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Cómo ganar 8.500 euros al mes yendo a currar un día a la semana

Ruth Toledano

Que Ruiz-Gallardón haya pedido su ingreso en el Consejo Consultivo de la Comunidad de Madrid dos días después de dimitir como ministro de Justicia y como diputado del PP nos ha provocado esa mezcla de indignación y perplejidad ya consustancial al yo soy español español español. Tal y como están organizadas las cosas, Gallardón estaba en todo su derecho de solicitar ese ingreso, pues corresponde a todo aquel que haya ejercido funciones de presidente de la Comunidad, como es su caso. Lo que resulta especialmente ofensivo, dada la naturaleza de esa consejería, es tal celeridad. Si Gallardón hubiera esperado seis meses, por ejemplo, para pedir ese ingreso, habría hecho entonces algo de ruido, pues se criticaría lo previsible de la solicitud y se cuestionaría esa naturaleza del cargo a la que nos referimos. Pero habría demostrado tener un poco de respeto por los madrileños. El respeto suficiente como para que la satisfacción de su derecho no pareciera, además, una provocación.

A Alberto Ruiz-Gallardón le pagaremos alrededor de 5.500 euros netos al mes. Cotizará por 8.500 euros brutos. Es lo que cobran los miembros de un Consejo Consultivo que cuesta a la Comunidad de Madrid 4,3 millones de euros al año, y que, junto con el resto de los Consejos Autonómicos, cuestan al Estado (nos cuestan a los yo soy español español español) 60 millones de euros anuales. Además, la Comunidad de Madrid le proporcionará todo “el apoyo personal y los medios materiales que necesite para el desarrollo de sus funciones representativas”. Coche oficial, secretaría, esos apoyos. Los 8.500 euros brutos se los embolsará Gallardón por ir a currar un día a la semana. Bueno, a una reunión.

Como describe el propio Consejo, su función consiste en opinar sobre asuntos de la Administración autonómica, corporaciones locales, universidades y demás entidades regionales de derecho público. Los funcionarios elaboran informes y los consejeros opinan sobre ellos. Los miércoles. Emiten sus opiniones a través de dictámenes que pueden o no ser publicados.

En 2013, por ejemplo, según su Memoria de Actividad, se da cuenta de la celebración de la Jornada sobre Contratación Pública; se resalta la dificultad que supone la evaluación de las indemnizaciones en los daños sanitarios; se resalta la falta de conservación y custodia de las historias clínicas en algunos centros; se reflexiona sobre la insuficiencia del plazo legal para resolver los expedientes sobre responsabilidad patrimonial. Hala: 8.500 euros al mes a modo de alforjas para un viaje consistente en dar a Ignacio González, presidente de la Comunidad de Madrid, opiniones de tal calado.

Tan agotador e imprescindible trabajo es realizado por dos consejeros permanentes, Joaquín Leguina y ahora Gallardón, otros seis consejeros electos y un secretario general. Todos ellos presididos por Ignacio Astarloa, exdiputado del PP que fue subsecretario del Ministerio de Justicia y secretario de Estado de Seguridad con Aznar, y cuyo hermano, casualmente, es Esteban Astarloa, abogado del despacho Uría y Menéndez, donde también se ha desempeñado José, el hijo mayor de Gallardón. Esteban Astarloa defendió al kamikaze que fue condenado a 13 años por un delito de conducción con grave desprecio para la vida de los demás (una persona muerta y otra herida) y posteriormente indultado por el Gobierno siendo Gallardón ministro de Justicia. Pero todo esto son casualidades, cosas del azar.

El caso es que, mientras Gallardón, Leguina y los otros se lo llevan crudo de las arcas autonómicas, en Madrid hay más de medio millón de personas desempleadas, España es líder europea en paro juvenil y la proporción de mujeres paradas es superior, claro, a la de los hombres, extremo que suponemos preocupará mucho, los miércoles, a Gallardón, dado que la protección de las mujeres es su prioridad, como declaró y vino demostrando en los últimos meses, cuando andaba dejándose los cuernos en su fallida reforma de la ley del aborto. En misa con la Conferencia Episcopal y repicando en Génova. Por cierto, es curioso que te encarguen un trabajo, lo hagas mal, conlleve un grave problema para tu empresa y te premien de forma vitalicia con 8.500 euros brutos al mes. La típica curiosidad. Tiene gracia también que Gallardón salga del Gobierno de Rajoy para irse directamente a un Consejo que el propio Rajoy tenía previsto eliminar en su proyecto de reforma de las Administraciones Públicas porque su inutilidad es clamorosa y ha recibido numerosas críticas. Curiosidades concatenadas.

El caso, digo, es que, mientras los consejeros de los miércoles se levantan 5.500 euros netos al mes, las políticas de austeridad del Gobierno que abandona (o que abandona a) Gallardón han generado una grave precariedad en un excesivo número de hogares españoles, han contribuido a la desigualdad y han agudizado las situaciones de pobreza y de exclusión. Basta con que comparemos un miércoles cualquiera en la nueva vida de Gallardón con el día a día de cientos de miles, de millones de personas desempleadas a las que además se recorta en sanidad, educación, servicios sociales, productos farmacéuticos, pensiones. Ahora, cuando nos cuando planteemos un “plan de rescate” para esos millones de personas, no podremos olvidar, tampoco, el rescate del que goza Gallardón.

Quien aspiró, y creímos que llegaría, a ser presidente del Gobierno ha acabado en un carísimo cementerio de elefantes. Podría, como anunció en su despedida, haber dejado la política, pero no lo ha hecho: el Consejo Consultivo es un órgano político. Podría haberse ido tranquilamente a su casa a dejar pasar los dos años de incompatibilidad a los que está obligado para poder ejercer el Derecho o dar vueltas por las puertas giratorias. Podría haberse reservado así un resto de respetabilidad. Pero no: el alcalde que dejó la ciudad de Madrid endeudada para dos generaciones; el ministro de Justicia que logró tener en su contra a todos los estamentos judiciales y dejar judocialmente desprotegidos a los ciudadanos; el mismo que ha insultado a todas las mujeres de este país con un paternalismo patético y peligroso; el que no ha cumplido con nadie, ha tardado dos días en perder el poco pudor que debía haber conservado.

Son insaciables estos romanos. No salvan ni el honor. Y el precio de su honor es una provocación.

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