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El presidente que subió una colina y se dio de bruces con la montaña

Rajoy perdió pie al no poder recurrir al comodín Rubalcaba.

Iñigo Sáenz de Ugarte

Todos los políticos acuden a una cita como el debate del estado de la nación con un guión planificado, y no me refiero sólo al texto de la intervención. Deben tener claro cuál es el mensaje que quieren enviar, qué cifras les pueden servir, cuál debe ser el estilo de su intervención, con qué rivales deben ser duros y con cuáles respetuosos o condescendientes.

Si se ven obligados a cambiar esos criterios, es señal de que algo ha salido mal. Aumenta el riesgo y las posibilidades de que los periodistas despierten y alteren el guión que también ellos llevaban en la cabeza. Si eres el presidente del Gobierno, sobre todo uno como Rajoy, casi prefieres que no pase nada, que todo se quede en una molesta cita en la que es suficiente con poner la cara, leer unos folios, alardear de cifras y salir del hemiciclo sin sudar la camiseta.

Lo que vimos fue un Rajoy prepotente, airado, impertinente. Lo fue con Rosa Díez, aunque eso no es una novedad porque se ha convertido en una tradición parlamentaria que la trate con un desprecio machista que hasta las personas que no soportan a la líder de UPyD consideran intolerable. Es más llamativo, porque no estaba en el guión, que Rajoy perdiera los nervios con Pedro Sánchez, también conocido como el-líder-del-PSOE-hasta-que-Susana-Díaz-sea-madre-y-presidenta-electa.

Cómo fue la cosa que Rafael Hernando, un tipo que representa las características de la política que más desprecian los ciudadanos, tendría que convertirse el miércoles en la niña de El exorcista para estar a la altura del jefe. Me refiero a la escena en que la niña poseída proyecta sus fluidos corporales a sus asustados interlocutores. No es algo que esté fuera de las capacidades del portavoz parlamentario del PP, todo sea dicho.

Sánchez estuvo agresivo y contundente, lo que se espera de un líder de la oposición, aún más si su partido aparece como tercera fuerza en muchos sondeos. Hizo el discurso que nunca había hecho Rubalcaba, al que se había acostumbrado Rajoy. Sánchez no quiso ser constructivo ni dialogante ni realista. En su videojuego personal, ya no le quedan muchas vidas y no puede andar jugando a conservar lo que no tiene. El que quiera ir de estadista, que se vaya a Davos a dar conferencias, pareció pensar el socialista. Tocaba embarrar el terreno de juego y hacer entradas a la rodilla.

Rajoy reaccionó en plan 'cómo se atreve usted a hablarme así'. La misma persona que acusó a otro presidente del Gobierno de traicionar a las víctimas de ETA. El mismo político en quien en torno al 80% de los españoles dice tener poca o ninguna confianza, según los sondeos del CIS. El mismo que nombró y apoyó a un tesorero que es ya el mayor símbolo de la corrupción. El pobre hombre que incumplió todas sus promesas electorales y que gimoteó diciendo que “la realidad” no le había dejado otra opción.

Alguien con ese expediente, que se permite basar su discurso en mentiras o en datos notoriamente falsos, terminó ofreciendo una lección de autoritarismo propio de un señorito de provincias del siglo XIX. “No vuelva usted por aquí a no decir nada”, le espetó a Sánchez. ¿Se cree el registrador de la propiedad que sólo los que llevan todos los papeles compulsados por él pueden intervenir en un debate parlamentario?

La lista de cosas que pueden ir mal para el PSOE es tan larga que casi no merece la pena detenerse en ellas. El debate del estado de la nación ya no es una de ellas. Rajoy ha conseguido dar esperanza a los que tenían que rebuscar en los bolsillos para encontrarla. Los votantes potenciales del PSOE (en esta situación política todos los votantes de todos los partidos son potenciales) pueden llegar a la conclusión de que tienen un líder que como mínimo está en condiciones de poner nervioso al enemigo. Es joven y guapo, pero esto no son las primarias del Partido Demócrata norteamericano. Le falta experiencia y necesita hacer en meses lo que otros políticos han conseguido en años. Pero si cabrea a sus rivales, es relevante. Si sólo es el cordero tierno camino del matadero con el que luego quizá se pueda pactar tras las elecciones, todo el mundo supondrá que ha perdido en las urnas antes de llegar a ellas.

Queda menos de un año no apto para menores y vegetarianos. A Sánchez le han crecido los dientes, pero todavía no está claro que pueda morder todo lo que se le viene encima. No vale con dejar en evidencia a Rajoy, porque los que están fuera de la jaula (Iglesias y Rivera) han desarrollado colmillos muy afilados. Pero ya ha empezado a manejar la mandíbula con soltura. En Sevilla habrán tomado nota.

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