A propósito de las deficiencias
Sé que me puedo ganar enemigos al contar que hace años que me peleo con mis compañeros de militancia respecto a la conveniencia de usar el Código Penal para castigar determinadas opiniones; soy muy poco partidaria excepto en casos en los que se incite claramente a la violencia. Creo que la libertad de expresión tiene que ser muy amplia y eso implica que tiene que dar cabida a opiniones impresentables, estúpidas u ofensivas, como suelen ser las de los portavoces de la Iglesia oficial.
Decir que la homosexualidad es una enfermedad o que es una deficiencia, no es un delito ni debe serlo. Decir que a los homosexuales hay que agredirlos, claramente sí lo es. En mi opinión, ser idiota, necio, inculto, ignorante o amoral no es un delito, como mucho una deficiencia. Me permito parafrasear a Rosa Luxemburgo para decir que la libertad de expresión es siempre libertad de expresión para ofender a alguien. Y aun tengo otra razón para oponerme a utilizar el Código Penal para castigar ningún tipo de opinión y es que estoy segura de que en el momento en el que se comiencen a señalar límites estrechos a la libertad de expresión las primeras opiniones en ser perseguidas serán aquellas discrepantes del poder o de la mayoría. Por la cuenta que nos tiene, más nos vale defender una libertad de expresión muy amplia.
Fernando Sebastián piensa que la homosexualidad es una deficiencia y tiene todo el derecho de pensarlo, faltaría más. Yo pienso que este señor es un deficiente ético, un deficiente cultural, un deficiente intelectual y un deficiente sexual y afectivo. Son deficientes éticos todas estas personas a las que les da exactamente igual que haya gente en el mundo discriminada, torturada o asesinada a causa de su orientación sexual o de su identidad de género y que no sólo no les importa sino que contribuyen con sus palabras a que las vidas de estas personas sean un infierno.
Seguramente Fernando Sebastián sabe lo que ocurre en otros países y cómo vive y muere la gente que se siente afectiva y sexualmente atraída por personas de su mismo sexo; y puesto que lo sabe y no hace nada para combatir esa barbarie sino que, al contrario, la estimula con sus palabras, quiera o no, este señor es un deficiente ético y moral.
Fernando Sebastián es un deficiente intelectual porque él, y todos los que son como él, no se enteran ni siquiera de en qué sociedad viven. No parecen saber que España es el país del mundo en el que mejor se acepta la homosexualidad. Por eso no se dan cuenta de que han perdido esta batalla y que cuantas más tonterías dicen más se hunden en el pozo del ridículo. La relación entre las idioteces que dicen y la manera clamorosa en la que la gente huye de su doctrina como de la peste es más que evidente. No hay más que ver cómo la asignatura de religión es cada vez menos escogida en el bachillerato donde ya no es la elección mayoritaria en ninguna comunidad autónoma.
La libertad de expresión tiene esas cosas, que hay que tener cuidado con lo que se dice si después se intenta tener clientes. A estos no les levanta ni la ley Wert. Pero así son estos deficientes sociales, que viven aislados del mundo, sólo se relacionan con gente como ellos y terminan creyéndose sus propias tonterías.
No se sabe si este señor cree verdaderamente que hay terapias que “curan” la homosexualidad o lo dice con el único ánimo de ofender. Si verdaderamente lo cree, entonces es un deficiente cultural que no lee ni los periódicos. La homosexualidad no admite terapia alguna monseñor, porque no es ninguna enfermedad. Y eso, que ya lo sabíamos nosotros y nosotras, lo sabe ya todo el mundo científico hace también varias décadas. Hay que leer un poquito o, por lo menos, mirar en internet. No hay terapia alguna y quienes las ofrecen no son más que charlatanes o curanderos que pretenden lucrarse con la ignorancia y el sufrimiento ajenos; o bien deficientes morales que, como usted, simplemente quieren borrar la diversidad sexual de la faz de la tierra y hacerlo por las bravas, esto es, con las terapias correctivas que en algunos lugares llegan a ser auténticas torturas.
Y por último, no sé si usted personalmente pero desde luego sí su gremio está lleno de deficientes sexuales y afectivos. Son deficientes sexuales y se han convertido en un club privado lleno de pederastas a los que han protegido y ocultado durante décadas. Yo, que soy una persona leída, no creo que la profusión de pederastas en su seno se deba a que los curas tengan ningún gen de la pederastia, sino que más bien creo que se debe a que, en sus deficiencias afectivas y cognitivas, ustedes no saben ni pueden relacionarse normalmente con las mujeres, a las que desprecian y consideran muy inferiores; y como por supuesto tampoco les parece bien relacionarse sexualmente entre ustedes mismos ni con otros hombres han terminado relacionándose sólo con niños: porque debido a su profesión los tenían cerca, porque se sentían impunes (y lo eran), porque podían autoengañarse disfrazando la relación dentro del marco profesor-alumno y porque es el único tipo de relación que, en su deficiencia, ustedes conocen: desigual, clandestina y utilitaria.
Por cierto que el papa Francisco consideró cuando era obispo de Buenos Aires que el matrimonio entre personas del mismo sexo era un invento del demonio que está muy activo en estas cosas, tal y como escribió en una carta que envió a unas monjas y que he tenido la ocasión de leer hace poco. No me negarán que creer de verdad que el demonio anda enredando con el matrimonio igualitario no es una deficiencia de algún tipo. Lo es, y de las gordas. Cuidado con el papa Francisco que es un experto en marketing, pero poco más.