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El espejo roto en que se miran Rajoy y Rubalcaba

Iñigo Sáenz de Ugarte

Dos artículos publicados este domingo nos dan una medida justa de los dos políticos más importantes del país. Son dos artículos amables en los que el autor hace lo posible para que el retratado, que no pasa por su mejor momento, aparezca como una persona con recursos, tranquila ante la adversidad y firme en sus ideas. Ambos tienen un involuntario vis cómico.

En ABC aparece un texto firmado por Curri Valenzuela escrito a la mayor gloria del presidente del Gobierno. Se trata de convertir la increíble vergüenza de ver publicados sus mensajes privados con Luis Bárcenas en todo lo contrario, la demostración de que al frente de los destinos del país se encuentra un hombre con la templanza y determinación necesarias.

Lo malo del culto a la personalidad es que suele provocar risas entre el público al que en realidad no está dirigido, como esas fotos de Kim Jong Un que aparecen en la prensa norcoreana. Se hace para convencer al que quiere ser convencido, o al que tiene demasiado miedo como para exteriorizar sus dudas. Por eso, la autora ni se da cuenta cuando al principio cita a un exdirigente del PP, cuyo nombre ha aparecido entre los receptores de sobres. Él cree tener el argumento definitivo para responder a las revelaciones de Bárcenas.

“Que guardara esos mensajes de móvil explica muy bien la actuación de Bárcenas, un tipo que ha estado veinte años robándonos y mientras tanto montándose una coartada por si le pillaban”. ¿Que ha estado 20 años robándonos? ¿Robándonos las comisiones, sobornos o aportaciones voluntarias que los empresarios entregaban al PP agradecidos por los contratos que recibían o por la simple existencia del partido? ¿Y ese dinero llega hasta contabilizar decenas de millones de euros? Menos mal que no ha dejado que citen su nombre porque de lo contrario incluso un juez tan precavido como Ruz se vería obligado a llamarle a declarar.

El escándalo provocado por los SMS no es nada para Rajoy, dice el artículo. Sus contactos personales, manifestaciones de cariño y mensajes de ánimo dirigidos a un presunto delincuente (ahora en la versión oficial del PP, un delincuente con todas las letras sin necesidad de procesamientos, juicios y recursos) desaparecen para convertirse en una campaña que él, con la astucia que le caracteriza, ya veía venir.

“Cuando leí los titulares me asusté -recuerda uno de estos ministros-; solo me calmé cuando escuché su voz. Estaba cabreado, sí, pero tranquilo”. Ah, ministro de poca fe. Su voz revela la tranquilidad de espíritu que sólo puede proceder de El Elegido. Los hombres sencillos viven en la angustia ante tales noticias hasta que oyen Su Voz, y todos los SMS desaparecen de sus mentes.

El otro político que aparece retratado es Rubalcaba, en este caso por sus respuestas al tratarse de una entrevista. Al líder del PSOE le dan terror las entrevistas en prensa. No se fía de los periodistas, aunque el director de El País ha encontrado otra explicación: “La palabra impresa le infunde más respeto”. No sabemos si es una excusa de Rubalcaba o producto de la clarividencia del periodista.

Hay una respuesta que le define. Le preguntan por el caso de corrupción de los ERE en Andalucía y responde citando la reciente exculpación de Pepe Blanco. Y no tiene nada más que decir. De hecho, la palabra maldita (ERE) no roza sus labios, de la misma forma que Rajoy nunca pronuncia el nombre de Bárcenas. “Hay una cosa que se llama presunción de inocencia que debe jugar también para los políticos”, dice. Rubalcaba no ha respondido a la pregunta, pero el periodista prefiere no importunarle recordándoselo. Sería un gesto de mala educación que no estaría a la altura del respeto que se merece la palabra impresa.

Además de reflexiones que darían lugar artículos enteros (“la mayoría absoluta nunca ha producido excesivos problemas en España”), la entrevista nos reserva otro momento especial cuando sale el tema de si será candidato del PSOE en las próximas elecciones, un detalle nada irrelevante ya que él es el líder del partido. “Si soy útil a mi partido, intentaré serlo”. Otra vez el líder carismático dispuesto a sacrificarse por el bien del partido y del país si resulta necesario, aunque aún no lo tiene claro.

Viniendo del político en quien un 89,7% de los españoles tiene poca o ninguna confianza, según el CIS, creo que ya tenemos claro hasta qué punto puede llegar su sentido del sacrificio.

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