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Opinión - Por el WhatsApp muere el pez. Por Isaac Rosa

Si los trabajadores de Movistar pueden, ¿por qué nosotros no?

Técnicos de Movistar, en una protesta reciente \ Foto: A. Navarro

Isaac Rosa

Como es Primero de Mayo, un, dos, tres, responda otra vez: tú, trabajador, trabajadora, ¿por qué no luchas por tus derechos? “Soy precario, si protesto me despiden o no me renuevan”. “Necesito este sueldo de mierda, no puedo arriesgarme a que me echen”. “Con lo que me ha costado encontrar trabajo, y todo el paro que hay, calla, calla”. “Hay muy poca solidaridad, siempre habrá alguien que haga tu trabajo si decides plantarte”. “Los sindicatos ya no sirven para nada”. “Las huelgas son cosa del pasado”. “A mí que me cuentas, yo soy autónomo, bastante tengo con lo mío”.

Así es. Muchos hemos asumido que la lucha obrera, el sindicalismo, la solidaridad, la protesta, la negociación o la huelga son cosas del pasado, un lujo que ya muy pocos trabajadores pueden permitirse.

Hasta que aparecen los técnicos de Telefónica-Movistar, y nos rompen los esquemas. Trabajadores que están mal, muy mal, peor que la mayoría de nosotros. Trabajadores que tienen todo en contra: sin vínculo con la empresa, trabajando no ya para contratas, sino para subcontratas de las propias contratas, forzados además a ser autónomos. Ve y háblales de precariedad a ellos, contratados por horas, trabajando muchas más de las que cobran, sin descanso. Ve y háblales de salarios de miseria a ellos, que encima de cobrar poco están sometidos a penalizaciones, y obligados a pagarse vehículo, gasolina, uniforme y hasta herramientas. Ve y háblales de solidaridad y sindicalismo a un colectivo de miles pero atomizados en innumerables subcontratas. Por si fuera poco, tienen enfrente a una de las multinacionales más poderosas de España.

Y sin embargo, se han plantado. Están luchando por sus derechos. Se han organizado en sindicatos. Sí, sindicatos. Han recurrido a la huelga, esa que creíamos que ya no valía. Nada menos que una huelga indefinida. Han creado cajas de resistencia. Y han encontrado solidaridad, en otros trabajadores de Movistar, pero también en el resto de la sociedad.

¿Por qué los trabajadores de Movistar pueden y nosotros no? ¿No quedamos en que la lucha, la huelga, el sindicalismo, la solidaridad, eran un lujo al alcance de una menguante aristocracia trabajadora? ¿Por qué las luchas más radicales de los últimos años las están protagonizando precisamente aquellos trabajadores que en peores condiciones están para defender sus derechos? ¿Es porque ya no tienen nada que perder, porque han caído tanto que solo les quedaba alzarse? ¿O quizás deberíamos revisar nuestras convicciones?

Hoy son los de Movistar, ayer los de Coca-Cola (que mantienen el pulso mientras la empresa no cumpla la sentencia), dentro de unas semanas los trabajadores de recogida de basura en Madrid. Son ráfagas, esporádicas, pero suficientes para iluminar y hacernos ver que sigue siendo cierto el viejo lema: la única lucha que se pierde es la que se abandona. Y tal vez hemos abandonado antes de tiempo.

Mucha fuerza, ánimo y suerte a los trabajadores de Movistar en huelga. Y nosotros, a presionar como clientes a Movistar, difundir su lucha y llenarles la caja de resistencia.

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