No todos los economistas predicen mal
Cuarto artículo de la serie 'Desvelando mentiras, mitos y medias verdades económicas''Desvelando mentiras, mitos y medias verdades económicas'
Los economistas tenemos mala fama por muchas cosas pero principalmente por lo poco que acertamos en nuestras predicciones.
La crítica parece que tiene fundamento si nos atenemos a lo que ocurre con las más conocidas, las que suelen difundirse con privilegio en los medios y las que hacen los economistas más afamados. La verdad es que los fallos de predicción sobre circunstancias tan importantes como una gigantesca crisis económica mundial son tan evidentes que resulta fácil pensar que no hay otra profesión tan propensa al error como la de los economistas.
Incluso cuando la crisis estaba ya enseñando sus pezuñas por debajo de las puertas, los expertos de los grandes organismos económicos internacionales, de los gobiernos y los que entonces asesoraban a los grandes partidos políticos, afirmaban con toda seguridad que la economía iba viento en popa.
En su Informe Anual de 2006, los economistas del Banco de España (los mismos que se presentan siempre a la gente como los únicos que saben lo que hay que hacer para arreglar nuestros problemas) decían muy seguros en 2007 que proseguía “la fase de expansión de la economía española” y las perspectivas apuntaban “a su continuidad en el horizonte más inmediato”. En su opinión, solo cabía esperar “algunas incertidumbres sobre la continuidad del crecimiento de la economía”, pero “en horizontes más alejados”. Y en el que elaboraron a mediados de 2008 decían que lo ocurrido en 2007 era solamente un “episodio de inestabilidad financiera”. Los economistas que hacían las predicciones de la OCDE escribían en el informe de Perspectivas Económicas de septiembre de 2007 cuyo “pronóstico central” [sobre la situación económica venidera] seguía siendo “bastante benigno”. Y los que se creen los más grandes entre los grandes oráculos de la economía dominante, los economistas del Fondo Monetario Internacional, decían a mediados de 2007 que no había “razones para preocuparse por la economía mundial”. Su subdirector gerente hablaba en ese momento de “la favorable situación económica mundial” y el ínclito Rodrigo Rato, que por entonces combinaba sus negocios corruptos con la máxima jefatura del FMI, aseguraba que la economía mundial mantendría “su buena marcha”. A nadie pudo extrañar entonces que los economistas que asesoraron al Partido Popular y al PSOE para elaborar sus respectivos programas electorales asegurasen en ellos que en la legislatura 2008-2012 se alcanzaría en España el pleno empleo. Auténticas luminarias todos ellos.
Recurrentemente, desde finales de los años ochenta se vienen presentando informes sobre los escenarios futuros de nuestro sistema de pensiones públicas. Diversos economistas los elaboraban con cálculos sofisticados que les permitían predecir que en los años venideros, 1995, 2000, 2005, 2010... nuestra Seguridad Social entraría en déficit. Ninguno de ellos acertó en alguna ocasión. Se equivocaron siempre en sus predicciones.
Los economistas que trabajaban en las grandes agencias de calificación para evaluar los productos financieros que difundían los bancos también se equivocaron radicalmente en sus valoraciones y predicciones. Algunos estudios posteriores han demostrado con sus propios datos internos que el riesgo de que se produjeran insolvencias en sus cálculos resultó 230 veces más bajo que el real.
Se podrían poner docenas de ejemplos más de este tipo de fallos clamorosos de predicción, pero no vale la pena torturarse. Lo cierto es que se producen y que la gente asume que los economistas no aciertan nunca. Pero no es cierto que eso le ocurra a los economistas en general.
La idea de que los economistas no aciertan a predecir ni el pasado solo se puede mantener si se contempla la opinión más divulgada, las predicciones de los economistas vinculados a los grandes centros del poder y a una sola parte de la profesión. Basta con abrirse a otros ámbitos de la investigación económica para comprobar que muchos economistas sí que predicen con acierto. Como también es fácil descubrir que hay unas claras pautas de análisis, hipótesis de partida que son las que llevan a equivocarse mientras que a partir de otras diferentes se descubre con acierto lo que puede ir ocurriendo en el futuro.
La clave del asunto radica en que los que más se equivocan son casualmente los economistas que defienden las políticas dominantes, los vinculados a los grandes centros del poder o los que escriben financiados por todos ellos y quienes parten de las hipótesis analíticas más ortodoxas. Puede parecer un prejuicio, pero creo que es la verdad. Como detallo en mi libro Economía para no dejarse engañar por los economistas, cuando se repasan los organismos que peores predicciones han hecho sobre la evolución del PIB español en los últimos años, por ejemplo, los que aparecen son el Banco de España, el FMI, la OCDE, el gobierno de España, la Comisión Europea, el Consejo Superior de Cámaras de Comercio o el Banco Santander. Es decir, los grandes centros del poder económico y financiero. Y si se repasa la lista de los economistas que han hecho predicciones sobre el futuro de la seguridad social, es fácil comprobar que quienes se han equivocado más son casualmente los autores de informes financiados por entidades financieras.
Es verdad que las causas de los errores de predicción de los economistas no son solamente el irrealismo de sus postulados analíticos o la dependencia del poder. Influye también la dificultad intrínseca que tienen los hechos económicos para ser analizados debido a su naturaleza compleja y a lo complicado que resulta medir las variables a partir de las que se pueden analizar (Samuel Williamson ha descubierto que la pregunta sobre cuánto creció el PIB del Reino Unido en 1959 ha tenido 18 diferentes respuestas por parte de diversas oficinas estadísticas y diferentes investigadores). Como también influye la prepotencia de la profesión, que rechaza más que ninguna otra, según indican las encuestas, el contacto con otras ciencias o la diversidad de planteamientos teóricos.
Pero, en todo caso, basta con ir a las bibliotecas para comprobar que todos los economistas no se equivocan a la hora de analizar la realidad o de hacer predicciones.
El caso de la crisis reciente es otra vez paradigmático. ¡Cuántas veces se ha dicho que nadie pudo preverla! Tantas, que la gente ha terminado por creerlo y por pensar que los economistas somos todos un desastre. Sin embargo, Dirk Bezemer analizó la producción científica de un buen número de ellos tratando de averiguar si era cierto que ninguno había anticipado la crisis financiera de las hipotecas basura y sus consecuencias inmediatas. Encontró que al menos doce habían publicado trabajos o artículos con una predicción concreta y certera y con alguna referencia temporal sobre lo que iba a ocurrir a partir de sus propios análisis de la situación económica y financiera. Y lo interesante es que su análisis de esos aciertos muestra que se producen desde posiciones teóricas o ideológicas dispares pero que coinciden en hipótesis esenciales que no asumen otros economistas sobre las finanzas y la deuda y en realizar sus investigaciones con independencia de los grandes grupos de interés. Hay economistas que aciertan. Los que son independientes y no se aferran a su exclusivo saber sino que recurren al de los demás y están dispuestos a dudar de sus propios postulados. Para descubrirlos solo es necesario ir un poco más allá de donde nos quieren hacer creer que acaban las fronteras del saber que no es sino allí donde se ponga algo en cuestión el orden establecido.
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Aquí puedes leer el anterior artículo de Juan Torres de la serie Desvelando mentiras, mitos y medias verdades económicas: ¿Quién teme a la competencia y quién vive del Estado?