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OPINIÓN | 'Este año tampoco', por Antón Losada

El programa que el PP tuvo que haber contado

Rosa María Artal

Mariano Rajoy ha reconocido que tendrá que revisar las previsiones económicas que había hecho su gobierno para 2013. Y se ha quedado tan ancho. Sus cálculos fueron tachados de optimistas a todas las bandas. Todos los organismos internacionales y fundaciones de estudios españolas les dijeron que no era creíble una caída del PIB del 0,5%. Estimaban que andaría entre el 1,3% (FMI, por ejemplo) y el 1,4% (OCDE). Un error de estas características influye –para mal- en toda la economía. De serlo. El objetivo último es presentar mejores registros aunque sean ficticios y tengan un elevado coste. Han hecho lo mismo con el déficit, al que ha maquillado retrasando pagos a enero. Y la deuda se les ha disparado del 68,5% en que la dejó Zapatero al 85,3% llegando al mayor endeudamiento en más de un siglo. Una gestión rotundamente nefasta.

Lo asombroso es que Rajoy ni se inmute –ni lo haga tampoco la sociedad- al quedar en evidencia, tanto la gestión como los cálculos presuntamente fallidos. Las mentiras a fecha fija tienen este recorrido. Cuando caduca el plazo marcado emerge la verdad. Entonces se vuelve a mentir y se mira para otro lado. Hasta ahora les ha funcionado. Pero ¿Qué pasará cuando la recuperación que sacan de la chistera cada poco se estrelle de igual modo contra la realidad?

Si un partido político no es honesto, la verdad debería ser exigible por el propio sistema democrático. El PP tenía que haber contado lo que pensaba hacer. Ayudémosles en la tarea. Cuanto sigue son actuaciones –reales- del Partido Popular de las que no dijo ni palabra en campaña. Esto es lo que debió contar:

Haremos una reforma laboral del gusto de los empresarios para que puedan pagar menor salario y despedir sin apenas costo. Una economía “competitiva” se labra con bajos costes salariales. Que luego no sea tampoco competitiva da lo mismo, mientras unos cuantos -quienes deben- ganen más.

Solo en el primer año elevaremos el paro en más de 800.000 personas y reduciremos los subsidios de desempleo que “desestimulan” de buscar trabajo. En particular, iremos contra los parados mayores de 55 años que tengan algún familiar del que tirar porque “la familia” está para eso. Un nuevo empleo no lo van a encontrar en su vida.

Lo mismo haremos con los jóvenes a los que animaremos a hacer las maletas y marcharse de España para que nos bajen un poco las cifras del INEM. Son los más molestos si se ponen a protestar.

No creemos en lo público. Cuando uno enferma, si no lo puede pagar, ha de recurrir de nuevo a la familia o buscarse la vida como pueda. La sanidad –que tan bien funcionaba hasta nuestra llegada- es cara –diremos-, y, sobre todo, muy rentable gestionada por amigos de beneficios privados. Pondremos repago farmacéutico, sacaremos de la sanidad pública más de 400 fármacos, haremos pagar por las sillas de ruedas, las muletas y hasta las ambulancias. Suprimiremos pruebas diagnósticas, incluso de prevención en los bebés. Como lo que importa es reducir el déficit –aunque no lo consigamos ni hasta arriba de anteojeras y rímel- nos cargaremos también la formación de médicos para trasplantes. De toda la vida los pobres han muerto más que los ricos. Privatizaremos cuanto podamos. Nos obstinaremos hasta volver a quedar en evidencia porque da igual.

Subvencionar la ayuda dependencia es un regalo innecesario, cuando hay familiares –particularmente mujeres- que pueden cumplir esa función. Esto lo recortaremos hasta el chasis.

Suprimiremos médicos y maestros en el ámbito rural, y servicios de transportes. Lo bucólico se paga. Una nueva Ley de Costas, con ladrillos por doquier, hará emigrar al secano y eso no puede ser gratis. Nada es gratis.

