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El embajador de la vergüenza

Federico Trillo habla con Rajoy en el Congreso en 2009.

Antón Losada

“Ya sabemos la verdad, ahora nos falta la justicia” reclamaban con razón indignada las familias de las víctimas del Yak-42 en mayo de 2013, durante un homenaje en Zaragoza. El martes 3 de enero de 2017, casi trece años después, conocimos que el Consejo de Estado también considera responsable de la catástrofe al Estado y al Ministerio de Defensa: por no haber ejercido sus tareas de vigilancia, control y verificación del cumplimiento de los contratos y no haber atendido los principios de seguridad y precaución con la debida diligencia y compromiso con los intereses públicos.

Ese mismo día, en la cadena Ser, en Hoy por Hoy, el intrépido Aimar Bretos preguntaba a Paco Cardona, vicepresidente de la asociación de víctimas, qué sentía al conocer el dictamen tras haber perdido a un hijo en al accidente. “No lo perdí, a mí me mataron un hijo”, fue su demoledora respuesta. No se puede decir más verdad con menos palabras.

La subcontrata draconiana para hacer negocio con los vuelos de los soldados, la dejadez o la imprudencia de un Ministerio incompetente y miserable, el accidente provocado por un avión que nunca debió volar, las mentiras y las maniobras del Gobierno de Aznar y Trillo engañando, manipulando y humillando a las familias de las víctimas, la infamia de unas identificaciones que acabaron condenadas como un delito cuyos autores jamás han cumplido sus condenas y fueron jubilados e indultados; todo fue una enorme vergüenza.

Lo sigue siendo. A los mismos fiscales que siempre les falta tiempo para perseguir a un tuitero por un chiste sobre ceniceros o a un cómico por una parodia sobre la Iglesia, les han sobrado minutos para salir a asegurar que las causas penales del Yak-42 no se reabren, por mucho que lo pidan los familiares o incluso el sentido de la Justicia. 

Que Aznar se pasee por el mundo dando lecciones de integridad y gallardía política, después de esconderse tras los militares para eludir su responsabilidad en la gestión dolosa de la catástrofe, lo dice todo sobre su catadura moral.

Que el ministro responsable de tanto dolo y tanta culpa, Federico Trillo, actúe y cobre como embajador de España en el Reino Unido nombrado directamente por Mariano Rajoy, lo dice todo sobre un Gobierno del Partido Popular, socios y allegado incluidos, que sólo saben exigir las responsabilidades políticas de los demás, pero jamás sabe asumir las suyas propias.

El Ministerio que entonces dirigía Federico Trillo hizo lo mismo que otras muchas administraciones y responsables hacen a diario: subcontratar de manera indiscriminada, dar carta blanca al subcontratado para abaratar al máximo los costes del servicio y esconderse tras él cuando toca asumir responsabilidades. Eso ni le excusa, ni le hace menos responsable. Sólo multiplica el tamaño de la vergüenza que todos deberíamos sentir. Unos por hacerlo, otros por tolerarlo.

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