Muñecas
“Planeta DeAgostini presenta una magnífica colección de figuras y libros para divertirse jugando y aprendiendo sobre las grandes etapas, lugares y civilizaciones de la historia”. Así nos presentaba Planeta DeAgostini su nueva colección de libros y figuras para representar la Historia. En total, 60 figuras. 60 hombres. 0 mujeres.
Nada nuevo, por otra parte. El ninguneo a las mujeres no es patrimonio de Playmobil, como sabemos, lo que ha hecho Playmobil no es más que una consecuencia del androcentrismo y el patriarcado en el que vivimos.
Si tenemos en cuenta que a las mujeres, hasta hace relativamente poco, nos censuraban el simple hecho de escribir, no es difícil entender por qué no aparecemos en ningún sitio: la Historia la han escrito hombres, y como ya sabemos (sobre todo los rojos), la Historia la escriben los vencedores.
Virginia Woolf en Una habitación propia (1929) recordaba: “Una mujer que escribía tenía que hacerlo en la sala de estar común. Y, como lamentó con tanta vehemencia Miss Nightingale, «las mujeres nunca disponían de media hora... que pudieran llamar suya». Siempre las interrumpían. (...) Jane Austen escribió así hasta el final de sus días. «Que pudiera realizar todo esto -escribe su sobrino en sus memorias- es sorprendente, pues no contaba con un despacho propio donde retirarse y la mayor parte de su trabajo debió de hacerlo en la sala de estar común, expuesta a toda clase de interrupciones. Siempre tuvo buen cuidado de que no sospecharan sus ocupaciones los criados, ni las visitas, ni nadie ajeno a su círculo familiar.» Jane Austen escondía sus manuscritos o los cubría con un secante”.
Las mujeres que querían escribir tenían que hacerlo en la clandestinidad, para no ser juzgadas por realizar “tareas de hombres” y, además, hacerlo durante el poco tiempo del que dispusieran fuera de “sus labores”. Sabiendo esto, no es raro llegar a la misma conclusión que Woolf cuando dice que “Yo me aventuraría a pensar que el Anon (anónimo), quien escribiera tantos poemas sin firmarlos, fue a menudo una mujer”.
Que los hombres han tomado, históricamente, más decisiones que han cambiado el rumbo de la Historia es una obviedad, pero teniendo en cuenta cómo se nos ha invisibilizado y se nos invisibiliza al narrar los hechos, una se pregunta cuánto más hicimos y no sabemos ni sabremos. Woolf, para escribir Una habitación propia, intentó documentarse sin mucho éxito sobre las mujeres del siglo XIX, qué hacían, qué pensaban, en qué invertían su tiempo. No existieron, no estaban, no había. Era como si todos esos hombres ilustres, sabios, relevantes e importantísimos, se hubiera reproducido por esporas.
Y parece que, en pleno siglo XXI, recordar esto es transportarnos a un pasado muy lejano, algo que sucedió y que ojalá no hubiera pasado, pero bueno, ya fue. Y no. Sigue siendo así. Ahora no nos prohíben escribir, somos libres de hacerlo (aunque te puede pasar como a JK Rowling, cuya editorial le pidió que usara sus siglas para que las personas que fueran a leerla no supieran que era una mujer y no la ignoraran antes incluso de tener el libro en sus manos), pero nos invisibilizan y nos empujan de la Historia de muchas otras maneras, como esta colección. Es sólo un ejemplo de miles.
Esta colección no es más que algo anecdótico, el ninguneo está en todos lados: portadas de periódicos, titulares, libros de texto... sólo hay que echar un vistazo a cómo se han narrado los Juegos Olímpicos para entender que el cuento ha cambiado poco.
Lo que preocupa, en realidad, no es una colección machista de muñecos, sino el androcentrismo instalado en la sociedad, porque ¿cuántas personas han trabajado para la producción de esta colección? Desde el que tuvo la idea, hasta los directivos que dieron el aprobado, pasando por las personas que crearon, idearon, fabricaron y diseñaron la colección, en total, ¿cuántos serían?; sin olvidar a los historiadores (¿habría alguna historiadora?) que decidieron qué eventos históricos se resaltarían. ¿Ninguno se dio cuenta de que había 60 hombres? ¿Ninguno conocía siquiera a Cleopatra, Juana de Arco, Rosa Luxemburgo, Mata Hari?
No me cabe duda de que sí tuvieron en cuenta a su target, la infancia, para llevar esta colección a cabo, que reflexionaron sobre la forma de hacer los muñecos más atractivos y divertidos a sus ojos, pero ¿en quiénes pensaban cuando pensaban en “la infancia”? Sin duda, volvemos a lo mismo: pensaron en niños, no en niñas. El público objetivo de Playmobil para esta colección eran ellos. Los hombres no sólo escribieron la Historia, sino que los que ahora la reproducen, lo hacen pensando también en otros hombres.
Playmobil ya ha dicho que rectificará y que incluirá a mujeres en su colección (vaya, ¡gracias por ser fiel a la Historia y no inventárosla!), pero si lo han hecho es simplemente porque el Instituto de la Mujer de Valencia interpuso una queja, las redes sociales se incendiaron y se recogieron 44.000 firmas para denunciar el ninguneo.
Todo esto fue necesario para que una empresa especializada en el público infantil se diera cuenta de que las mujeres existen y de que formaron parte de su propia Historia. Y ojalá entiendan también que no es algo que tengan que hacer a regañadientes, sino como una oportunidad de mostrar referentes a muchas niñas que actualmente sólo se ven representadas en la sociedad como objetos; niñas que reciben ya mensajes desde todos los frentes sobre cómo deben lucir, pensar y ocupar el espacio; que ya están acomodándose en esos patrones de sumisión, de silencios, de sonreír y callar, de ser prudentes y estar bonitas. De ser como muñecas, vaya. Que pueden inspirar a muchas de ellas a romper con lo establecido y querer creciendo leyendo sobre mujeres científicas, astrónomas, espías, inventoras... Que tienen en su mano, ellos y todos los que tienen grandes públicos, el poder de cambiar el futuro además de reproducir el pasado.