Ya hemos avisado –esto sí- que nos sobra la asignatura de Educación para la Ciudadanía y también la de Ciencias para el Mundo Contemporáneo. Hacen pensar. Hacinaremos las aulas para fomentar la comunicación de los escolares. Pondremos a trabajar el doble y en materias que no dominan a los profesores a ver si se estrellan. De universitarios nada. Solo los ricos estudian, aunque tengan pocas luces.

Como no creemos en lo público, los funcionarios son nuestro principal objetivo. De todo tipo. Fuera pagas extraordinarias, más horario, puteo sin fin a ver si se hartan. Si protestan, campañas de desprestigio, que los españoles suelen tender a culpabilizar más a sus iguales. Fuera sindicatos, por lo mismo.

Buena tijera a la ciencia, la investigación, la cultura. Cuanto más burros, mejor. El modelo es el ocio, el juego, el lavado de dinero de negro, las prostitutas, que -si logramos apañarlo- exigirá importantes créditos bancarios que se detraerán de otras cosas. Pero contaremos que proporciona puestos de trabajo inmediatos aunque luego todo se vaya a pique.

Las pensiones son cosa del pasado. Que se acojan a un plan privado o que les atienda la familia como dios manda también.

Elevaremos el IRPF, el IVA, el precio de los transportes. Hay que pagar “la herencia” que permitía tener todo lo que antecede, procurando que no se note que pagan más por menos servicios, ni adviertan cómo habremos hundido la economía y aumentado el déficit y la deuda a pesar de mermas y recobros. A los bancos de la jefa Merkel –a todos en general, a los nuestros que nos subvencionan- esto les gustará.

Subiremos las tasas judiciales. Disminuiremos el número de jueces y de inspectores fiscales aunque nos llenaremos la boca de palabras como “transparencia” y “lucha contra la corrupción”. Para el Registro Civil tenemos una idea mejor: entregarlo a los Registradores de la Propiedad para que amplíen el negocio y cobren también por esto como por el resto de sus gestiones que en toda Europa son gratis para los usuarios. Es el gremio del presidente y la vida puede dar muchas vueltas.

Estableceremos una nueva ley del aborto que obligue a las mujeres a volver a ser tuteladas en sus decisiones. Y una a modo de cadena perpetua que tan bien queda de cara al exaltamiento de pasiones populares. La resistencia a la autoridad será muy penada. No nos atrae de lo público más que las Fuerzas de nuestra seguridad. La de permanecer en el cargo por más tropelías que cometamos.

Cuando no nos gusten las leyes –que en Europa se envician con tachar de ilegales tantas de nuestra querida España- sacaremos la “ingenieria judicial” y las dejaremos niqueladas. Al menos hasta la próxima reclamación.

Seguiremos colocando a familiares y parientes en todos los puestos que den dinero y aseguren un vivir como corresponde a nuestra estirpe superior.

Les trataremos a Vds., sobre todo eso, como a tontos. Ya sabemos que no todos los españoles lo son ¡ni mucho menos!, pero nos bastan con unos cuantos millones que nos den mayoría y que traguen con cuanto se les haga. Los medios afines echarán una mano. Sacarán al Papa nacido santo y sencillo. Fútbol, escándalos, lo habitual. Plantearán las manipulaciones de la economía –previsiones, déficit o deuda- como un “rifirrafe” entre gobierno y oposición. Y enviaremos a tertulianos de confianza las consignas que interese cada día difundir.

Hay muchos tontos. Que incluso nos defenderán, repetirán que “todos hacen lo mismo”, creerán que nuestras medidas van encaminadas a la resolución de la crisis y seguirán esperando que “ya pronto” todo cambiará.

Y, nada, hasta las próximas campañas electorales (europeas, municipales y autonómicas, generales). Les volveremos a contar a Vds. las mismas milongas. Y volveremos hacer lo mismo.

Lo más triste es que, incluso contando lo que iban a hacer y han hecho, igual muchos les hubieran votado y les volverán a votar. Pero, insisto, un sistema democrático debe prever estas eventualidades.

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