Por qué les irrita tanto Podemos
El complejo político-mediático que agita la derecha española ha desatado una apabullante campaña de demonización contra Podemos y contra su líder, Pablo Iglesias. En la brutal y desmelenada ofensiva de nuestro racial Caspa Party hay una parte visceral, fruto del desprecio a quien piense diferente; pero también hay otra que parece un guión escrito e interpretado para crear un estado de ánimo entre los suyos.
A Podemos ni le perdonan, ni le perdonarán, haber puesto en ridículo el más repetido de sus vaticinios. “El 15-M se quedará en nada”, aseguraban, “solo son una panda de porreros y hippies que básicamente no quieren trabajar”. En su documentada opinión serían incapaces de organizarse y asumir costes para conseguir sus objetivos. Pero no solo se han organizado, sino que han irrumpido como la cuarta fuerza política del país, no como algo testimonial.
A Podemos ni le perdonan, ni le perdonarán, haber evidenciado la falacia de su argumento predilecto. “Si quieren cambios que se presenten a las elecciones y si la gente los vota, se harán esos cambios porque esto es una democracia”, decían. Para a continuación añadir que no se presentaban porque sabían que no les votarían. Se han presentado y les han votado, mucho. Eso siempre es un problema para los demócratas de toda la vida.
A Podemos ni le perdonan, ni le perdonarán, haber traido de vuelta del infierno de la antipolítica a mucha gente. Para el Caspa Party toda esa gente está mejor allí, desmovilizada en la desafección y la abstención. Allí no molestan porque no se entrometen en las decisiones y cuando las cosas van mal siempre se les puede culpar por no comprometerse, o por ser indiferentes, o por ser violentos, o por lo que sea.
El éxito de Podemos ha abierto por las bandas la agenda política española. Ya no bastará con decir que no se puede hacer otra cosa, que no queda más remedio, que no hay alternativa a los desahucios, a la deuda, al equilibrio presupuestario, a los recortes, a las vallas... A poco que se pidan, habrá que dar muchas explicaciones que hasta ahora se habían ahorrado.
La irritación existe, incluso el odio. Son reales. Pero también hay algo de sobreactuación entre tanto ruido y tanta furia. La ridícula satanización de Pablo Iglesias o Juan Carlos Monedero construye un mensaje dirigido a los votantes de derecha. Esto es lo que pasa cuando no vais a votar, les están avisando, que ganan los rojos.
Hay que convertir a Podemos en un demonio con cuernos, amigos de Maduro, de Castro, de los ayatollahs, de los violentos, de lo que meta más miedo. Así se fija entre los votantes del PP la idea de que constituyen una amenaza temible liberada por su abstención y se les asusta para que ni piensen siquiera en no ir a votar en municipales y generales. Se busca convencerles de que quedándose en sus casas en realidad no castigan al PP, sino que se castigan a sí mismos.
A falta de éxitos y buen gobierno que ofrecer a sus electores, el complejo político-mediático de la derecha española recurre a su plan B habitual: el miedo a lo que pueda venir, el miedo al otro. Y hasta ahora casi siempre les ha funcionado.