa: tiene que ser una familia cuyos miembros no lleguen a los 1.597 euros al mes, que la carga hipotecaria se haya multiplicado al menos un 1,5% en los últimos cuatro años, que el pago de la letra se lleve el 50% de lo que ganan y que sea una familia numerosa o monoparental con dos hijos o con un menor de 3 años o con un dependiente con una discapacidad del 33%... Más que una lista de condiciones, parecen las siete plagas de Egipto. Pero, vale, si hay una sola familia que se puede beneficiar de este decreto cicatero, bienvenido sea. Y a continuación hagamos una marca en el muro, como cuando hay inundaciones: hasta aquí llegó la política social del PP.

La villanía del PSOE no tiene nombre ni arreglo: soberbio con el débil cuando manda y de lagrimita fácil cuando está en la oposición. Como un dictador anciano. Mientras fueron Gobierno, Rubalcaba y compañía rechazaron todas las peticiones de los comunistas para reformar la ley hipotecaria. Cuando dejan el poder y comprenden que nunca llegarán a nada, aflautan la voz y piden disculpas a lo Borbón. Vale, perdonados. ¿Y ahora qué?

Los bancos. Aunque sea obligado señalar la incompetencia de nuestros políticos, no quiero cargar las tintas. Los desahucios no son el resultado de unas fuerzas telúricas que están más allá de la voluntad de los hombres. Los lanzamientos se producen porque el dueño de un banco pone una denuncia. El drama se aliviaría en parte si los Botín, González, Goirigolzarri y demás suspendieran temporalmente, como ya han hecho algunos, su derecho a quedarse con la vivienda habitual de quien no puede pagarla. Venga, que se apliquen a sí mismos esa conmovedora llamada a la solidaridad que hacen siempre cada vez que se convoca, qué casualidad, una huelga general. Como dicen ellos: no está el país para desahucios, sino para arrimar el hombro o para remar todos en la misma dirección.

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