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Los negocios de Morenés y la confianza borbónica

Ruth Toledano

El ministro Pedro Morenés presentó el otro día el libro Defensa Nacional: la adaptación permanente de las Fuerzas Armadas, y dijo que “la cultura de defensa es una asignatura pendiente permanente” y que “la gente no sabe muy bien para qué” sirven las Fuerzas Armadas.

Sorprende que venga con estas preocupaciones un ministro al que ya hace un año la oposición acusó de “ningunear” al Congreso, acumulando entonces 48 peticiones de comparecencia no atendidas. Por otra parte, sabemos algo sobre “para qué” sirve su cartera: por ejemplo, para que el Consejo de Ministros le conceda en pleno agosto (y durante dos años consecutivos) un crédito extraordinario, en 2013, de 883 millones de euros y acordando aumentar su presupuesto en un 15%, mientras que por las mismas fechas los niños pobres y en riesgo de exclusión social se quedaban sin comedores de verano. Crédito extraordinario y aumento de presupuesto a una cartera que tenía 30.000 millones de deuda con la industria armamentística.

Entonces lo dije y ahora lo repito: “En lugar de comedores para niños necesitados, tendremos aviones EF-2000, es decir, aeronaves de combate. En vez de escuelas, tendremos Airbus A400M, es decir, aviones para transporte militar. En vez de maestros, tendremos vehículos Pizarro, es decir, tanques de combate de infantería. En vez de camas en hospitales, tendremos helicópteros Tigre, es decir, aparatos de ataque para misiones contra carros de combate. En vez de asistencia o residencias de ancianos, tendremos helicópteros NH-90 para lucha antiaérea.

De la cultura mejor ni hablamos: para qué queremos cultura si tendremos misiles anticarro C/C Spike. Fabricados, por cierto, por Israel“. Así que sabemos bastante, señor Morenés, aunque tengamos que enterarnos por nuestra cuenta de sus escandalosas trampas con Montoro en los presupuestos de Defensa para 2015.

Lo que también sabemos es que Morenés ha sido empresario privado de la guerra, fabricante y vendedor de armas con un currículo no envidiable que le ha hecho bastante rico: el que fuera secretario de Estado de Defensa con Aznar fue presidente en España de MDBA, líder mundial en misiles. Y fue presidente de Segur Ibérica, cuyos subcontratos con Defensa desde que dejó esa presidencia para capitanear el Ministerio, en octubre de 2011, han subido en un 79%, lo que supone 24,4 millones de dinero público en adjudicaciones. Todo ello a pesar de las denuncias, archivadas, por presunta estafa y falsedad documental que han recaído sobre Segur Ibérica, y pese a la investigación que la Fiscalía Anticorrupción está llevando a cabo en el marco de la operación Púnica sobre adjudicaciones de 2,6 millones a esta empresa realizadas por el exconsejero Francisco Granados.

El ministro Morenés ha sido presidente y consejero de otras empresas y consultoras de defensa y seguridad. Y no solo eso: aunque lo oculte el flamante y falaz Portal de Transparencia que ha estrenado el Gobierno, Morenés fue consejero de Instalaza, una empresa que ha recibido 4 millones del Gobierno a pesar de haberse dedicado a algo tan repugnante como la fabricación de bombas de racimo, esas con gran capacidad destructiva porque están compuestas por submuniciones y dejan muchas bombas dispersas sin explotar, con el asqueroso agravante de que su atractiva apariencia –como pelotas o latas de colores– resulta irresistible para los niños que se las encuentran por el campo. Morenés se las vendió, por ejemplo, a Gadafi.

Cuando en 2008 el Congreso ratificó la adhesión de España al tratado de Oslo contra las bombas de racimo, el bueno de Morenés tuvo el cuajo de pedir al Estado una indemnización compensatoria de 40 millones de euros por prohibirle fabricar tan humanitarias bombas. Su pretensión fue rechazada en la Audiencia Nacional, pero nos deja mucho más claro para qué sirven ciertas cosas, señor Morenés.

La última de Morenés ha sido establecer un grupo de diálogo estratégico con el príncipe heredero de Arabia Saudí, también ministro de Defensa. Según nuestro ministerio, para “desarrollar las cuestiones bilaterales”. Ambos estuvieron de acuerdo en la conveniencia de que las cuestiones de cooperación industrial sobre asuntos de armamento se traten “de Gobierno a Gobierno en nombre de las empresas implicadas”.

Dados sus antecedentes, blanco y en botella, señor Morenés, para saber de qué va lo suyo, lo de su cartera. Ahora tienen la excusa perfecta con la amenaza del Estado Islámico, pero negocios con esos otros Estados, los Emiratos Árabes, lleva tiempo haciendo Morenés, con la impagable (es un decir) compañía de Juan Carlos de Borbón, quien lo impuso como ministro a Rajoy y además es íntimo de esos reyes y esos príncipes de cuento.

De cuento de terror, quiero decir. Cuando viajó en mayo con Morenés a Arabia Saudí, el anterior rey (¿anterior?, ¿cuántos reyes tenemos?) dijo a los empresarios españoles radicados allí una cosa muy bonita: que se ganaran la confianza de los saudíes porque “en la cultura árabe la confianza es todo”.

Todo no, señor Borbón. Olvida usted mucho, como lo olvida el señor Morenés. Olvidan ustedes dos la permanente vulneración de los derechos humanos en sus Estados socios. Olvidan ustedes dos las condiciones de semiesclavitud, explotación y muerte, denunciadas por Human Rights Watch, en las que viven los obreros migrantes que construyen allí los grandes rascacielos y las gigantescas infraestructuras. Olvidan ustedes dos el “cultural” sometimiento de las mujeres, para quienes no existe posibilidad alguna de “confianza”. Olvidan ustedes dos las denuncias de Amnistía Internacional: hace una semana dos mujeres saudíes fueron detenidas por conducir un coche; hay activistas por los derechos humanos en prisión y varios abogados condenados a entre cinco y ocho años de cárcel por publicar tuits considerados “ofensivos” por el Ministerio de Justicia; hay un condenado a diez años de prisión y 1.000 latigazos por abrir un sitio web de debate político y social; que los periodistas saudíes son acusados de “terrorismo”. Olvidan ustedes dos las torturas sistemáticas de inocentes en Arabia Saudí. Olvidan ustedes dos sus condenas a muerte.

Entendemos que no se refieren a todo ello el señor Morenés y su Ministerio de Defensa cuando hablan de “desarrollar las cuestiones bilaterales”. Sin embargo, somos muchas las personas del Estado español que tenemos mucho más interés en las mujeres, los obreros, los periodistas y los activistas saudíes que en los sucios negocios de las armas. Y que, de estos últimos, y más allá de consideraciones éticas y del Estado Islámico, nos interesa la trasparencia de las transacciones. Así entenderemos mejor, mucho mejor, para qué sirve su cartera. En confianza, ¿quién se lleva comisiones? ¿O la confianza no es propia de nuestra cultura?

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