Las lecciones de la crisis china
La debacle de los mercados financieros en China pone en escena un guión que hace ya tiempo anunciaba dramatismo. En este sentido, más que un accidente deberíamos considerarlo una epifanía, al revelar tres evidencias fundamentales que todo interesado en el 'gigante asiático' debería conocer:
- La primera es que el actual patrón chino de crecimiento es insostenible y reclama cambios urgentes. La locomotora del mundo se mueve a una velocidad de vértigo y no sólo puede descarrilar, sino que es un milagro que no lo haya hecho antes.
- En segundo lugar, la segunda economía mundial no desea reconducir la situación aplicando la ortodoxia neoliberal del decadente Consenso de Washington. Está construyendo un paradigma alternativo que conjuga socialismo totalitario y 'capitalismo de amiguetes' (crony capitalism) con características propias: el emergente Consenso de Pekín.
- La tercera revelación es que el 'Gran Dragón' padece un trastorno bipolar, pues sus pasos oscilan constantemente entre direcciones opuestas: liberalización e intervención; ideología y pragmatismo; intereses del poder y análisis científico de la realidad. De esta dicotomía nacen a un tiempo sus contradicciones, sus logros, sus errores, su genialidad, su capacidad para romper esquemas… y nuestro desconcierto. Las incertidumbres indican que el futuro no está escrito y Occidente no conoce la lógica con la que se escribirá; pero está claro que China tampoco. ¿Improvisación? Los expertos prefieren llamarlo innovación.
Sobre la insostenibilidad del patrón chino de crecimiento no habla sólo el FMI, hablan también las autoridades del régimen que están presenciando una caída sostenida del PIB desde una media del 10% durante tres décadas, al entorno del 7% actual, con previsiones a la baja –el 6,3% para 2016. La mayoría de los diagnósticos señalan vulnerabilidades importantes en el sector financiero –como acaba de evidenciar la presente crisis-, una inadecuada política crediticia, desempeñada cada vez más por entidades no bancarias– el denominado 'shadow banking'-, el exceso de capacidad productiva, la amenaza de la burbuja inmobiliaria, la escasez de demanda agregada debido al bajo consumo interno, las disfuncionalidades derivadas de una particular conjunción entre poder empresarial y poder político, y el gravísimo endeudamiento de los gobiernos locales, por mencionar sólo los problemas más frecuentemente identificados.
A ello habría que sumar otros indicadores a los cuales los economistas no suelen conceder tanta importancia, pero que al final pueden resultar los más decisivos. Entre ellos, el hecho de que la actual ebullición financiera se alimenta del frenesí inversor de muchos ciudadanos con escasa formación académica que han creído en el 'sueño chino' y que se han refugiado en él para posponer sus reivindicaciones de justicia social y de participación política. La pervivencia del régimen depende precisamente de su capacidad para seguir alimentando esos sueños. Pero lo cierto es que estos trabajadores, frecuentemente explotados con horarios extenuantes, modestos salarios y una precaria seguridad social, no solo pueden perder sus ahorros de repente, sino que cuando denuncian la violación de sus derechos ven detenidos a… sus defensores –como ha sucedido en plena hecatombe financiera, con una redada en 24 ciudades chinas contra 146 abogados.
Los ciudadanos son conscientes de que la riqueza nacional ha crecido impresionantemente y quieren participar de ella –solo en lo que va de año se han abierto entre uno y dos millones de nuevos depósitos cada semana-, pues mucha gente está sorprendida ante el desigual reparto de la tarta y piensa que está pagando con su trabajo y con su salud las prebendas de que disfrutan otros. En un país donde es común utilizar máscaras protectoras los días en que el aire se hace irrespirable (cada año se produce medio millón de muertes debido al deterioro medioambiental), también son frecuentes las enfermedades contraídas a causa de la degradación de los acuíferos (la mitad de los grandes lagos y la totalidad de los principales ríos del país están contaminados). He aquí el elevado coste del hiperdesarrollo. Al valorarlo, los habitantes de la segunda potencia global ni siquiera pueden desahogarse: se sienten cercados por la Gran Muralla cibernética, el peculiar Firewall que les obliga a transitar sólo por rutas controladas, mientras observan cómo desaparecen sus entradas de blog por efecto de la censura. Así ha sucedido a comienzos de este año con el documental 'Under the Dome', precisamente de temática medioambiental, retirado por el Departamento de Publicidad y Propaganda tras 150 millones de visualizaciones en la plataforma china Tencent, sólo tres días después su lanzamiento.
Por tanto, para enderezar de verdad la situación en China no basta con reformar el sector financiero y pasar de un modelo basado en la inversión y las exportaciones a otro donde el mercado interno vaya ocupando el lugar que le corresponde. Es preciso responder al triple desafío de la sostenibilidad energética-medioambiental, la armonía social y la legitimación política construyendo una democracia pluralista y un verdadero Estado de Derecho donde la excepcionalidad cultural no funcione como coraza defensiva del régimen.