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No somos neutrales

Elena Valenciano

Vicesecretaria general del PSOE —

Cada día de la campaña electoral norteamericana contiene al menos una oportunidad para aprender algo sobre comunicación política. Por medio de la tecnología, en tiempo real, podemos comprobar las muchas posibilidades de innovación que contienen los actos políticos tradicionales, los debates televisivos, y muy especialmente las redes sociales. Esta es una campaña que, sin ser tan revolucionaria como la desarrollada por el equipo de Obama en 2008, resulta apasionante. Lo es en este caso porque, a pesar de que el Partido Republicano haya tratado de clonar el envoltorio trabajado por el Partido Demócrata, resulta inevitable percibir las diferencias entre los dos grandes proyectos de país que se están ofreciendo a la sociedad estadounidense. Es en ese contraste donde sitúo el punto de mi atención, en el hecho de que el marketing –siendo importante– sea lo de menos, en el principio tan antiguo y tan radicalmente moderno de que la democracia no es un lugar para los espectadores, sino un espacio para los ciudadanos.

Y la ciudadanía tiene donde elegir. Allí como aquí, apenas pueden encontrarse semejanzas entre el modelo conservador y el progresista: son distintos los diagnósticos y son muy distintas las propuestas. En aquella cita con las urnas se decide la respuesta frente a retos comparables a los que afronta también este continente. Retos como la configuración del escenario internacional, la superación de la crisis económica, o la actualización de las políticas del bienestar...; es lo que tiene compartir un mundo tan interconectado. Por eso lo natural es que simpatice, que me sienta más conectada, con el proyecto que abandera Obama.

El debate entre austeridad y políticas de crecimiento que con tanta preocupación vivimos en Europa también está centrando gran parte de la campaña norteamericana. En ambos casos, las posiciones a favor de una u otra opción están claramente perfiladas. Sin embargo, sus números son diferentes a los nuestros. A este lado del Atlántico, los recortes no dejan de trocear cualquier posibilidad de crecimiento; en la otra orilla, la activación de los motores del crecimiento está permitiendo que comiencen a cosecharse mejores cifras, fundamentalmente en el empleo. No faltan razones para temer por el futuro de la economía mundial si Estados Unidos regresase al pasado. Si volviesen allí las políticas neoconservadoras que todavía no nos hemos quitado de encima en Europa, podría desencadenarse una depresión económica global sin precedentes.

Del mismo modo, el hecho de que las políticas neocon y los políticos “halcones” puedan volver a ponerse al frente de la primera maquinaria militar, podría desembocar en una etapa de inseguridad comparable a la sufrida internacionalmente bajo el Gobierno de George W. Bush. A estas alturas, y más todavía tras la experiencia de las guerras de Iraq y Afganistán, es vital que el Presidente de la primera potencia armamentística internacional no confunda la fuerza con la violencia. Por lo tanto, como europea, quiero destacar dos razones que a mi juicio hacen más que deseable la victoria electoral de Obama: seguridad económica y seguridad internacional.

Por otro lado, como socialista, creo oportuno señalar la vigencia que tiene para nuestro país, uno de los mensajes que más está repitiendo el actual presidente de los Estados Unidos durante la campaña electoral; y que viene a condensarse en lo siguiente: en un momento como el actual, lo que está en juego es la supervivencia de las clases medias.

Las crisis económicas son invariablemente períodos en los que aumenta la diferencia entre los sectores más ricos y los sectores más pobres de la población. Es entonces –es ahora– cuando más necesario resulta mantener y reforzar las políticas de protección para la gente, y cuando más dañino es recortar ciegamente. Así lo estamos comprobando en nuestro país, desgraciadamente estamos viendo como al desmantelarse el bienestar primero caen los sectores más vulnerables mientras, inmediatamente, se empobrecen las clases medias. Sólo por eso, sólo por la extensión del derecho a la salud que ha desplegado el Gobierno de Obama, en un momento de tantas dificultades, en una nación en la que la sanidad estaba únicamente en manos de las corporaciones y de las aseguradoras, considero que sería justa la victoria del Partido Demócrata en las elecciones de este año. Pero es que además hay más, es que además de las políticas de gasto están las políticas de ingreso, están los impuestos. Y, como es lógico, en esta cuestión me siento más que ideológicamente próxima al esfuerzo que demanda el Presidente de los Estados Unidos a quienes tienen muchos más ingresos que todos los demás.

Como europea y como socialista, tengo razones para expresar públicamente mi deseo de que sea Obama quien gane las elecciones norteamericanas. Pero también las tengo como mujer. Deseo, como desearé siempre, más igualdad. Deseo que en cualquier país, ninguna condición pueda condicionar el derecho que tiene todo ser humano a desarrollar, plenamente, su proyecto vital en libertad. Es verdad que este nunca ha sido un camino fácil y que en todos sitios hay resistencias al cambio; resistencias intransigentes y duras, que por jugarse sus privilegios no se andan con remilgos para recurrir a los peores miedos con todos sus medios. Pero también es cierto que el Gobierno de Obama ha dado sólidos pasos en la buena dirección, y que bien pueden continuar progresando en la tarea si logran la el resultado que merece.

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