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En la puta vida, te lo juro por Snoopy

Soraya Sáenz de Santamaría se cruza de brazos en el Congreso hasta que Jesús Posada le devuelve la palabra / EFE

Antón Losada

Si en lugar de soltar un vulgar taco la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría llega a blasfemar, a la pobre Soraya Rodríguez le mandan a la Guardia Civil a casa. Ahora que el PP ha descubierto que hablar mal tiene más valor probatorio que enviar papeles, al juez Ruz le van a silbar los oídos. Responder a las preguntas está pasado de moda. Con la crisis y la globalización, lo moderno es montar un cristo.

La Vicepresidenta Maravilla se hizo la niña bien ofendida por una acusación que nadie le lanzó, puso morritos de “si no aceptáis sobresueldo como animal de compañía, me llevo el scattergoris a la Moncloa y se lo digo a Mariano” y miró al presidente del Congreso con cara de ir a fulminarle con una descarga del BOE. Una táctica que funciona en España. En cualquier otra democracia, debería contestar unas cuantas preguntas que tampoco se habrá hecho en la puta vida.

La primera es si le parece decente cobrar, además de su sueldo público como diputada, un sobresueldo de seiscientos mil euros durante los años más duros de la crisis mientras nos decía a todos que habíamos vivido por encima de nuestras posibilidades y debíamos hacer sacrificios.

La segunda es si cree que alguien que ocupa un puesto en la ejecutiva de un partido debe guardar la precaución de preocuparse por saber de dónde salen sus sobresueldos millonarios, sobre todo en un país donde la economía de la mayoría no está para andar financiando organizaciones políticas.

La tercera pregunta es si alguien que estaba en la dirección de un partido y cobraba por ello no debe asumir su cuota parte de responsabilidad por las cajas B y la financiación ilegal ¿O eso solo va en el sueldo de Maria Dolores de Cospedal?

La cuarta pregunta es si ha satisfecho estrictamente sus obligaciones como parlamentaria y ha declarado con la claridad y transparencia debidas sus ingresos, o se ha aprovechado de la falta de control para que pareciese que lo pagaba el Congreso y no el partido. Una trampa muy fea en alguien tan aficionada a acusar a los demás de incumplir la ley sin más prueba que su propia mala fe.

La quinta pregunta sería si los dirigentes de un partido que se han repartido 2,7 millones de euros en “gastos de representación” solo entre 2006 y 2011, ofrecen el ejemplo que precisa este país mientras se le impone la necesidad de recortar el gasto público, la inevitabilidad de cobrar las medicinas a los pensionistas, la conveniencia de dejar sin tarjeta sanitaria a los inmigrantes, o la imposibilidad de reconocer y pagar a los dependientes antes de que se mueran.

No habrá respuesta para estos interrogantes porque en España no hay necesidad alguna de decir la verdad. La calidad de nuestra democracia mejora a base de tacos. Cuantos más tacos, mejor democracia. Por ejemplo, si alguien le pregunta si cobró usted sobresueldos, la respuesta es mandarle a tomar viento. Si alguien le interroga sobre sus conocimientos de las finanzas del partido, usted se cisca en sus muertos. Y si alguien osa demandarle responsabilidades por algo que sucedió en su partido cuando usted estaba en la ejecutiva, usted se acuerda de su puta madre. Y a partir de ahí, que se explique él, si tiene huevos.

La Vicepresidenta Maravilla tiene razón en algo. Hay cosas que resultan inadmisibles en política. Cobrar como sobresueldo cinco veces el salario mínimo interprofesional resulta inadmisible en un cargo público. Esconderse detrás de la mesa del Consejo de Ministros para no contestar las preguntas que le van mal, resulta inadmisible. Cuando quiero un melodrama, pongo el canal de las telenovelas. Al Congreso se va a rendir cuentas, no a arrear golpes a los micrófonos y a decir en los pasillos aquello que no se atreve, o sabe que no puede decir sin mentir, en el hemiciclo.

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